tag:blogger.com,1999:blog-75356951457731768032024-03-13T16:11:41.213+01:00postales desde el Hafael joven Cerezalhttp://www.blogger.com/profile/05043539648348620408noreply@blogger.comBlogger255125tag:blogger.com,1999:blog-7535695145773176803.post-12425073497952747992023-09-26T20:47:00.003+02:002023-09-26T20:52:22.275+02:00de mayor quiero ser poeta social<div style="text-align: justify;"><div style="text-align: right;"><i>de pequeño me enseñaron a querer ser mayor,</i></div><div style="text-align: right;"><i>de mayor quiero aprender a ser pequeño</i></div><div style="text-align: right;"><b>Enrique Bunbury</b></div></div><p style="text-align: justify;">Ahora, que se ha acabado el verano y todos regresamos al redil para no sentirnos desubicados, paseo las calles estrechas. No las amplias avenidas. Porque en lo estrecho, la luz es un milagro. Como cuando separas las patas de un cangrejo y te invade, antes de saborearlo, el fulgor de todos los milagros que la sal compuso para tu paladar, arrebatada cual <b>Wagner </b>soñando valquirias mientras otros le soñaban invasiones a sus pentagramas y a los cuerpos que nunca se soñaron desahuciados. Y de pentagramas están hechas las calles estrechas. Y todo es música en ellas. Y los alrededores son mercado en que no deseo comprar.</p><p style="text-align: justify;">Porque ya pasó el verano, y la ansiada ansiedad por comentar a familiares y extraños los deambulares de tus pasos por el orbe han quedado muy atrás. Y no han impresionado a nadie. Todo ha sido una competición de kilómetros acomodados, sonrisas de <i>Instagram</i> y dineros malgastados.</p><p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg47iTEnLef7Z1EUUR6q-QECTSNOHc5UXDSEEaxkSOjX__EbLncDCsxzawCY494HUcyRA8QJtMlbfhNgVuCCVKqOvUqz0et33T6-blSb2ClxqO3aYtRKNYjCnzXo0VmiYXvqZcULSxuSGkEClBGH-eQPU7NBrUBFV1LIL4iJo2HpySuiEeUE5z5sqaj3o0l/s3840/IMG_20181117_114125.jpg" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="3840" data-original-width="2160" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg47iTEnLef7Z1EUUR6q-QECTSNOHc5UXDSEEaxkSOjX__EbLncDCsxzawCY494HUcyRA8QJtMlbfhNgVuCCVKqOvUqz0et33T6-blSb2ClxqO3aYtRKNYjCnzXo0VmiYXvqZcULSxuSGkEClBGH-eQPU7NBrUBFV1LIL4iJo2HpySuiEeUE5z5sqaj3o0l/w225-h400/IMG_20181117_114125.jpg" width="225" /></a></div>Ahora, que se ha acabado el verano, volvemos a recluirnos en nuestro pequeño mundo raro. Y yo sólo sueño con agarrar la mano a mi madre y susurrarle al oído: mamá quiero ser artista. Pero eso, hoy, suena algo así como desangelado. Así que le susurro que, de mayor, quiero ser poeta social. Porque formamos un conglomerado de carne cruda al que alguien debe reprender por seguir erigiéndose en rebaño. Y ser poeta social ayudaría a más de uno a sacudirse el barro. Eso pensamos, los que nos deseamos creer poetas y, además, sociales, cuando, llevados por la angustia existencial soñamos haber encontrado el camino hacia la redención siendo pastores de almas perdidas, como el gimnasta aquel de las barbas y los panes y peces haciendo orgía entre sus labios. <p></p><p style="text-align: justify;">Y el camino era de espinas, como la corona del mesías. Pero a mí, los panes, sólo tú me los provees, entre fogones y caldos de buena añada. Y los peces: hacia dentro, cuando nadan con maneras de salmón tan feo como mi cuerpo desdoblado en gimnasias que se desearían soviéticas y dignas como el proletariado pero quedan en naufragio.</p><p style="text-align: justify;">Así que, finalizado el verano, he decidido que mi mayor deseo es ser poeta social y cantarle versos al deambular esclavo de los parias de la tierra que habrán de erigir sus manos para reclamar su pedazo de pan sin multiplicar, el fin de las ayudas de panes múltiples para los de siempre (esos que llegan de lejos con el cuchillo entre los dientes) y la seguridad del fin de mes numerado con las cifras de un salario falso. Cifras, números a los que cantar para ver si así se multiplican como pescado chapoteando el milagro de la lotería navideña en caudal de sonrisa ante las cámaras que afilan las envidias de los fracasados sin remedio.