Parece ser que los científicos, hoy, ante la falta de fondos para estudiar viables vías para la liberación de esa dictadura molecular que es el cáncer, o esa oligarquía inaccesible que es la desnutrición, por ejemplo, entretienen sus entretenidas horas de contemplación, estudio y análisis en menudencias sufragadas por las multinacionales de la idiocia y el "todos iguales".
Disculpen que me aparte de mi natural "políticamente correcto" ajeno al insulto y la soflama, pero es que me inflama el ánima leer una de esas noticias con que la pretendida prensa seria insulta mi capacidad psicomotriz y psicológica en un domingo de lluvia desmedida y huracán latente. Aunque... rebajemos el tono y pongámonos a la altura de la verdadera noticia, que se produce en un medio audiovisual orientado a epatar y llenar los huecos que las personas de bien no pueden cumplimentar recurriendo al onanismo, por ejemplo, por hallarse ya mermadas sus facultades sensoriales. No sé bien si es el sacrosanto YouTube o una cadena privada anglosajona, quien ha creado el invento: poner en manos de un adolescente de hoy día uno de esos aparatos que llamábamos walkman y que servían para reproducir cassettes musicales. Hacen esto para registrar ante las cámaras las alucinadas reacciones de estos adolescentes conejillos de indias. Reacciones que podemos imaginar: qué es esto, para qué sirven estos botones, cómo podían vivir con este aparato "los antiguos"... y etecé etecé mientras quien observa el video de marras no puede evitarlo: menuda risa cómo cambian los tiempos que viejos somos y etecé etecé... y yo crecí en los 80 y los jóvenes de hoy no saben valorar y la música enlatada en internet es lo peor y etecé etecé... y grupos en facebook proclamando yo fui a E.G.B. y cómo molaba enrollar las cintas de cassette atoradas en los mecanismos del walkman con un boli bic y etecé etecé...
Vengo yo, estas noches, recurriendo a mi mano en pena para aliviar las penas con que la vida pretende condecorar mi pecho escuálido y animar el reloj de cuco resfriado que debería darle cuerda a mis horas muertas. Por supuesto, mi imaginario es fructífero en pieles y recovecos femeninos que acuden a la memoria táctil de mis dedos en el momento de la caricia solitaria, para salvarme la melancolía y redecorar de lúbrico gotelé las paredes de la habitación en que escribo perdiendo la temperatura de los días.
Y es que el inconsciente consciente, estos días, me derrumba la piel con besos que edificaron mi carne y redecoraron escalones en que el deseo, más que verterse, dio vida a la subida de peldaños perdidos en que convertí mi vida. Llegan a mí besos como metáforas y caricias como invencibles navíos naufragados en la batalla húmeda de la carne y el riesgo.
Así es como mis labios mudos recorren de nuevo la costura infantil de tu pubis despertando asombrosos asombros en la humedad terca de los tuyos. Mi pulso amenaza arritmia recreándote en el vacío que rodea, esta noche, mi erección de asesinato y nervio. Te recuerdo y elaboro, con la cinematografía inexacta de la imaginación, el milagro vibrátil de tu sexo, esta noche, ya digo. Y, no puedo evitarlo, me sorprendo ante el mecanismo táctil de tu vientre, intentando averiguar para qué sirven tantos botones, cúal apretar primero, qué efecto tendrá la soledad de mi tacto al deslizar el interruptor preciso y solitario de tu nervio.
El cuerpo, con sus recónditos engranajes, sus interferencias incomprensibles, su metafísica cuántica y sus mecánicas divinas. El cuerpo femenino que hoy, en la ebria noche del abandono a uno mismo, viene a mi memoria para sorprenderme de nuevo con su imposibilidad de clavijas como poros y tuercas como papilas gustativas. Me siento niño, ya ves, tan sólo recordándote, y tu pubis es un walkman en que introduzco con mimo y miedo el cassette desvencijado de mi sexo para preguntarme, al instante, cómo accionar el play que te arrebate de música interior en que acompasar mis deseos.
Y es que el inconsciente consciente, estos días, me derrumba la piel con besos que edificaron mi carne y redecoraron escalones en que el deseo, más que verterse, dio vida a la subida de peldaños perdidos en que convertí mi vida. Llegan a mí besos como metáforas y caricias como invencibles navíos naufragados en la batalla húmeda de la carne y el riesgo.
Así es como mis labios mudos recorren de nuevo la costura infantil de tu pubis despertando asombrosos asombros en la humedad terca de los tuyos. Mi pulso amenaza arritmia recreándote en el vacío que rodea, esta noche, mi erección de asesinato y nervio. Te recuerdo y elaboro, con la cinematografía inexacta de la imaginación, el milagro vibrátil de tu sexo, esta noche, ya digo. Y, no puedo evitarlo, me sorprendo ante el mecanismo táctil de tu vientre, intentando averiguar para qué sirven tantos botones, cúal apretar primero, qué efecto tendrá la soledad de mi tacto al deslizar el interruptor preciso y solitario de tu nervio.
El cuerpo, con sus recónditos engranajes, sus interferencias incomprensibles, su metafísica cuántica y sus mecánicas divinas. El cuerpo femenino que hoy, en la ebria noche del abandono a uno mismo, viene a mi memoria para sorprenderme de nuevo con su imposibilidad de clavijas como poros y tuercas como papilas gustativas. Me siento niño, ya ves, tan sólo recordándote, y tu pubis es un walkman en que introduzco con mimo y miedo el cassette desvencijado de mi sexo para preguntarme, al instante, cómo accionar el play que te arrebate de música interior en que acompasar mis deseos.
Así que no veo la noticia en la reacción de un niño ante el walkman que utilizaban sus padres. Al fin, yo, cuando recuerdo tu cuerpo desnudo, creo descubrirlo de nuevo y me pregunto para qué sirve, cómo se utiliza, de qué manera evitaré que la cassette quede enredada en tus labios quebrando esa música endemoniada que dice te adoro, te quier, te deseo...
Si esos jóvenes sorprendidos (los del video en cuestión) aman la música, es normal que no comprendan cómo reproducirla con un aparato antiguo. Yo, cada vez que muestras ante mi niñez de pequeño guerrero erótico la tecnología desnuda y perfecta de tu desnudo, comienzo a preguntarme cómo reproducir en ella las notas de tu voz quebrada en deseo.
De momento, esta noche, olvido absurdos experimentos generacionales, regreso a mis solitarios vicios, cierro los ojos y, con el poeta, canto: queda la música...
Si esos jóvenes sorprendidos (los del video en cuestión) aman la música, es normal que no comprendan cómo reproducirla con un aparato antiguo. Yo, cada vez que muestras ante mi niñez de pequeño guerrero erótico la tecnología desnuda y perfecta de tu desnudo, comienzo a preguntarme cómo reproducir en ella las notas de tu voz quebrada en deseo.
De momento, esta noche, olvido absurdos experimentos generacionales, regreso a mis solitarios vicios, cierro los ojos y, con el poeta, canto: queda la música...
Aprenderse
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