jueves, 1 de marzo de 2012

premeditada primavera

Así que ¿uno de marzo del dosmil doce? Cambio de mes, por tanto.

Cambiamos de mes como lo hacemos de ropa interior, pensando únicamente en alcanzar esa fecha clave en que nuestros dividendos aumentan para volver a menguar. Esto es, que el final/inicio de mes nos atrae, mayormente, porque cobramos el salario mensual. Los que lo cobramos, claro, aunque sea en situación de desempleo. Los hay que no reciben esa mínima satisfacción que les permita afrontar el nuevo conglomerado de 30, 31, 28 días sin necesidad de arañar rescoldos de retazos de restos de mínima economía que les permitan seguir adelante un día más, un nuevo mes, un año quizás, quién sabe.

Es así que el estatus de desempleado te permite olvidar la importancia que supone esa fecha, como hoy, en la que el tiempo cambia de nombre y pasa a llamarse marzo, cuando antes era febrero.
¡Qué veloz!, ¡qué vertiginoso el trueque nominal! Hemos trocado el nombre a nuestros días con más facilidad de la que, antaño, se lo cambiamos a nuestra pareja, un suponer. 
Y no nos duele tanto. Al contrario: nos anima. Porque creemos descubrir en las nuevas fechas que el calendario hará bailar al son de su marcial marcha, ilusiones y esperanzas que, ¡ay!, con total seguridad, tendremos que postergar hasta que un nuevo nombre visite nuestros días. ¿Quizás Abril?, ¿tal vez Mayo, con su torrente de flores y sus más diurnos transcursos? No sé. No lo sé, pero intuyo, en la ausencia de necesidad por el paso al nuevo mes, tanto un fervor de sonrisas como una explosión de coraje. Cada cual a su manera. A cada uno ¿lo que es suyo? No, no creo que así sea.

Sólo deseo a todos los que no verán crecer, para volver a encoger, los números que animan su cuenta corriente, su vida, que se entreguen sin titubeo a la marea joven del paso de las jornadas y se sientan más libres por no sufrir la esclavitud del día a día, de las noches de sueño breve y los días de transcurrir eterno a la sombra de una pantalla pixelada o una maquinaria esclavista. Sonreíd pensando que el nuevo mes será igual que el anterior, como para el resto de la humanidad. Buscad la alegría en dónde nadie la encuentre, ¡qué más da!, nadie acudirá a recomponernos el naufragio, y la vida nos regala sorpresas como la de no tener que ansiar el fin de mes más que por el cambio de nombre. Quizás el desuso de los horarios esclavos descubran en nosotros ritmos que hasta hoy manteníamos ocultos.


Hoy, ya, en las calles, el nombre del tiempo va tornando primaveral, y se escucha un murmullo de floración en los cuerpos gloriosos de los inconformistas. Afloran voces y brazos como claveles insomnes, que van tiñendo la atmósfera de tierna primavera rebelde.

Pensadlo bien: quizás no estemos tan solos.

1 comentario:

  1. "Buscad la alegría en dónde nadie la encuentre, ¡qué más da!, nadie acudirá a recomponernos el naufragio, y la vida nos regala sorpresas como la de no tener que ansiar el fin de mes más que por el cambio de nombre" Me gusta esta frase... porque siempre queremos buscar donde no se puede, encontrar donde no hay... y las pequeñas cosas del día nos pueden traer las mas grandes alegrías de nuestra vida...

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soy todo oídos...