</p><p style="text-align: justify;">La Navidad acecha en esas oficinas de <i>El Corte Inglés</i> en que ya diseñan campanas para otro año que tañe todo lo que a nadie atañe, salvo si es poeta social. Y las uvas se me atragantan, antes incluso de rozarlas con labios que hoy sólo desean esa bala en su recámara que sabe a uva no domesticada y anda presta a invadirme la tráquea.</p><p style="text-align: justify;">Ni poeta, ni social, madre, ya ves, y no me reprendas. Pero me sirvo otra copa de vino, porque no cejo en el empeño.</p><p style="text-align: justify;"><br /></p><p style="text-align: justify;"> </p>el joven Cerezalhttp://www.blogger.com/profile/05043539648348620408noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7535695145773176803.post-36210453449795381692023-08-03T21:59:00.009+02:002023-08-03T22:16:26.693+02:00la temperatura errónea de los días de verano<p style="text-align: justify;">Hay días en que la vida suicida a un nómada mientras muchos transeúntes de la irrealidad se toman fotos en lugares exóticos o inhóspitos que la realidad nunca les quiso regalar. Cosas del veraneo y el me voy de viaje con o sin doble sueldo. Sí, en este terruño todavía hay merecedores de pagas extra, que bien reciben, con mandíbula desatada en soflamas de agradecimiento al dueño. Cosas de hidalgos y siervos, así estamos. Y por eso decidimos colonizar la costa y aquietar con nuestra temperatura de orines el baño plácido de las medusas y los delfines.</p><p style="text-align: justify;">Llega agosto y cierra España, como tras Santiago. Aunque hasta Santiago también se acercan hordas de penitentes del jolgorio de postal. Ese que se hace pasar, al regreso, por musculado, beato, dolorido y espartano. Y así nos va. Y así nos luce el pelo (no hablo por mí, ahora, que luces pocas si refiero a mi cabello). </p><p style="text-align: justify;">Afuera, en la vida real, personas que no debieran, mueren. Afuera, en la vida real, quien más merece un fragor de humedad para no morir otro poco, languidece de centígrados y no hay termostato que los aquiete. Afuera, en la vida real, las copas también están llenas, pero de minutos perdidos que crujen más que la espuma de cerveza. Afuera, en las costas del destino, todo es un deambular desorientado y una lágrima al filo de los noticiarios que aún nos transmiten, en <i>prime time</i>, el baño orondo del oficinista a saldo al que los hijos increpan, más sabedores de la vergüenza que habrán de soportar cuando el otoño les regrese al colegio y sus compañeros de clase les regresen al rubor de haber visto bailar lorzas orgullosas, a orillas del Mediterráneo, a su propio padre. Pero él, al fin, salió en el noticiario. Cosas de <i>la caló</i>. O cosas de <b>Warhol</b>. Los niños se preguntarán por el sentido de la vida o caerán en el abismo pensando que el universo se expande.</p><p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjaGkjdmospHF3b1MrOaTDjv9NuG-gGeO-boOOp3a0_-2FntT-g0vA1B46K_NklZ4HEwP5PR9a9Hv-d0pBLqe8KrOD7noEVePyx14yZhtB54jik1i3IbWcDV1rVdXUtfwC78CpPSkGS4I-U6KR8HtJxeN31UDaYcQJfkf4plM9GofyxS7lDve_MMiGt-85_/s1908/marruecos132.jpg" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="1272" data-original-width="1908" height="266" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjaGkjdmospHF3b1MrOaTDjv9NuG-gGeO-boOOp3a0_-2FntT-g0vA1B46K_NklZ4HEwP5PR9a9Hv-d0pBLqe8KrOD7noEVePyx14yZhtB54jik1i3IbWcDV1rVdXUtfwC78CpPSkGS4I-U6KR8HtJxeN31UDaYcQJfkf4plM9GofyxS7lDve_MMiGt-85_/w400-h266/marruecos132.jpg" width="400" /></a></div><div style="text-align: justify;">Hay días de verano en que el invierno muerde con dentadura más feroz que la que se le presupone a todo infierno. Días de perder las noticias porque pierde el que, de verdad, con barbada ferocidad, te las quiso estar, durante años, contando. Días en que descubres que hasta el Death Valley estadounidense, el lugar más caluroso del planeta, se llegan hordas de turistas para fotografiarse junto a un termómetro que muestra el declive de todas las civilizaciones. No miento, lo leí en la prensa. Y no era bulo, me he permitido ese sano ejercicio de constatar lo que leo cuando pretendo informarme. Me enseñaron otros que hoy ya no, esos que se van y duelen. </div><p></p><p style="text-align: justify;">Sí, leído y constatado. Los