lunes, 2 de enero de 2012

la vida en rebajas

Comienza hoy, en algunas ciudades, la barbarie reglamentada de las rebajas, y más de uno se abandona al metódico menoscabo de su particular cuenta de resultados. O sea, que pretendiendo ahorrar más el doble gastan. Pero ¿y esas prendas rescatadas de la inmundicia del abandono?, ¿y esos chollos que nos hacen sentir poseedores, por un instante, en primicia, del secreto del fuego? No menospreciemos la ilusión.

Tuve anoche la fortuna de inaugurar el nuevo año visionando la última peliícula de Mateo Gil, ese genio que descubrimos, hace años, a la sombra de ese otro maestro del celuloide, Alejandro Amenábar. Blackthorn ha querido titular el cineasta su nueva obra. Un film crepuscular que arrastra las delicadas interpretaciones de sus protagonistas, suavemente, por el polvo de siglos de la melancolía que los años malgastados y los crímenes no cometidos (más que los realmente cumplimentados) depositan a los pies del hombre. 

Sam Shepard (cortesía de "la red")
Recupera para el espectador, tan grata película, la palabra no dicha, el mascullar musitado, la mirada que no quiere mirar pero con sus pupilas embriaga, de Sam Shepard, ese intérprete que tan gratas alegrías ha dado ya a los que devoramos cine con la sencilla intención de anegar en melancolía nuestros períodos de ocio. El actor dibuja para nosotros un boceto de dolor y remordimiento que nos atenaza las sensaciones hasta el último minuto. Shepard es Butch Cassidy en Blackthorn. Un Cassidy a medio camino entre la derrota y la esperanza de redención que, a la sombra de una parquedad expresiva digna de encomio, nos hace sentir que su vida ya está de rebajas, y que el tiempo que le resta es mero producto de saldo: horas como prendas desenvueltas que yacen derrotadas ante el ansioso marasmo de los buscadores de ofertas, días como trajes pasados de moda que ya nadie vestirá pero que a alguien retribuirán el lodo de momentos ya difuntos que si regresan sólo lo harán desde la oscura penumbra de un armario desordenado y, quizás, olvidado. 
Así supongo que la vida va dejando regueros de sueños en abandono, pequeños charcos de ilusiones fracasadas, o simplemente traicionadas, a la espera del afortunado que sepa hallarlos y ofrendarles nuevo uso.

Y quiero suponer también que, de entre los miles de personas que hoy se lanzarán a las calles comerciales de nuestras ciudades, habrá siempre quien, optimista y esperanzado, quiera recuperar a bajo precio los anhelos que un día animaron sus vidas, poder cubrirse, al fin, con aquella prenda que, cuando los precios eran más elevados, hubiese vestido de esplendor sus cuerpos ahora menos gloriosos. Quién sabe, es posible que, entre las montañas de productos huérfanos de dueño de los grandes almacenes, sepa alguno hallar los restos de stock de los anhelos maltratados.

Les deseo buena compra y mejor hallazgo.

1 comentario:

  1. Guau.. jaja... vaya hachazo en el corazón... una de cal y otra de arena... jej.. aunque pensemos así.. entramos todos al trapo... cuando se puede, claro, jej.. los que estamos pobres... en fin... (me apuntaré la peli) Marta

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soy todo oídos...