Sólo una rodaja de luna y un deambular exacto hacia ese lugar del crimen donde siempre regresa el criminal alumbrado por las pedradas de luz de una noche a la que olvidaron ponerle el pañal. Sólo un par de cañas mal tiradas, un desacierto de vendimia y tu mirada multiplicada en verde oliva oscuro negro casi azul casi verbo. Vamos a ver a Nick Cave, me decías, temblor en la voz todo filigrana de sepia que no se sabe desangrar. No vamos a ver a Nick Cave, amor, él va a verte a ti, más bien. Yo únicamente te lo susurraba. Y los dominios de Marte, dios de la guerra, de la virilidad y el ensanche, también de la cultura y de la primavera, que es puro dilatar, mientras entre tus pestañas como siega temprana se afilaba el temblor de una noche que nadie intentaría siquiera igualar. ¿Nadie? Nunca temblor es nadie si hay tripartito repartiendo la baraja.
The last time you came around here, it was to rescue me resuena en mi mente antes de bullir en la garganta del bardo australiano. Y yo ya casi ni recuerdo esa última ocasión. Pero soy incapaz de olvidarla.
¿Dónde estará Nick Cave en estos precisos momentos, Munay? ¿Puedes imaginarlo? Sendoa se lo pregunta y, de paso, te lanza el cuestionario. Pero recuerda que no hay respuesta errónea. Tomando un vino, como tú, me susurraste. Tomando un vaso de agua en que reflejar su faz antes de emprender el aquelarre, como tú, susurré yo hacia mis adentros.
25 de octubre de 2024. Munay me lleva a ver a Nick Cave mientras el australiano me invita a contemplar más y mejor a mi hijo, objeto de miradas y sonrisas milagro de los circundantes. Can you take care of my child? I need to go to the bathroom. Y la irlandesa sonríe y dice: your child is beautiful. You are beautiful, aulló, después, el sacerdote impolutamente encorbatado, cuando ya abandonábamos la iglesia. You are beautiful, repitió la irlandesa comprendiendo el plural. You are beautiful, se desangró, gritando, el chamán. Pero ya no estábamos. Ya sólo éramos tres, santísima trinidad del sueño y el daño, perdidos en las calles de Madrid y a punto de emprender el vuelo hacia los islotes del desgarro. Munay sólo tiene diez años. Y la liturgia la comprendió casi ayer sin sentirse religioso ni cristiano, lo siento, Nick.
Nunca estuve en NYC ni asistí a una misa gospel, pero ya he circundado en dos ocasiones el milagro y he gritado cry, cry, cry a la par ya que ese you are beautiful que todo lo contiene. Como tú contenedor de mi mirada más perdida, de mis manos cuando garras arañan vino de empedrado, marea calma porque no te advierte y pasillos de vuelos lejanos masacrados por las hordas del jolgorio que no atienden, nunca, al daño.
Dios se hizo salvaje y blanco en Madrid, mientras los pecados palpitaban ignorantes de que quedarían a medio consumir. Devino el profeta advirtiendo la llegada de un dios salvaje y yo quedé, poco después, en ese limbo extraño en que se acunan los ángeles que saben que habrán de caer. Un dios salvaje y blanco como tus manos, como su sonrisa lirio, como las tumbas en que anidan adioses de precipicio y simas en que arañan cumbres tus miradas cuando me lo dices sin decirlo y yo me tatúo en la piel la dermis de un sueño que bien pudiese ser el falo de un ángel o la digestión de un lotófago, como tus dedos labrados por Bernini y tu tráquea cuando atropellada por mi corazón, como la infancia de tu abrazo, la jungla agitanada de tu dorso y tu respiración a la contra.
Nick Cave aullaba y tú. Y yo, claro, comprendiendo que dios bien pudiera ser salvaje y blanco como la garganta negra de los cantos tribales y la cúpula encapsulada de las tormentas que deciden inquietar el vuelo de aeronaves sin saber que en su interior habitan corazones extirpados por los muñones de la distancia. Nick Cave elevó sus manos y entre sus dedos, ya tuyos, milagros florecieron masticándonos las encías. Munay, tan hermoso, tan pleno, creo que nunca recordarás cómo sonreías multiplicando otra sonrisa casi atlántica por más que perdida entre callejas de barrio olvidado en algún suburbio en que desearía la Callas hacerle coro al bardo australiano. Nick alzó una pierna y un zanco elevó tus pestañas milagro mientras otras se desvestían pinturas que nunca necesitaron. Nick sonrió y susurró you are beautiful y tus dedos hicieron de los míos barro y brotó entre nosotros un dios salvaje y blanco.
From her to eternity fue grito de guerra y tú me preguntaste qué quería decir y yo te grité canta y no intentes comprenderlo, ojalá nunca tengas que hacerlo. From her to eternity abandonando un hostal enfebrecido de silencios no pronunciados y caminando el dorso de una marea que en lo más hondo de mi garganta se hace esquirla. Canta, Munay, canta, salta y grita y después el mareo y ya es hora de abandonar el templo. Llegarán días en que camines como papá con rodillas desolladas el Gólgota de los sueños. Pero no todavía, así que ahora salta y canta a un dios salvaje y blanco como las encías que me sueño cada noche cuando te canto sólo para contemplar el milagro de tus párpados trenzados en sueño y descanso mientras muerdo el delirio de tu fase REM, el sendero invertebrado del descanso.
Un dios salvaje y blanco y un abrazo fugaz y cálido como las brasas sobre las que tuercen pupilas las sardinas recién rescatadas de la vida para alimentar nuestra voracidad de espanto y labios cercenados en el momento inaugural del beso. Un pasear, en soledad, las deslavazadas mareas de un puerto. Un perderse en recovecos que sólo en nuestro interior anidan. Los peces no saben nada del deseo, mueren hacia arriba y Nick Cave es un fantasma que con sus prédicas te moldea los labios.
I'm transfroming, I'm vibrating, look at me now. Te he sentido palpitar. Nos he sentido palpitar, a nosotros. Nos hemos sentido y somos dos pálpitos y otro más, que nos contempla como tercer ojo de esa santísima entelequia trinitaria que a tantos nos hizo comulgar y aun sentirnos culpables del pecado. Sólo un dios salvaje y blanco elegantemente vestido de traje chaqueta con los bolsillos repletos de dados puede recomponer, en su taller de timbre y yunque, los recorridos de una femoral, el pulso inguinal y el cordón umbilical antes de que alguien decida desgajarlo de un mordisco que, inverso, sin saberlo, recomponga su recorrido.
Tus dedos, Munay, hijo, se alzaron hasta copar esos cielos que yo, después, recorrería soñando el cielo de un paladar que desembocaría en tormenta y paseo ebrio por las calles de una ciudad que nunca me quiso. Tus dedos, Munay, hijo, recomponiendo el cielo de Madrid cuando es todas las ciudades. Y tú sin saberlo. Pero no olvides, nunca, que Nick estuvo ya, antes, aquí, y sólo regresó para cantarte you are beautiful.
My hand searching for your hand searching for my hand searching for you hand searching for mine
And I will always love you.