habitantes del citado valle de la muerte languidecían de ídem por el calor, hasta hace poco. Ahora la temperatura no importa. Aquel lugar ha entrado en las rutas de los touroperadores, y aunque Belcebú continúa celebrando allí sus bacanales, los lugareños ya tienen dinero a espuertas y pueden adquirir prodigiosas máquinas que les acondicionan el aire. Miles de turistas dispuestos a sufrir temperaturas que superan los 56º sólo para instagramearse y sentirse inmortales. Mientras, otros mueren, y no pueden contarlo como sabrían: mejor que nadie. Otros que han recorrido batallas y han salvado el pellejo para despellejarnos el sentir de las víctimas que nunca soñaron disfrutar de estos períodos vacacionales, víctimas de la vida cuando se pone seria y nos recuerda que somos mortales.</p><p style="text-align: justify;">Pero no hay batalla alguna, a día de hoy, más allá de la foto que fotografía tu cara de foto fotografiada en el instante en que te juegas la vida para salir en la foto y sentirte fotografiable. Disculpen, el teclado ha estado bebiendo, y para mí 30º en solitario son más calor que el del ciclista que ha dejado atrás al pelotón y se acerca a meta henchido de <i>Euritox</i>. Y sí, me sé mortal. Por eso sólo ansío un baño de calor inmortal y una instantánea que incendie todo de pasto crecido hasta límites inconfesables. Y soñar con una tierra sin calor de averno. Y con la aniquilación de todo aquel que lo jalea ignorando lo real sólo por salir bien en la foto y regodearse en la oficina de sus vacaciones pagadas con broma mortal durante todo el invierno. Y de paso, por qué no, que sigan viviendo quienes aún estén dispuestos a contármelo. Y de paso, por qué no, que me regales otro baile de fuego y que nos mordamos rodajas de carne y rabia de sabernos tan mortales. Y hacerlo eterno aun a costa del fragor de los relojes.</p><p style="text-align: justify;">Porque, al fin, aunque tantos lo nieguen, somos mortales y la temperatura es importante.</p>el joven Cerezalhttp://www.blogger.com/profile/05043539648348620408noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7535695145773176803.post-88459306409340442962023-06-25T22:20:00.008+02:002023-06-25T23:15:25.171+02:00hallo spaceboy<div style="text-align: left;"><div style="text-align: center;"><i style="text-align: right;"><span> </span><span> </span><span> </span><span> </span><span> </span><span> </span><span> </span><span> </span><span> </span><span> </span><span> </span><span> </span><span> </span><span> </span><span> </span><span> </span><span> </span><span> </span><span> </span><span> </span><span> </span><span> </span><span> </span><span> </span><span> </span><span> </span><span> </span></i></div><div style="text-align: left;"><i style="text-align: right;">Papá, dame la mano que tengo miedo</i></div><div style="text-align: left;"><b>Leopoldo María Panero</b></div></div><p style="text-align: justify;">En algún momento tiene que llegar, me dices, con una canción añeja danzándote los párpados. <i>Suspiros de España</i>, dices, nunca te gustó, pero es hermosa. Yo sólo pienso en la versión que acuchilló <b>Diego El Cigala</b>, y tiemblo, pero no te respondo porque más vale sonreír, ahora, y recordarte que tenemos que repetir cocidito madrileño en Vallecas, como antaño, por ahí quedó escrito, ¿quién lo recuerda? Yo, hijo. Al menos leíste un texto mío. Claro, eras el protagonista. Y ríes deformando la vasija de tu paladar en falsa ouija. ¿Quién viene? No tengas prisa, ya vendrá, llegar sin aviso es de mala educación. Salvo que sea ella, clamas y ríes. Sí, padre, salvo que sea ella, tienes razón, como la tengo yo al confirmarte que si todo llega no todo ha de ser malo. Pues eso, hijo, lo bueno también llegará, ten calma, cierras.