De Marraquech nunca se parte. A Marraquech siempre se llega.
Marraquech se desdibuja, a la caída de la tarde, con un tímido rubor de brisa que no logra exiliar la asfixiante temperatura, como desvaída en la humareda de los portátiles puestos de comida que invaden el epicentro de su nervio de vida y Literatura: la plaza de Xmáa-El-Fna. Y es que a la Literatura, como a esta ciudad, siempre se llega.
Comienza a poblarse el irregular espacio medieval de sus cafetines con el tintineo naufragado en hierbabuena de cucharillas, con la charla mordaz de parroquianos eternamente adscritos a la tragedia de mesas desvencijadas e incómodos asientos que pastan la irregular costa adoquinada de la plaza.
A uno de esos cafetines, el que aún mejor sobrevive a la marea inconsciente de turismos ávidos de exotismos que nunca existieron, acude regularmente Juan Goytisolo, para mejor seguir viviendo el perímetro en que decidió, hace años, exiliar el arte exhuberante de su voz y sus días.
El autor, ajeno ya al fragor de una patria que nunca tuvo, invertebrado habitante de un mundo que a muchos resulta incomprensible, abandona, a la caída de la tarde, al sonar el despertador mirífico de los cantos del muecín, su fresco retiro agazapado en lo más oculto de la medina de Marraquech, para arribar al café en que camareros y concurrentes le ofertarán bendiciones y palabras: Gran Literatura. Allí consumirá y compartirá agua tibia y charla voraz, mirada curiosa y canícula mortal.
Acepta y engalana, el poeta, la conversación pausada con aquel que se le acerca para desbaratarle el idioma y la memoria. Y recuerda sus visiones de la Capadocia, rememora la obra magna de un Gaudí que nunca llegó a pisar las tierras agrestes en que las más sublimes de sus creaciones decorarían por siglos la visión de otros turistas que allí llegan, como aquí, a recolectar instantáneas y olvidar esencias. Anda descolgado del mundo, ya digo, sin conexión a internet ni noticia incluso ya de la prensa escrita con que aún gustan de perder los domingos no pocos nacionales. Pero jamás abandona su mundo, este en que se ha quedado a vivir por siempre y desde el que nos envía, de tanto en tanto, sus gloriosas postales desde el frente.
Juan Goytisolo, como Gaudí en Capadocia, ha dado inmortal relumbrón a ésta su creación máxima que es la Plaza de Xmáa-El-Fna, en Marraquech. Y de su garganta brotan por igual los gritos de los aguadores, las intrincadas narraciones de los cuentacuentos, la brisa aflautada que despierta a las serpientes, la inacabable oferta vociferada de zumos y viandas, los ingeniosos chascarrillos de los ciudadanos...
Ya estuve, desde que caí en la enredadera feroz de tu sintaxis, agradecido. Hoy quiero añadir a tu lento equipaje nuevos agradecimientos.
Gracias, por enseñarme que el futuro de la lengua no se escribe en libros ni academias, sino que se habla en la plaza mirífica de una desértica ciudad sureña, se fija en las callejas retorcidas de siglos de una sucia medina y adquiere esplendor en la garganta raída de tiempo de borrachines, paseantes y buscavidas que pervierten ortografías con la lucidez exacta de su gramática de hambre y risa. Algún día comprenderán los ciudadanos (ni pizca de fe en las autoridades) dónde habita la esencial semilla del habla y la literatura (tan despreciada hoy, tan de saldo), que viene al fin a ser lo mismo. Y tú seguirás aquí, a la sombra de una temperatura mortal, en la fresca penumbra de ese gérmen de tormenta con que el cercano desierto incendia las horas, en Marraquech, en la Plaza de Xemáa-El-Fna, moldeando la gloriosa gangrena de la palabra, coloreando las esquinas verbales que los tiempos anhelan dejar fuera de foco.
Gracias, Maestro, por enseñarme que a la Literatura, como a Marraquech, siempre se llega.
Esa plaza, en parte, es Goytiosolo, es... Makbara.
ResponderEliminarPreciosa entrada.
Saludos
Como siempre me trasladas a través de la palabra, vía corazón-imaginación-remembranza a lugares queridos y conocidos, también a mi me embrujan los olores, los colores, los sonidos, palpitar de un mundo que a través de ti, vuelve a estar cercano, acrecentando la añoranza de esas tierras, que se desbordan en luz y poesía
ResponderEliminarMaica