Con motivo de la clausura, ayer, de ARCO, la Feria de Arte Contemporáneo de Madrid, la televisión pública nos regala unos minutos promocionales en los que se cuela, además, el fomento de un curioso negocio y de sus ideológos. Resulta que en esta edición de la citada Feria, y dando un paso más en el filantrópico deseo de acercar el arte al común de los mortales, los organizadores han puesto al servicio del público asistente a una serie de asesores artísticos. No, no se trata de personas orientadas a desarrollar las capacidades artísticas de la concurrencia. Los indicados asesores guiarán a los inversores emergentes (así denominan a aquel que quiere hacerse con una obra de arte como inversión a futuro) por los diversos pasillos de la muestra, a efectos de conseguir que lo que adquieran responda a unos supuestos cánones de calidad y valía que les aseguren futuros réditos. Vamos, que les dicen lo que tienen que comprar, lo que es arte del bueno.
Con ese hábito televisivo que pretende la simpatía o comprensión del espectador a través de la opinión de otro ciudadano de a pie, asistimos a las dudas de una joven pareja inversora, suscitadas por una simpatiquísima y sofisticada asesora.
Comentaba yo hace no mucho, ante un nutrido grupo de amigos, mis dudas ante la libertad real de elección que tenemos, a día de hoy, en cuanto a los productos que denomino de consumo espiritual. Esto es: literatura, música, cine...
Se basan mis dudas en la incómoda certeza de que atravesamos la vida bombardeados por un sinfín de opiniones que más parecen imposiciones. Se nos dice lo que debemos leer si queremos disfrutar del grato placer de sumergirnos en las páginas de un libro. Se nos indica lo que debemos escuchar si queremos estar al día de las nuevas y buenas tendencias melódicas. Se nos guía en la difícil elección de película (más dados los precios actuales de una sesión frente a la gran pantalla) para que no quedemos obsoletos en nuestras cinefilias. Podría continuar y ampliar hasta la extenuación, pero no lo considero necesario. Creo que es obvio que vivimos tiempos en que el propio criterio se convierte en un arduo ejercicio de autoafirmación al que pocos, creo, podemos entregarnos. A posteriori se tilda al populacho de carente de principios, valores o libre decisión. Claro, ya nos han impuesto antes las vestiduras de la normalidad.
Recuerdo cómo se formaron mis gustos literarios, por ejemplo, más al albur del propio instinto y al masivo consumo de páginas impresas que guiados por recomendaciones extirpadas de las numerosas listas de "las 100 mejores novelas del siglo XX", "los 100 libros que hay que leer antes de morir", y en ese plan. He de afirmar que no me ha ido mal. No suelo coincidir con los gustos masivos, cierto, pero continúo disfrutando enormemente de la lectura.
Imagino que la pareja que pasea los corredores abarrotados de arte contemporáneo, en compañía de la intrépida asesora artística, tendrán sus propios gustos. Quiero pensar que albergarán alguna duda frente a las sugerencias de la profesional que cobra por abrirles paso entre la borrascosa jungla del mercado del arte, que podrán, al fin, imponer al de ella su propio criterio. La bufanda fucsia firmemente anudada al cuello del hombre de dicha pareja, en una estancia que supongo bien caldeada, me indica que el tipo lleva el arte en sus venas, y que al final serán su corazón y su buen gusto los que dicten la resolución final acerca de la obra con cuya adquisición entrarán, por la puerta grande, en el mercado del coleccionismo artístico. No todo está perdido, pues.
Que extraño esto que comentan Pablo, nunca lo hubiera imaginado. Pues yo como tú me dejo llevar de lo que me diga mi instinto, no soy muy de cuadros, pero en libros y musica he disfrutado lo que me gusta, y lo he leído o escuchado porque me place.
ResponderEliminarInteresante entrada.
Siempre tenemos libertad de elección, por mucho que intenten "manipularnos" para "vender".... Marta
ResponderEliminarEstoy desacuerdo con la idea de que la sociedad esta siendo direccionada respecto a lo que debe llevar puesto, lo que debe comer, lo que debe pensar, pero creo que todos somos conscientes en que la sociedad se deja llevar por la marea
ResponderEliminarUn brindis por los inconformistas, por los rebeldes