</p><p style="text-align: justify;">Abro los ojos. Pasamontañas de hiel en los párpados. No más esconderse. Sólo terrorismo del bueno, ya me entiendes. Ya me enciendes. Que la realidad no me interesa, padre, te digo, y que me la sopla <b>Ayuso </b>y me la pelan sus tropelías, tanto como los puentes de Chicago. ¿Dónde está eso? Por ahí, por los <i>states</i>, padre, pero aquí, ahora, esa mujer que incinera con sonrisa el daño es una enfermera y no tiene brazos de alambre ni pies de barro, deja de mirarla como si te estuviese buscando un cuarto oscuro, sólo hace su trabajo. </p><p style="text-align: justify;">Qué sentido tiene el poema cuando sólo la carne es poema y no puedes degustarla, me pregunto y no te lo digo. Ya ves, en situaciones como esta y yo pensando en Poesía. Pero es que siempre está, tú no lo entiendes, porque ya lo has vivido y tienes tu Poema y te espera afuera. Así que me ahorro la perorata y te miro y sonrío y te concedo que sí, aunque no tenga certeza, que si todo tiene llegar también habrá de llegar lo bueno. Sí, claro, hijo, esta pieza late con ayuda pero la tuya ahora está en otro lado, pero ten seguro que llegará, porque todo llega. Ahora sí te lo pregunto: ¿qué sentido tiene el poema cuando sólo es carne y no puedes degustarla? Tal vez la esperanza de saber renovarla, a lo <b>Cronenberg</b>, la nueva carne. Eso no me lo dices porque tus pupilas tienden más a <b>Lynch </b>cuando el funcionario de lo sanitario te dice que todo funciona y las autovías del sístole diástole mantienen sus coordenadas. De qué manera, ya lo veremos. Calma. No hay prisa. Calma, no hay prisa, me sonríes.</p><p style="text-align: justify;">¿Se me escapa el poema, papá? ¿O lo equivoco y por eso duele? Qué cosas me preguntas, entre apósitos y silbatos de ferroviario anestesiado, ahí tan cerca. A esa sala que no me lleven. Tranquilo, estoy a tu lado.</p><p style="text-align: justify;">Estás solo, me recuerda una voz de antaño que no lo es tanto, y lo sé, y se desgarra la garganta El Cigala mientras un legionario danza bajo la lluvia de un extrarradio hecho campos en resistencia y negación, nunca contemplarse incinerados de fusil y agravio. Ay, hijo, el pasodoble, si es que no lo has escuchado bien. Lo sé, padre, lo sé, y tal vez no lo escuche porque le tenga miedo. </p><p style="text-align: justify;">¿Recuerdas Vallecas, hijo? ¡Qué cocido! El vino, del Bierzo, como mis antepasados. Ya lo sé, ya me lo has contado, también lo de tus ascensos en el banco sólo para que te condecorase un rufián condecorado de latrocinios y familias vencidas por el fin de mes acurrucándose en el barro. No te llevaré la contraria, ya sabes lo que pienso. De ellos. Del terrorismo. Del terror. Del brazo armado, este, ahora el tuyo, para levantarse de la butaca y acompañarte al box de aquí quedas tú y yo tengo que salir hasta no sé cuándo. </p><p style="text-align: justify;">Hasta ahora, padre. Y te regalo mi espalda para que la veas combada y no te resulte extraña, mientras me llega su voz y lo único que sueño es su abrazo y el cobijo urgente de su regazo. Porque la poesía será efímera o no será. Pero es que ella no es efímera, porque ella es la Poesía. ¿Y eso?, preguntas ya casi sonámbulo. Es que ella no me abraza, pero me trae su voz quebrada de versos que me extirpan todos los ocasos. Pero estás solo, me recuerda una voz de ayer mezclado con gorgoritos de alta gradación y desamparo, Campo de la Cebada, allí bailábamos tu madre y yo, resuena tu voz mientras camino hacia la sala de espera como enderezado por un fusil que me conduce a la salida que no quiero, <i>Suspiros de España</i>, y aquel soldado en la película a que ponía voz El Cigala. Y a mí, ahora, padre, el Campo de la Cebada, sólo se me aparece como un descampado de chulos emulando a <b>Lou Reed</b> antes de emprender el camino hacia el lado salvaje de la vida. Ese en que no nos quiero. Aturde el veneno.</p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiSuf9LCOsDwwKUqk1FjOwhSihgzBFY__sKkDHh_0iYgkZ1WzubnMPha00pgoiKXzUr0DsWXvx9uVWPoCLG5Pe8s6Of7UIIO5LzFZpocTwNJArZDvRODG3JyaHM_2SEfK97khytP09OigNhfcqdNfurMfQMI91GDzKAnRFnQMMS4HEEgSdmnwFP5eSD2-Q/s4080/1687719203629.