Parece ser que la autodenominada República Popular
China, en un alarde de igualitarismo sin precedentes en el interior
de sus fronteras, se ha decidido a tender puentes entre
los dos sexos. Eso parece. Al menos eso afirmaron, hace unos días,
al anunciar a bombo y platillo la inmediata e inaugural puesta en
órbita de la primera compatriota astronauta, a efectos de traer a la
realidad la poética máxima de Mao Tse-Tung que aseguraba que las
mujeres sostienen la mitad del cielo.
Imagino que proponen, las autoridades mandarinas,
con tan publicitado evento, ya digo, tender puentes, igualar la valía
femenina a la masculina, y establecer un sólido sendero entre ambos
sexos.
Hace unos días, camino de Meknes, a bordo de
ferruginoso ferrocarril, pude observar, a la salida de la estación
de Sidi Kacem, uno de los muchos puentes a medio construir que
pueblan la geografía marroquí. Pero pude comprobar que, en este
caso, el puente jamás sería finalizado. Mostraba la citada
construcción una arcada huérfana que recortaba el paisaje
circundante y, a su alrededor, el más absoluto de los abandonos, una
ausencia total de máquinas exacavadoras, grúas u operarios de la
construcción. No más que el arco de un puente desdibujando y
recomponiendo, a peor, el paisaje. Las orillas de lo que hubiese sido
el citado puente, de haberse dado fin a la obra, se habrían conectado
con trasiego de viandantes y cercanos vecinos.
Nada más descorazonador que la visión de un puente
a medio construir. Pasamos por la vida delineando puentes que, en
algún momento hemos soñado finalizados e indestructibles. Pero es
duro colocar otro ladrillo, volcar otro kilo de cemento, asegurar la
argamasa, comprobar una y otra vez su geométrica estructura,
continuar estudiando en el voluble horizonte del futuro los
principios básicos de su entereza.
Quizás por ello dejemos tantos
puentes a medio construir. Tal vez hayamos descubierto (fatídica
clarividencia) que poner en pie un bello y sólido puente puede
llevar una vida entera, y tememos alcanzar el fin de la nuestra con
la construcción a medias.
Abandonamos, así, amigos, amantes, familias, tal
vez porque comprendemos que no llegaremos a alcanzar el milagro de la
comunicación plena.
Alabo el primer arco de ese puente al que pretenden
dar fin las autoridades de la vetusta China, pero temo que, como en
el resto del mundo “civilizado”, les ciegue tomar conciencia de
lo titánico de su esfuerzo.
Yo, por llevar la contraria, me he propuesto dar fin
al menos a un puente. Sé que me llevará quizás toda la vida pero para qué, si no, me sirve ésta. Los cimientos son buenos. Nada me
impide seguir adelante, como hacen los chinos con la gloriosa empresa del antaño alabado
Líder.
Qué gran párrafo el que sirve de cierre al post. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarDesde aquí todo mi ánimo para la construcción del puente :-)
Besos!