Hoy ha amanecido uno de esos días en que una plomiza procesión de nubes opone la fragosidad silenciosa de su silueta a la pretensión de luz de un sol somnoliento.
Días como este son días de voltear en la cama y refugiarse bajo la nocturna fragancia del edredón, a la espera de mejor momento para abandonar definitivamente el abrazo sonámbulo de una noche que aún perfuma la habitación con jirones de sudor y brochazos de mal aliento. No hablo de volver a dormirse, sólo de permanecer en la cama.
Asusta abandonar el lecho en días como el de hoy. Seguro que al pretender encender el primer cigarro de la mañana, antes de ir a la cocina a recalentar el café de ayer, descubres que el único mechero que hay en casa ha sucumbido definitivamente. Un drama, o sea.
Si te sobrepones y consigues salir a la calle, es de suponer que tu camino hacia donde sea que conduzcan tus pasos hará que los cruces con los mismos rostros hastiados de cada día, que prendan fuego en tu pabellón auditivo las mismas frases hechas, idénticos saludos, nada nuevo, lo mismo de siempre. Esto adquiere ya visos de tragedia griega, la señora de la limpieza, el quiosquero y la joven panadera haciendo de coro a tu paso, hola, buenos días majete, buenos díaaaaaas, y en este plan.
Pero si te niegas y permaneces en la cama, náufrago de tus obligaciones, amarrado tu postrero esfuerzo al embozo de la sábana, podrás abandonarte al balanceo submarino de tus desvaríos y, lentamente, ir tejiendo redes en las que más tarde puedas retorcerte cual escualo estupefacto. Debieran ser estas las únicas tramas en que permitiéramos enredarnos: las fláccidas mallas del desvarío, endebles almadrabas del pensamiento.
A pesar de todo, y aún no teniendo obligación ninguna, hoy he salido de la cama y me he prometido escribir algo alegre.
Llegada la tarde, asumida la derrota, he tomado asiento frente al ordenador con la única intención de garabatear estas frases, que si bien no consiguen ser festivas, tampoco considero en ninguna medida tristes o derrotadas, quizá sólo sea que se han maquillado con el mismo colorete con que lo hicieron esta mañana las nubes.
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