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em; text-align: justify;"><img border="0" data-original-height="4080" data-original-width="3072" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiSuf9LCOsDwwKUqk1FjOwhSihgzBFY__sKkDHh_0iYgkZ1WzubnMPha00pgoiKXzUr0DsWXvx9uVWPoCLG5Pe8s6Of7UIIO5LzFZpocTwNJArZDvRODG3JyaHM_2SEfK97khytP09OigNhfcqdNfurMfQMI91GDzKAnRFnQMMS4HEEgSdmnwFP5eSD2-Q/w301-h400/1687719203629.jpg" width="301" /></a></div><p style="text-align: justify;">Salimos del pabellón de urgencias y fuimos a festejar, pero a mí, todavía, me faltaba su voz, y más aún hoy, que la necesito un grado más que hace dos días, un mundo más que hace dos años, qué cosas. Voces en grafía imbécil de teléfono móvil, ¿cómo estás?, bien, gracias, todos preguntan cómo, nadie pregunta dónde, y quien lo quisiese preguntar se esconde tras lanzar la primera piedra. Aquí mi otra mejilla, esa en que crece más la barba de papá pitufo, ya más escarcha que hombría, para recordarme que no es posible ninguna simetría.</p><p style="text-align: justify;">He descongelado dos pechugas de pollo que contenían el recuerdo de una expedición al ártico en que claudicaron fogones locos, anfibios, temblorosos, y ahora no sé qué hacer con ellas, con estas dos pechugas de pollo. Las colgaría frente a tus pechos milagro para enfurecer al dios que se creyó hacedor de seres y sólo parió abortos de ave que nunca desplegaron aviación ni acuario. </p><p style="text-align: justify;">Estás solo, me susurra una voz hecha marfil de sonrisa y lo sé, tanto como que hoy te necesitaba más que hace dos días e incluso más que hace dos años, todavía, cansino, me repito. Pero hay necesidades que cubrir y no han de ser siempre las mías. Las dos pechugas me increpan, algo habré de hacer con ellas, Munay tiene hambre y yo poca imaginación y demasiada filosofía. Abro la nevera y comprendo que el jamón, aunque de bellota, se estropea. Y pienso en piernas de gorrino, y me asquea como a musulmán, y pienso en piernas hembra, tan sólo una de ellas, ¿cuál?, la noroeste o la izquierda, qué más da, la sin curar o la que estira la herida, la del dardo contra el techo o la del disparo contra el cielo, esa que abre un boquete a la nube que rumia temperaturas para sajar de envidia al cielo, tal vez a ese otro dios que algunos llaman <b>Zeus</b>.</p><p style="text-align: justify;">Y tus dientes, padre, pronunciando el paladar a la infección de saliva seca de que hemos hecho colchón aquí, en la sala de espera del edificio de urgencias. Pero sigue funcionando, afortunadamente, el mecanismo maltrecho de los años. Todo está bien y chocaremos vidrios al salir, pronto, y yo besaré con fruición el primer trago de esta primera cerveza. Mientras, soñaré que comprendes esta insensatez mía de batallar con la palabra, tan muerta pero aún viva, cuando es vehículo torpe en que trasladar de un hemisferio a otro mi latido, de un trópico al opuesto a su acérrimo enemigo.</p><p style="text-align: justify;">Y tu mano tan distante como guante: de mercurio, de seda, de piel a veces, siempre de sueño, siempre tu tacto en el mío, hacia los cielos disparado y despierto.</p><p style="text-align: justify;">No es la distancia, no es el tiempo. Es la carencia de respiración, como estallido de branquias cuando no me esculpe la piedra frágil de los pulmones tu aliento. Descansa, padre, no temas por mí, sólo es que me desorienta las ideas, como a tus antepasados, el cierzo.</p>el joven Cerezalhttp://www.blogger.com/profile/05043539648348620408noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7535695145773176803.post-45864775300419397132023-05-17T00:00:00.001+02:002023-05-17T00:00:00.129+02:00la edad más punk<p style="text-align: justify;">Hace ya un tiempo, firmé el epílogo a la descacharrante y gozosa puesta de largo literaria de <b>Gerardo Cartón</b>, hombre orquesta de la industria musical y de la música sin industria, además de amigo de muy largo, tal vez el que de más lejanías temporales aún resista los envites del tiempo y el allá tú con tu vida y sus circunstancias. Titulé, aquel epílogo, <i>Carta abierta a un joven punk</i> (o algo así, ya no recuerdo, mi ejemplar es compartido), robándole a mi amado <b>Umbral </b>sin contemplación alguna, como a él le gustaba.</p><p style="text-align: justify;">Gerardo era mi compañero de pupitre, allá en los años del todo vale hasta que un cura te calce una ostia sin bendecir y a mano abierta. Colegio de Agustinos, creo que ya lo he dicho en alguna ocasión. Pero los dedos del párroco de turno apenas nos rozaban. Al fin y al cabo, predicaban el amor, y nosotros no podíamos dejar de amar lo mucho que nos reíamos de sus pequeños deslices terrenales. Gerardo vestía camisetas que rezaban (eso sí eran preces) <i>Anarchy in the U.K.