Inaugurábamos besos como naufragios
soñando que el madero húmedo del amor
nos sacaría a flote. Amores que creíamos
eternos frente al dardo de lo cotidiano.
Inaugurábamos abrazos como vendimias
soñando que la breve raíz de la amistad
fecundaría dulces cosechas. Amistades
resistentes al martillo airado del rencor.
Pareciera que elegimos amistades
y, ¡sí!, amores en virtud de la promesa
de adorable sufrimiento que anidaba
en sus vísceras de recreo y caricia.
¿Hacia dónde nos llevan los locos senderos
del dolor por lo perdido? ¿Nos volveremos
a ver? Si ocurre ya nada será lo mismo,
y tú no serás para mí lo que ayer fuiste,
ni yo para tí lo que siempre soñé ser.
Recuerdos, paseos, bares, besos, lugares,
deseos abandonados en los feroces
pliegues de fríos adoquines y butacas.
Qué triste... Snif snif...
ResponderEliminarMarta