Soñaba Oriente con un futuro libre de yugos y florido de libertades, hace no mucho, cuando aquel revuelo de indignaciones y esperanzas que dimos en llamar Primavera Árabe. Ciudadanos que acariciaban ya la quimera de poder actuar como tales, paseaban banderas como trapos y abrazos como hiedra que soñaba invadir de verde y luz las ancianas reliquias de un poder totalitario. Y aquí, en Occidente, animábamos, desde rotativos y charlas de café televisivo, a esa marea humana que podía llegar a ser, algún día, como nosotros. Y así fue: ellos impresionaron el reflejo desportillado en sangre y dolor de lo que nunca nosotros llegamos a ser, con nuestras manifestaciones de juguete y nuestras airadas proclamas cibernéticas.
Ahora, tiempo después, la realidad hace acto de presencia para recordarnos que cualquier tiempo pasado siempre fue mejor, que era más jugosa la esperanza de un arabismo laico y libre de tropelías dictatoriales que la realidad de un estado de alarma permanente en que distintas facciones de la misma realidad juegan a desbaratar el sueño y retomar el libre albedrío de las cadenas y los decretos.
Pero es aquí que aparece la desnortada línea editorial de un medio impreso hispano a recordarnos que no todos soñaban con la libertad de esos pueblos barbados, con el derecho a manifestar la asfixia que, en algunas, provoca el velo. Resulta que un diario mallorquín intitulado (novedoso e impactante, puro periodismo de investigación) Última Hora, agradece, a las recientes masacres ejecutadas en Egipto por las fuerzas del orden, el que las Islas Baleares verán brotar, cual medusas ebrias, en la arena rancia de sus playas, calcinadas espaldas de orondos turistas europeos que han decidido descubrir qué es eso del dolce far niente insular. O sea que, como en Egipto, la cosa está cruda, ya que viajeros alemanes, británicos y en ese plan, decidirán este año exponer la crudeza de su carne rosada al sol balear. Benditas masacres egipcias, Allah es grande, ya lo dijo el Profeta.
Aún recuerdo el estado de shock que me acometió tras culminar la agreste lectura del aguerrido El Pan Desnudo, del marroquí Mohammed Chukri. Me sorprendió, a demasiado temprana edad, descubrir que en los países árabes, además de mujeres veladas y hombres de mirada adusta y penetrante, serpenteaban alcantarillas y senderos de medina anochecida vicios esperpénticos, malsanas aficciones, invertebrados deseos. Quiero decir que Chukri hablaba (literalmente: Chukri escribía como hablaba) de pedofilia, abusos, drogas, degenerada violencia de género, náusea sartriana...todo un catálogo de perversiones que creíamos, (ególatras) los occidentales, propias de nuestras sociedades. Pero no. Resulta que al otro lado de esa húmeda lengua de 14 kilómetros que separa Europa de África, los humanos ensucian sus realidades más beatas con arrebatos de bofetón intempestivo y fornicación equívoca. Que el sexo no es sucio lo sabemos algunos, que la suciedad se la imprimimos los humanos lo intuyen un puñado más. Chukri expuso su sexo rugoso como corteza de árbol caído en las páginas que nos regaló a quienes, a este otro lado del mundo, el civilizado, creíamos aún en el compromiso social del artista. Que la literatura no ha de ser tropel de panfletos revolucionarios lo
saben todos aquellos que no consideran obra de arte El Manifiesto
Comunista ni el Mein Kampf. Porque no hablo de revindicar luchas menguadas ni batallitas de papel, me refiero a cumplimentar páginas como si tatuásemos la piel de una virgen con los versículos satánicos de la realidad. Nada más es necesario. Tan sólo ese mínimo esfuerzo supone el compromiso social de aquel que decide perder lo mejor de sus días encorvado frente a una pantalla que escupe dioptrías o un papel cuya blancura es la máxima expresión de la nada.
Igual que Chukri, Naguib Mahfuz que, aun Nobel y fallecido, no ha visto las páginas de su monumental Hijos de nuestro barrio, libremente circulando por las librerías de su país de origen. También exponía, en sus certeros párrafos, las llagas aún palpitantes de la sociedad egipcia y eso, las autoridades, no están dispuestas a permitirlo.
Cierto: en Occidente se puede escribir de lo que a uno le venga en gana. Ya se encarga el mercado editorial de que nunca pueda leerlo lector alguno.
Escribían estos autores sobre la vida vivida y sufrida de humanos que, como nosotros, despiertan cada día cansados, ojerosos y rezongones, sólo para poder anularse frente al computarizado vacío de la oficina con la esperanza de poder llegar a fin de mes. Bueno, es cierto, la mayoría de personajes de los autores citados no conocía más oficina que el tenderete de la Medina bajo cuya sombra se despachan los productos de básico consumo que consumen sus conciudadanos. Economía de subsistencia lo llaman, algunos. No sé qué pensarán que es la nuestra.