</i> y <i>Punk's not Dead</i>, era un pieza de cuidado y derrochaba ganas de reconstruir la realidad, en vez de deconstruirla como hacen hoy tantos con la tortilla de patatas y otras gestas gastronómicas. Ya ha llovido, desde entonces, y uno cumple años y recuerda y concuerda con Gerardo en que esta es la mejor época de nuestras vidas, porque es la de hoy, y nosotros la hemos dado forma y la seguimos moldeando, cual alfarero, con las manos henchidas de poemas como latidos y caricias como labios.</p><p style="text-align: justify;">Hace unos días, tuve la fortuna de asistir a un concierto de <b>Carlos Ann</b>. Y todo fue punk. Y todo fue amor. Porque el punk es amor, como afirmo en el epílogo al libro de Gerardo. Amor respirado en las distancias cortas cuando no dejan de ser largas, y <i>no future</i> a mansalva. Y es que no, no hay futuro, esa es la realidad. La realidad, ese futuro que nos edificamos cada día para mejor deshabitarnos ansiedades, tiempos pasados y otras batallas que sólo nosotros, con aullido, música, víscera, poemas y desgarro, podemos vencer. <i>No future</i> es el hoy sin miedo. Es saltar con vértigo, sí, claro, pero sin dejar de abrazar el arrebato. Es autogestionarse los placeres más allá del onanismo. Es intensidad aunque te vaya la vida en ello. Es buscar, rechazar, destruir, rehacer, reconstruir, compartir. Es amar. Es reírse del todo en mi contra y afirmar que yo a favor. ¿De qué? Del latido, la sangre, el esperma, la saliva y todos los fluidos que acabarán abandonándonos, antes de que lo hagan. </p><p style="text-align: justify;"></p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiNtPAC-nJFgm0_cq9o1C7HfYCVKxhCMq_JgdBiUtZSvNd1fnZ6EFQNMSMy2udZ7-Fh5zPmhPTUOSats7f64y-Z1LKYOCIgZdK9m9LQQqlCjW-FWuqZZRJM0jP6MH2IgbITNFjipj_l5kRNVybGpw2sDHZilPWa46bQOrXA43KfOv2n7_6JEBQxCDOq_w/s3058/vlcsnap-2023-05-16-22h04m31s345.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1775" data-original-width="3058" height="233" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiNtPAC-nJFgm0_cq9o1C7HfYCVKxhCMq_JgdBiUtZSvNd1fnZ6EFQNMSMy2udZ7-Fh5zPmhPTUOSats7f64y-Z1LKYOCIgZdK9m9LQQqlCjW-FWuqZZRJM0jP6MH2IgbITNFjipj_l5kRNVybGpw2sDHZilPWa46bQOrXA43KfOv2n7_6JEBQxCDOq_w/w400-h233/vlcsnap-2023-05-16-22h04m31s345.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Carlos Ann, vivo y en vivo en Madrid, el 4 de mayo de 2023</td></tr></tbody></table><br />A estas alturas de la película, pasado ya el medio siglo, ¿a qué lamentarse y llorar y entumecerse en un rincón de la hipoteca o alquiler que algunos llaman hogar? Porque el hogar está, siempre, en otra parte, y no lo creas tú sino que te lo regala, si tienes suerte, alguien. Decía que a estas alturas de la película mejor hacer como Carlos Ann y saltar al escenario de una noche madriles adocenada en el trasiego de turismo franquiciado y terraza con tapas caducas para merendarse al personal. ¿Qué mejor tapa para la descarga sónica, sensorial y emocional que nos regala el poeta? Porque Carlos, como Gerardo, como todos los punks que siguen comprendiendo, pasada la edad en la que tantos claudican, qué era eso que llamábamos punk, baila, serpentea y hace gruta en su voz a la poesía cuando es melodía que hiere y te acomete por la espalda. Sí, también salta entre el público sin temor a romperse la espalda. Sabe que, de ocurrir, podría reconstruirla y alguna razón habría para que ocurriese. Carlos no le teme al futuro porque sabe que no existe. Por eso viene de lejos autogestionando su música y su creación toda, aullándola contra todas las lunas cual licántropo libidinoso, desangrándola con arritmia y síncope punk sin miedo al desconcierto del personal. <p></p><p style="text-align: justify;">Desconcierto, he escrito. Qué sinsentido cuando hablo de eso que antaño llamábamos «un concierto», y que nos permitía durante minutos como futuros no escritos anclarnos en el sueño de una vida más plena. Pero llegó la vida y no era esto. No me da la vida, dicen algunos. Pues que se la dejen al resto, que aún