Vengo del abandono vegetal del Trópico, de la desbandada de guacamayos ensuciando de color la noche de la jungla, de charlas como paseos en compañía de tu propia sombra, cuando ésta, más que oscuridad, es alergia de luz. Vengo, por resumir, del Paraíso. Y no hay serpientes parlantes ni manzanas de doble filo a la luz de los farolillos que agasajan la palabra y la camaradería inauguradas por la espuma de unas cervezas que no pagan más impuesto que el de la ebriedad bien entendida y mejor compartida. En el Trópico, ya digo, compartir un trago es alargar el momento del diálogo y la cercanía.Y regresar al catre es intentar anular el recuerdo de aquellas noches incendiadas en nicotina y alta gradación alcohólica de una juventud que ya apenas creo haber vivido.
Pero la memoria juega al escondite y se aparece, de tanto en tanto, como queriéndonos advertir que nunca fuimos tan presentables y dignos de confianza como aparentamos a día de hoy. Es entonces que me atropellan recuerdos de noches gastadas al ritmo de rock de garrafón y tabaco intoxicado en THC, alboradas como revoluciones de la nada en que escondíamos nuestros más vivos deseos, cuando la ebriedad y la ausencia de horizonte tiznaban de melancolía los placeres y los días.
"¡Vicioso!", te decían tus padres, cuando el vínculo fraterno se deshilvanaba en las frases inconexas con que intentabas animar la humilde cena familiar, regresado del tráfago de alcohol adulterado, revestido por un aura de nicotina festiva y torpeza de fin de semana.
Y "una cosa es libertad, pero otra bien distinta es libertinaje, así va el país", escuchabas mascullar a tu progenitor, indignado ante tu aspecto de mendigo de centro comercial dos en uno. Él trabajaba duro para poder proveerte educación y alimento, y tú malgastabas el frágil vidrio de su sudor entre nubes de alquitrán y monóxido de carbono, sumergías sus esfuerzos en mareas de Johnnie Walker más fraudulento que tus sueños de un futuro prolijo en felicidades y experiencias.
Regreso del paraíso y leo (prensa cibernética) que en mi tierra de origen han vuelto, los lúgubres teleñecos del mercado, a subir los impuestos al alcohol y el tabaco, una vez más, amparados en su contradictorio socialismo de todo a 1€, ése que les obliga a cuidar de la salud y el porvenir de sus votantes con más encono quizás que el bolsillo de sus propietarios. Y es que el vicio siempre hiere, tanto al organismo humano como al sistema, parece. Los mismos gobernantes del miedo y el tedio oficinista juegan a mermar, por otra parte, la delicada salud de aquellos que les auparon a la grupa insaciable y bailarina del más vicioso de los poderes, y privatizan hospitales, deniegan auxilio médico, tarifican a precio de Givenchy las medicinas y las intervenciones quirúrgicas, ponen cerco a la puerta que intitula como URGENCIAS los desastres a que da la bienvenida.
Mi padre, así me lo dice (conexión cibernética), añora mi vicioso retorno. Tal vez, y eso no me lo dice, para que adquiera vino del caro y, de esta forma, además de celebrar el reencuentro, pueda yo aportar mayor porción de impuestos con que poder cubrir el agujero del gasto médico. Tal vez los tributos que el Estado me intervenga por obra y gracia de mi desmedida ingesta de alcohol y tabaco puedan facilitar que el sistema abone las medicinas que mi padre ya no puede pagar. Tal vez, con mis vicios, pueda él seguir malviviendo un par de años más.
Pero la memoria juega al escondite y se aparece, de tanto en tanto, como queriéndonos advertir que nunca fuimos tan presentables y dignos de confianza como aparentamos a día de hoy. Es entonces que me atropellan recuerdos de noches gastadas al ritmo de rock de garrafón y tabaco intoxicado en THC, alboradas como revoluciones de la nada en que escondíamos nuestros más vivos deseos, cuando la ebriedad y la ausencia de horizonte tiznaban de melancolía los placeres y los días.
"¡Vicioso!", te decían tus padres, cuando el vínculo fraterno se deshilvanaba en las frases inconexas con que intentabas animar la humilde cena familiar, regresado del tráfago de alcohol adulterado, revestido por un aura de nicotina festiva y torpeza de fin de semana.
Y "una cosa es libertad, pero otra bien distinta es libertinaje, así va el país", escuchabas mascullar a tu progenitor, indignado ante tu aspecto de mendigo de centro comercial dos en uno. Él trabajaba duro para poder proveerte educación y alimento, y tú malgastabas el frágil vidrio de su sudor entre nubes de alquitrán y monóxido de carbono, sumergías sus esfuerzos en mareas de Johnnie Walker más fraudulento que tus sueños de un futuro prolijo en felicidades y experiencias.
Regreso del paraíso y leo (prensa cibernética) que en mi tierra de origen han vuelto, los lúgubres teleñecos del mercado, a subir los impuestos al alcohol y el tabaco, una vez más, amparados en su contradictorio socialismo de todo a 1€, ése que les obliga a cuidar de la salud y el porvenir de sus votantes con más encono quizás que el bolsillo de sus propietarios. Y es que el vicio siempre hiere, tanto al organismo humano como al sistema, parece. Los mismos gobernantes del miedo y el tedio oficinista juegan a mermar, por otra parte, la delicada salud de aquellos que les auparon a la grupa insaciable y bailarina del más vicioso de los poderes, y privatizan hospitales, deniegan auxilio médico, tarifican a precio de Givenchy las medicinas y las intervenciones quirúrgicas, ponen cerco a la puerta que intitula como URGENCIAS los desastres a que da la bienvenida.
Mi padre, así me lo dice (conexión cibernética), añora mi vicioso retorno. Tal vez, y eso no me lo dice, para que adquiera vino del caro y, de esta forma, además de celebrar el reencuentro, pueda yo aportar mayor porción de impuestos con que poder cubrir el agujero del gasto médico. Tal vez los tributos que el Estado me intervenga por obra y gracia de mi desmedida ingesta de alcohol y tabaco puedan facilitar que el sistema abone las medicinas que mi padre ya no puede pagar. Tal vez, con mis vicios, pueda él seguir malviviendo un par de años más.
Y yo viniendo del paraíso, donde los vicios son de contrabando. Allá (no todo es perfecto) creen en Dios y en Jesucristo. Yo creo en el Estado, que vela por nosotros con igual celo que el mesías cristiano.
¡Amén!
¡Amén!
Redondo es el disco sorpresa de Fundador, redondo son todos los premios de Fundador. Redondo es el placer, del que bebe Fundador... redondo es tu artículo.... Cuentes lo que cuentes, cuando todo encaja así uno se da cuenta de lo que es el arte de las palabras....
ResponderEliminarMi beso ENORME y CARIBEÑO para los CUATRO!!