miércoles, 10 de octubre de 2012

élite insomne

Ha regresado la enfermedad, como una caricia imprecisa, a desordenarme las horas, los tiempos, los sentidos. Parece al menos que, cuando enfermos, algo de provecho hacemos: transgredir horarios, abaratar las responsabilidades al igual que abaratan el despido los prohombres de progreso. Quizás también lo hagan ellos por enfermedad, mental en este caso.

El caso es que amanecer a un día de enfermedad te permite leer la prensa prestándole aún menos atención que cualquier otro día y, paseando la mirada por entre las líneas en negrita de los titulares como lo haríamos con el perro del vecino por entre la hojarasca agreste del parque de enfrente, encontramos noticias que nos suenan a anécdota, o anécdotas que nos parecen noticias, quién sabe. Yo, hoy, algo he leído sobre la necesidad que tiene el ser humano de dormir al menos 8 horas diarias. ¿Sabiduría popular? No, viene en la prensa.

La noticia de marras parecía aludir a unos profusos y difusos estudios científicos relativos a la causa por la que algunos de nosotros necesitamos menor número de horas con el piloto automático de la vigilia desconectado para poder desarrollar una actividad laboral (siempre lo laboral, tan enquistado en nuestra piel) al día siguiente. Sinceramente, al comenzar a perder la mirada entre expresiones del tipo "molecular psychiatry", "Universidad de Ludwig", "mutación genética P385R", "cronobiólogo francés" y "short sleepers", he perdido el entendimiento todo y he volteado mi cuerpo en el jergón que acuna mis fiebres. Sólo he sacado en claro de mi lectura parcial que los que con 6 horas de reposo nocturno tenemos suficiente para enfrentarnos al nuevo día formamos parte de una élite. Lo juro, así lo afirman: formamos parte de una reducida élite.

Es cuando los renglones torcidos de la noche crean guarida en que guarecer la ausencia de sueño que las pesadillas asientan sus posaderas en el trono de la ansiedad. Pesadillas reales, no esas de las que sabes que despertarás pasado un tiempo. Guadañas que recortan la sombra de un ruido, mudos gritos que ahogan una rebanada de silencio que quería ser tu desayuno que no llegará...porque la noche se alarga se aquieta se agiganta y tú no puedes dormir y enredas el tictac mugriento de ese reloj que no tienes tartamudeando palabras, a oscuras (nunca despiertes a quien junto a tí descansa si es que tienes la suerte de poder enmudecer tu respiración agitada con el respirar calmo de un/a durmiente amado/a) en una libreta que recordabas haber dejado sobre la mesilla de noche, antes que tu mano sellase el acta de defunción de la bombilla del cuarto, ya ves, cosas de afortunados, es lo que tiene formar parte de esa élite que sólo necesita 6 horas para dormir antes de enfrentar el esplendoroso insulto del nuevo día. Y no hay soberbios sueños de ensoñadoras ninfas que te acaricien durante esas horas que se dirigen hacia el descanso como Sísifo lo hacía hacia la cumbre de la montaña, empujando segundos, minutos, como aquél una piedra y, como aquél, con el mismo nefasto resultado.

Rendimos, los que formamos parte de la "élite de las 6 horas", al día siguiente quizás tan sólo porque no tenemos trabajo que desempeñar, o porque no es el trabajo lo que nos quita el sueño. Tal vez sólo pretendamos dejar huella en este mundo al pasear esas horas de vigilia que arrebatamos al sueño para sentirnos tan sólo más desgraciados y envidiosos de el/la que a nuestro lado recompone su día entre ronquidos y planes para la jornada venidera. Vamos, lo que se dice una élite: la de aquellos que sueñan despiertos porque no les queda más remedio. Tal vez lleguen a ser élite aquellos que empleen su insomnio en elaborar nuevas recetas comerciales con las que enfermar a sus iguales...negocios, regateos, acciones, inmuebles, cifras, modas, etcéteras.

Yo hoy, por si acaso, aprovecharé la fiebre para echar una cabezadita. A ver si hay suerte y una ninfa madura de sabiduría carnal me enreda el cabello con el humo de un cigarro tardío.

Buenas noches y...que tengan dulces sueños...

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