hay hambre de ritmo y melodía, de carne, arteria y latido para quienes nos sabemos surcando, sobre un bajel de nervio, esta estuación de muertos anclados de muñecas y mirada a la pantalla de un celular que de célula ni tiene ni tuvo nunca nada. </p><p style="text-align: justify;">Carlos, al fin, que me enredo, no ofreció «un concierto», sino que se inmoló ante los que le acompañábamos en un puro acto de amor pleno de rabia sana por el futuro que no nos espera. Carlos está vivo y se diseccionó garganta y musculatura para hacer lo que mejor sabe: Poesía. Sí, la música con que la viste, además, es sabia como savia vertebrando las venas de cada uno de los árboles que nos crecen hacia dentro sin que le prestemos atención a su necesario sustento. Esa flor que crece y estalla, siempre hacia dentro. No es por dármelas de mártir, pero a mí me sangraron varias llagas y hoy, un nuevo año, ya más viejo, me siento más joven y con menos miedo, más pleno de amor y más vestido de este vértigo que abrazo porque sé que no hay futuro y que el punk estaba en lo cierto. Así que hoy quemo las naves, descorcho y me/te celebro.</p><p style="text-align: justify;">Gracias, Gerardo. Gracias, Carlos. Gracias, vida amor espina y gracias uva tinta que mastico como orgía de ti en los labios mientras celebro por vosotros, jóvenes ancianos, punks deseosos de saber que lo sois por muy temerosos que andéis de reconocéroslo. </p><p style="text-align: justify;">Pues eso: abraza el vértigo, no temas y salta, que aquí te espero.</p><p style="text-align: justify;">¡Salud!</p>el joven Cerezalhttp://www.blogger.com/profile/05043539648348620408noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7535695145773176803.post-24754650490497717382023-05-13T21:03:00.004+02:002023-05-13T22:47:28.642+02:00cocina, anochece, música, mayo<p></p><div style="text-align: justify;"><i>Eres el Aleluya en que se rompió </i><b>Jeff Buckley</b><i> y el sollozo en que se quiebran todos mis anhelos</i>, dejé escrito hace tiempo, poco más de un año, ¿qué es un año? </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Cae la noche soplando velas de todos los cumpleaños pasados, como un <b>Dickens </b>de saldo a las siete y pico de la tarde. La noche cae, claro, en la cocina. Porque afuera es de día. Pero todo se envenena de oscuridad cuando no hay más luz que la de los fogones aullándote el nombre. Porque lo hacen y preguntan ¿<i>dónde estás?</i>, como en aquella vieja canción de <b>Jaime Urrutia</b>. Y no sé por qué pero mis oídos se cansan. La música atrona y decido descansar la audición encendiendo la mirada. Y ya todo es luz y se dibujan ante mí aquellas palabras con que pretendía congregarte hace poco más de un año. Busco a Buckley entre los barrotes breves del celular y me asalta por la espalda y sin aviso y con un estilete por colmillo esta versión en directo de su <i>Aleluya</i>. Porque es suyo, <b>Leonard Cohen</b> le concedió todos los permisos. Y se incinera la cebolla a lo bonzo y pienso que es por eso que lagrimeo. Y se rompe Jeff y pienso que es por eso que mis lacrimales hacen honor a su nombre y le bordan costuras de sal a las líneas de marioneta bajo las que mi mandíbula pretende masticar el recuerdo de tus surcos nasogenianos surcados de plenitud adragonada/adraganada.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Buckley le dedicó ese tema a Cohen, claro, cómo no, pero también a <b>Nina Simone</b>. Apago la pantalla y apago la luz de la cocina y la de la realidad toda. Cierro los ojos y regreso, a tientas, a la música, y tu nombre enciende todas las canciones cuando se revuelve desde las sombras, navaja en ristres, la voz de Nina acuchillando nuevas cebollas, desvistiéndome nuevas rodajas de piel que caen a mis pies para perfeccionar este mapamundi de desperfectos en que me vierto. Nina mastica mi estómago como chicle, desangrando cada sílaba de <i>Wild is the Wind</i>, incluido ese arrumaco hacia dentro que es rotura feroz por la seguridad de haber perdido a lo lejos, despeinado su rostro por el viento/tiempo, al ser amado. Como chicle, he escrito, inconscientemente. ¿O no? Como el chicle que le robó <b>Warren Ellis</b> antes de robarte la mirada para regalarte un solo acorde, solo uno, ¿lo recuerdas? Sí, sé que no olvidas cómo se combó el arco de su violín. Como se comba una habitación oriental que, desesperada, nos espera.