Escribió Santos Diescépolo, allá por 1934, el inolvidable tango Cambalache que, ajeno a la imaginería clásica y macho del arrabal, nos ofrecía todo un catálogo de desviaciones y perversiones de eso que llamamos humanidad.
El bardo porteño utilizaba, en la canción, la expresión "Siglo XX". Pues bien, ya estamos en el XXI ... poco o nada ha cambiado. A Diescépolo bien podrían nombrarle sucesor de Nostradamus, tan límpida y serena fue su clarividencia.
"Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé...
Pero que el siglo veinte ¡Siglo veinte, cambalache
es un despliegue problemático febril!...
de maldá insolente, El que no llora no mama
ya no hay quien lo niegue. y el que no afana es un gil
Es lo mismo el que labura, noche y día como un buey, que el que vive de los otros, que el que mata, que el que cura o está fuera de la ley..."
Esto me lleva a pensar, aparte lo profético de la letra, en el supuesto y últimamente tan cacareado deber del artista de comprometerse con los problemas sociales del momento que le toca vivir. Cierto es: nadie obliga a quien, en virtud de su arte, sea cual sea éste, se gana las habichuelas, a posicionarse de manera crítica y vanguardista respecto a los vaivenes históricos. Hubo otros, antes, que tampoco lo hicieron. Y los hubo que sí. No es mejor ni peor el producto de su sensibilidad, pero me permito pensar que fue distinta su validez para los consumidores del mismo (y fijáos: he dicho consumidores)
reminiscencias de "El Muro" (Berlín) |
He despertado hoy con la sensación de ser un poco más parecido al vecino del quinto...y al del cuarto, y al del tercero del portal C del edificio que se haya cinco manzanas a la derecha del mío, y al del semisótano del número cinco de la avenida principal de esa ciudad de provincias que se encontraría en las antípodas de la mía si pudiésemos convertir el mapa de esta península en una esfera...
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