Ahora, tiempo después, la realidad hace acto de presencia para recordarnos que cualquier tiempo pasado siempre fue mejor, que era más jugosa la esperanza de un arabismo laico y libre de tropelías dictatoriales que la realidad de un estado de alarma permanente en que distintas facciones de la misma realidad juegan a desbaratar el sueño y retomar el libre albedrío de las cadenas y los decretos.
Pero es aquí que aparece la desnortada línea editorial de un medio impreso hispano a recordarnos que no todos soñaban con la libertad de esos pueblos barbados, con el derecho a manifestar la asfixia que, en algunas, provoca el velo. Resulta que un diario mallorquín intitulado (novedoso e impactante, puro periodismo de investigación) Última Hora, agradece, a las recientes masacres ejecutadas en Egipto por las fuerzas del orden, el que las Islas Baleares verán brotar, cual medusas ebrias, en la arena rancia de sus playas, calcinadas espaldas de orondos turistas europeos que han decidido descubrir qué es eso del dolce far niente insular. O sea que, como en Egipto, la cosa está cruda, ya que viajeros alemanes, británicos y en ese plan, decidirán este año exponer la crudeza de su carne rosada al sol balear. Benditas masacres egipcias, Allah es grande, ya lo dijo el Profeta.
Mohammed Chukri, cortesía de la red |
Igual que Chukri, Naguib Mahfuz que, aun Nobel y fallecido, no ha visto las páginas de su monumental Hijos de nuestro barrio, libremente circulando por las librerías de su país de origen. También exponía, en sus certeros párrafos, las llagas aún palpitantes de la sociedad egipcia y eso, las autoridades, no están dispuestas a permitirlo.
Cierto: en Occidente se puede escribir de lo que a uno le venga en gana. Ya se encarga el mercado editorial de que nunca pueda leerlo lector alguno.
Escribían estos autores sobre la vida vivida y sufrida de humanos que, como nosotros, despiertan cada día cansados, ojerosos y rezongones, sólo para poder anularse frente al computarizado vacío de la oficina con la esperanza de poder llegar a fin de mes. Bueno, es cierto, la mayoría de personajes de los autores citados no conocía más oficina que el tenderete de la Medina bajo cuya sombra se despachan los productos de básico consumo que consumen sus conciudadanos. Economía de subsistencia lo llaman, algunos. No sé qué pensarán que es la nuestra.
No lo sé, ya digo. Pero puedo imaginarlo. Nuestra economía juega a las matemáticas con la sangre de los desfavorecidos, aprende a sumar y restar al albur de las vidas humanas de aquellos que no consideramos humanos porque visten túnica, calzan taparrabos, rezan con el culo en pompa, o consumen drogas ilegales que los Gobiernos aún no han podido catalogar. Salvajes, les llamamos. Con razón, según algunos: tanta Primavera Árabe y lo único que querían era más sometimiento religioso, nada de libertad, la mujer sometida y violada...¡salvajes!...y además son casi negros...
Quizás no comprendimos a tiempo que aquellos revolucionarios árabes ya eran como nosotros, y lo único que deseaban era exportar la violencia a las calles de Occidente, para lograr que más turistas visitaran las Pirámides y solventasen los problemas económicos de numerosas familias. Les salió el tiro por la culata. En eso distan de nosotros que, sabedores de que la revolución sólo conduce a callejones sin salida, decidimos hacerla en facebook, twitter, o entradas de blog como esta.
Porque los occidentales, como sabemos que la literatura no ha de tener mayor contexto social del que tuviesen el Mein Kampf o El Manifiesto Comunista, decidimos utilizar ésta en los periódicos y abrir portada con: "La masacre en Egipto desviará a miles de turistas hacia Balears". Piénsenlo bien: ese titular sea tal vez más comprometido que cualquiera de las novelas de gran consumo que consumimos hoy día. Es, al fin, todo un pormenorizado estudio sociológico de estos tiempos que nos ha tocado vivir.
Porque los occidentales, como sabemos que la literatura no ha de tener mayor contexto social del que tuviesen el Mein Kampf o El Manifiesto Comunista, decidimos utilizar ésta en los periódicos y abrir portada con: "La masacre en Egipto desviará a miles de turistas hacia Balears". Piénsenlo bien: ese titular sea tal vez más comprometido que cualquiera de las novelas de gran consumo que consumimos hoy día. Es, al fin, todo un pormenorizado estudio sociológico de estos tiempos que nos ha tocado vivir.
De nuevo debo presentar mis respetos. Hermano res grande.
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