Mobile World Congress Barcelona 2016 es, según la propia página web del evento, la mayor muestra de telefonía móvil, Internet móvil, y aplicaciones móviles... así de redundante. Y mucho movimiento es el que se registra en el interior del recinto que acoge tan magno evento. Al contrario que en el exterior, donde la movilidad se ve incomodada por una huelga de trabajadores del Metro de la ciudad. O sea, que las personas llegan a la asamblea de lo móvil como en cámara lenta, inmovilizadas como se hayan en distintos puntos de la ciudad por carecer de la fluidez habitual uno de los principales medios de transporte.
No me han quedado claras las reivindicaciones de los trabajadores del suburbano. No presto mucha atención últimamente a las noticias, me parecen en exceso envenenadas, sepan disculparme. Me han quedado más claros, eso sí, muchos de los trepidantes avances expuestos en tan frenético congreso. Tal vez, sólo sea que los noticiarios han prestado mayor atención a estos que a aquellas. O, muy probablemente, que ando yo estos días torturado por el látigo de tu ausencia. Y es que cuando la vida se detiene como corazón infartado, o el corazón se desentiende de la vida, poco o nada importan las reivindicaciones de las masas obreras, seamos sinceros (aunque obreros, también). Me faltas, ya digo, estos días, y el motivo se me antoja tanto o más difícil de comprender que las reivindicaciones de los subterráneos trabajadores barceloneses.
Y cuando la realidad duele, nada mejor que instalarse en lo virtual. Por eso memorizo con facilidad los mil y un parabienes que oferta el citado congreso móvil. Y es que a partir de ya -desembolso económico por medio- podremos confeccionarnos una realidad al antojo de nuestros deseos, gracias a los avances tecnológicos, cuando la realidad deseada se revele imposible por medios naturales. Realidad virtual, lo llaman, y es el futuro, aseguran. Además, tendremos cámaras de vigilancia que desplazaremos por los distintos rincones del hogar desde la pantalla de nuestro teléfono móvil, para que luego algún miembro del gobierno se ponga dramático, en televisión, advirtiendo a las adolescentes que si su novio les espía el móvil no le dejen, que eso es violencia machista. También podremos convertir nuestros teléfonos en cámara fotográfica, y sentirnos artistas o informar de la realidad mejor de lo que lo harían muchos de los reporteros gráficos que ponen fondonas las listas del desempleo. Y, si no nos va lo fotográfico, tranformaremos el móvil en un equipo de música, para que las autoridades puedan seguir cerrando salas de conciertos, que ya nos la guisamos y comemos cada uno desde el interior de nuestro teléfono. Y el último grito: móviles con geolocalización multisensorial interna, que permite ubicarse en el interior de cualquier establecimiento cerrado sin miedo a equivocarse. Entre sus beneficios, defienden los comercializadores de la cosa, el de que un paciente pueda orientarse en un hospital sabiendo hacia dónde dirigirse en caso de luxación para no acabar desmembrado en un quirófano que practica cirugías regeneradoras. Esto permitirá, también, ahorrar puestos de trabajo en el interior del propio hospital y, de paso, unos pocos millones de euros al asegurar que cualquier anciano, de esos que consume en demasía pastillas y presupuestos, quede varado a las afueras del hospital por no disponer de móvil, no saber utilizarlo o no encontrar personas encargadas de guiar sus frágiles huesos por entre la cirugía de formol y bisturí del centro hospitalario.
Y cuando la realidad duele, nada mejor que instalarse en lo virtual. Por eso memorizo con facilidad los mil y un parabienes que oferta el citado congreso móvil. Y es que a partir de ya -desembolso económico por medio- podremos confeccionarnos una realidad al antojo de nuestros deseos, gracias a los avances tecnológicos, cuando la realidad deseada se revele imposible por medios naturales. Realidad virtual, lo llaman, y es el futuro, aseguran. Además, tendremos cámaras de vigilancia que desplazaremos por los distintos rincones del hogar desde la pantalla de nuestro teléfono móvil, para que luego algún miembro del gobierno se ponga dramático, en televisión, advirtiendo a las adolescentes que si su novio les espía el móvil no le dejen, que eso es violencia machista. También podremos convertir nuestros teléfonos en cámara fotográfica, y sentirnos artistas o informar de la realidad mejor de lo que lo harían muchos de los reporteros gráficos que ponen fondonas las listas del desempleo. Y, si no nos va lo fotográfico, tranformaremos el móvil en un equipo de música, para que las autoridades puedan seguir cerrando salas de conciertos, que ya nos la guisamos y comemos cada uno desde el interior de nuestro teléfono. Y el último grito: móviles con geolocalización multisensorial interna, que permite ubicarse en el interior de cualquier establecimiento cerrado sin miedo a equivocarse. Entre sus beneficios, defienden los comercializadores de la cosa, el de que un paciente pueda orientarse en un hospital sabiendo hacia dónde dirigirse en caso de luxación para no acabar desmembrado en un quirófano que practica cirugías regeneradoras. Esto permitirá, también, ahorrar puestos de trabajo en el interior del propio hospital y, de paso, unos pocos millones de euros al asegurar que cualquier anciano, de esos que consume en demasía pastillas y presupuestos, quede varado a las afueras del hospital por no disponer de móvil, no saber utilizarlo o no encontrar personas encargadas de guiar sus frágiles huesos por entre la cirugía de formol y bisturí del centro hospitalario.
A mí, lo real, estos días, se me hace tan doloroso que desearía poder teletransportarme a Barcelona y hacerme con uno de esos ingenios de realidad virtual. Una realidad donde el dolor sólo sea un nuevo aluvión de refugiados a la deriva, y las lágrimas el corrector de dioptrías de una madre africana que ve (de nuevo) morir a su hijo. Aunque, al hilo de esto, seamos justos y no hagamos demagogia: en el citado congreso se ha anunciado también la decisión de los operadores de telefonía móvil de "reducir la brecha de género en el uso de la telefonía móvil, especialmente en los países en vías de desarrollo". De esta forma, aseguran, podrán permitir que muchas mujeres se integren socieconómicamente pudiendo realizar, con el móvil, todo tipo de transacciones comerciales. No explican cómo podrán disponer de dinero con que pagar a través del móvil, dichas mujeres. Pero lo que importa es que podrán comprar. Lo importante es comprar, ya saben... y a mí la demagogia es que me revienta las costuras, qué le vamos a hacer.
Fabuloso y prometedor todo este mundo virtual en que podremos movernos con despreocupación y soltura. El problema es que el Congreso finaliza, salimos de la realidad virtual, y entramos en lo real, donde nos espera una huelga de trabajadores de Metro que nos impedirá llegar a casa a la hora de la cena. La realidad, por tanto, es la huelga. Aunque desconozcamos los motivos de la misma.
Y a mí, afuera de esta realidad virtual que me proveo golpeando el teclado, me espera tu cuerpo en huelga. Huelga de brazos caídos de su propio abrazo. Huelga de labios cerrados a sus propios besos. Huelga de hambre que ningunea el líquido elemento que exuda mi piel y del que, hasta ayer, te alimentabas, golosa. Afuera, ya digo, me esperas tú. Y estás ausente, en huelga. Y tu huelga, hoy, es mi única realidad, aunque aún no comprenda los motivos de la misma. Debe ser que no los dieron en televisión. O que cuando lo hacían yo no prestaba atención, y andaba pensando en sentarme frente al teclado para seguir añadiendo ladrillos a esta realidad virtual que hoy se me desmorona para descubrirme el desolado solar de tu ausencia.
...como una escena del viaje de Chihiro...
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