He tenido que dejar que el tiempo se deslice por los corredores lóbregos de la memoria para recuperar una larga frase escuchada en un medio audiovisual. Un extenso y (quiero suponer) elaborado enunciado, si es que seguimos confiando en que los guionistas puedan aún alimentarse ejerciendo su elogiosa labor.
Pasemos sin más preámbulos a reproducir la citada frase. Recomiendo su lectura en alta voz:
"La Noche de los Museos quiere acercar los museos a toda la población, abriendo los museos de forma gratuita a lo largo de toda la noche. Esta noche abre el Museo del Prado, hasta altas horas, y también el Museo Thyssen, y numerosos museos en toda España, para que ningún ciudadano tenga excusa para no visitar los más importantes museos de sus ciudades"
No falseo ni una coma. Sonó tal cual, de labios de una intrépida reportera.
Recuerdo que la principal duda que me asaltó, tras escuchar lo que antecede, fue la de si se trataría de aperturas gratuitas, las de las pinacotecas nombradas, o sería preciso abonar el precio de entrada habitual. Cierto, creo que han conseguido que la economía se instale de manera definitiva en nuestras mentes, tanto que a punto estuve de pasar por alto lo elaborado de la frase. Aunque tal vez esa intrincada repetición de los vocablos "noche" y "museo" no sea error de guionista o nerviosismo de locutora, sino más bien elaborada pretensión de acribillar los oídos y el subconsciente del ciudadano que aún no se ha decidido a visitar ninguna de las amplias galerías de arte de su ciudad, para que pueda hacerlo en el citado anochecer y verse bombardeado por los numerosos logotipos y reclamos publicitarios de patrocinadores y mecenas del cultural evento.
Fue a mi regreso de Perú que algún conocido decidió iniciar debate sobre la perversión del idioma español que supone la utilización que de éste hacen los naturales del continente americano. Defendían dicha postura aquellos a quienes los modismos y giros del habla latinoamericana se les atragantan, dicen, por su exceso de melaza y ñoñería, entre otras cosas. Personalmente, no hallé ningún problema a la hora de comprender las conversaciones que tuve el gusto de compartir con diversos ciudadanos peruanos, sorprendiéndome incluso la exquisita estructuración de frases y el apropiado y sabroso uso del léxico que les permitía dejar meridianamente claras cada una de sus intenciones expresivas.
No valoro en este caso lo que muchos harían: la clase social, supuesta encrucijada de desavenencias, hablemos de política, fútbol, filosofía o lenguaje, igual da. En Perú se expresaban de idéntica manera ricos y pobres. Somos mucho de reivindicar que el lenguaraz despropósito de los habitantes del extrarradio trabajador y escaso de medios económicos se debe no más que a la falla en el sistema educativo, la sobreebundancia de alumnos en las aulas, o las nefastas herencias de familias desestructuradas. Pero acudimos a los neurálgicos centros de la ganancia y el reconocimiento social sólo para descubrir que sus retoños balbucean signos incomprensibles y se comunican casi de idéntica manera a la que lo hacen los hijos del proletariado. Así, al menos, ocurre en nuestra maltratada patria. O sea que, como en Perú, hablan aquí de idéntica manera prósperos y menesterosos. La aceptación de unos y el denuesto de otros tal vez dependa únicamente de su condición económica y la expresión oral (y escrita) sea sólo una nueva cortina de humo para ocultar el foco del incendio.
El día que, en el noticiario, escupieron la rebuscada frase de marras, tuve la fortuna de visionar, casi de seguido, el inicio de Corazón Apasionado, una de tantas telenovelas que nos llegan de allende los mares para infartarnos de numerosos mi vida mi mal mi lucerito desvencijados a la sombra de una impecable estructuración de la lengua que compartimos.
¿Tendremos que acudir, algún día, a las telenovelas, cómo lo hace hoy la ciudadanía a los museos, para comprender cómo se utilizaba el lenguaje antaño? Sabe Dios ... si es que no ha muerto, como quiso el filósofo.
No valoro en este caso lo que muchos harían: la clase social, supuesta encrucijada de desavenencias, hablemos de política, fútbol, filosofía o lenguaje, igual da. En Perú se expresaban de idéntica manera ricos y pobres. Somos mucho de reivindicar que el lenguaraz despropósito de los habitantes del extrarradio trabajador y escaso de medios económicos se debe no más que a la falla en el sistema educativo, la sobreebundancia de alumnos en las aulas, o las nefastas herencias de familias desestructuradas. Pero acudimos a los neurálgicos centros de la ganancia y el reconocimiento social sólo para descubrir que sus retoños balbucean signos incomprensibles y se comunican casi de idéntica manera a la que lo hacen los hijos del proletariado. Así, al menos, ocurre en nuestra maltratada patria. O sea que, como en Perú, hablan aquí de idéntica manera prósperos y menesterosos. La aceptación de unos y el denuesto de otros tal vez dependa únicamente de su condición económica y la expresión oral (y escrita) sea sólo una nueva cortina de humo para ocultar el foco del incendio.
El día que, en el noticiario, escupieron la rebuscada frase de marras, tuve la fortuna de visionar, casi de seguido, el inicio de Corazón Apasionado, una de tantas telenovelas que nos llegan de allende los mares para infartarnos de numerosos mi vida mi mal mi lucerito desvencijados a la sombra de una impecable estructuración de la lengua que compartimos.
¿Tendremos que acudir, algún día, a las telenovelas, cómo lo hace hoy la ciudadanía a los museos, para comprender cómo se utilizaba el lenguaje antaño? Sabe Dios ... si es que no ha muerto, como quiso el filósofo.
Panorama negro el del lenguaje. Desconcierta también el "para que ningún ciudadano tenga excusa para no visitar". Al menos esta entrada, que trae a colación la urgencia del tema, muestra que cada vez somos más los que, como dirían ellos, "sentimos este sentimiento".
ResponderEliminar7 veces "museo" (o museos) 7, y 3 veces "noche" 3. Suena a lenguaje taurino, aquel de los carteles: 6 hermosos astados 6, pero todos a la sombra de esas tres noches mal llamadas blancas; tal vez con la intención publicitaria de los toros trasladada al arte de los museos-mausoleos muertos.
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