En la panadería, esta mañana, he de esperar largo rato hasta ser atendido. El motivo no es una excesiva afluencia de público. No, sólo ocurre que la señora que me precede en la fila de los compradores, se debate entre dos barras de pan: tostada la una, más blanquita la otra.
"Es que esa la veo demasiado tostadita". "Muy blancucha me parece esta". "Ay, hija, qué pan más malo traéis últimamente".
Y así transcurren los minutos, envueltos en fragancias de harina y dudas existenciales. La joven panadera, redibuja a cada instante una sonrisa que ya se antoja demasiado forzada, y me dirige algún que otro gesto irónico cuando la compradora indecisa no le mira directamente a los ojos.
"Es que esa la veo demasiado tostadita". "Muy blancucha me parece esta". "Ay, hija, qué pan más malo traéis últimamente".
Y así transcurren los minutos, envueltos en fragancias de harina y dudas existenciales. La joven panadera, redibuja a cada instante una sonrisa que ya se antoja demasiado forzada, y me dirige algún que otro gesto irónico cuando la compradora indecisa no le mira directamente a los ojos.
Podemos pensar que es normal, que el pan con que se alimentará, hoy, la familia de la vacilante clienta ha de ser óptimo para el paladar y la vista. Yo prefiero pensar que sólo es pan y que, desgraciadamente, a día de hoy, lo mismo da pues todo es el mismo amasijo industrial, y sólo servirá como acompañamiento a la pitanza, más por costumbre hispana que por necesidad de agasajar el sentido del gusto. El pan como costumbre, creo, pierde sus deliciosos atributos.
Tom Petty (cortesía de "la red") |
Despachada la señora finalmente, llegado mi turno, la joven panadera muestra ante mí dos barras, una en cada mano, como rugosas extensiones de la seda niña de sus brazos, como retorcidas raíces a las que se aferra el tronco breve de su cintura cimbreante, como estriados frutos nacidos de ese frondoso árbol de piel adolescente y gloriosa que es su cuerpo. Ahora soy yo quien debe elegir entre las dos barras de pan y, de poder, ay, lo tengo claro: elegiría a la joven panadera. Por eso me limito a sonreír y decirle que elija ella por mí.
Tomo la barra de pan entre mis manos, la acaricio y, anticipando el momento en que sirva de cortejo al chuletón que hoy he decidido comerme, me dirijo a casa tarareando Free Fallin'.
Tomo la barra de pan entre mis manos, la acaricio y, anticipando el momento en que sirva de cortejo al chuletón que hoy he decidido comerme, me dirijo a casa tarareando Free Fallin'.
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soy todo oídos...