<br /><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjTfslk-o6lBW8HtP1XsoaP1iFN_ByxSxdmrYMaEqZRY3xSKzwWIpgug2piRk9kAeXnTgcvhzwqD92nkoyUx_0W-_Kw8Mge_NBRFdSAT3GWIO043OGOvBbJUHOY8N5yELpI528Ro-ItkNABvpmgSKhil68LhbLntOLN_3bGWpUUU_1B1fyFRppt53BmhA/s4080/1684002189396.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="3072" data-original-width="4080" height="301" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjTfslk-o6lBW8HtP1XsoaP1iFN_ByxSxdmrYMaEqZRY3xSKzwWIpgug2piRk9kAeXnTgcvhzwqD92nkoyUx_0W-_Kw8Mge_NBRFdSAT3GWIO043OGOvBbJUHOY8N5yELpI528Ro-ItkNABvpmgSKhil68LhbLntOLN_3bGWpUUU_1B1fyFRppt53BmhA/w400-h301/1684002189396.jpg" width="400" /></a></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Así que Nina estrangula notas con sus cuerdas vocales como tú estrangulas mis vísceras cuando chicle en lo más hondo de tu pulso y más adentro, hechas solo de guitarra torpe pero tenaz por aprender los arpegios que te acunan el paladar cuando el anclaje, sólo para hacerme pensar que ya querría la Simone. Salvaje es el viento, desorientado y deshonesto, voraz a la inversa es mientras <b>Bowie</b> modula <i>wild is the wind</i> ensanchando una pupila sobre el mantel siempre dispuesto de tu vientre piel de tambor que nadie se atrevió a acariciar como merece su tersura de extrarradio calmo y ciego. Ciega la otra pupila, la de Bowie. Pequeña. Alucinada de luz e incandescencia. Mírate, te susurro. Acaríciate, te imploro. Tus dedos son senderos y tu vientre el Universo.<br /><br />Universo en expansión cuando el celular dibuja tu nombre con su caligrafía de imbécil y artificial inteligencia que no pasó por el parvulario. Pero yo sí. Y contesto. Y tu voz. Y Nina continúa lamentándose. Y tú ríes y la cocina es pura extravagancia de aromas a comida mal compuesta y a esas piernas que se sueñan las ranas previo al beso principesco de un Quasimodo que sólo se hace bello en el batir palmas y jugos de tus pupilas nada Bowie. Y la cocina es luz, de nuevo, como las mañanas en que el café es maltratado por cucharillas que danzan cual serpientes drogadas al son de la flauta de tus lirios lorquianos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Tu voz, llevada por el viento salvaje. Tu voz desde otro planeta. Y tu risa y la caricia que se pierde entre mis piernas, loca por soñarlas nudo entre esos muslos que viertes y tiemblas cuando la música, cuando el tiempo, cuando el ahora puede ser siempre si decides amarrarlo entre los dientes. Y bien que lo amarramos. Y bien que nos degustamos la sangre tinta y el vino harapiento.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Después has llegado. Yo aún no. Yo nunca llego, sin ti, a ninguna parte. El tiempo, ya sabes. El tiempo me recuerda que no he hecho aspaviento de efemérides esta tarde en las redes sociales, esta tarde que hace tantas como las que se contienen en los 15 años que han pasado desde que nos dejase <b>Antonio Vega</b>, palmeando melancolías como <i>Curro El Palmo</i><i> </i>en aquel romance que le escribiese <b>Serrat</b>. ¿Escuchaste alguna vez versión más certera, dolida y sangrante? No. Sí. Bueno, la que de <b>Berrio </b>hace <b>Chencho Fernández, </b>que también recompone a Serrat<b> </b>en algunos extractos de sus <i>Baladas de plata</i>. Pero es que Chencho recompone incluso al mismísimo <b>Lou Reed</b>, como cuando le cantó cantándonos, ¿recuerdas? Hispalis-New York, cosas más raras se han visto, en ocasiones suceden tales milagrosos encuentros, a veces vuelan arrecifes y ponen picas tierra adentro. Pero yo, ahora, aquí, anclado a un séptimo cielo huérfano de helicópteros y pañuelos, solo soy el desencuentro. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">¿Ves, amor? <i>Tu voz me sabe a todas las canciones</i>, también lo dejé escrito hace tiempo. Lo habitas todo pero no te encuentro. Y mis dedos se agrietan y mis labios visten máscara de carnaval veneciano a la hora de la peste. Y me araño los párpados. Y me restriego la piel con una piedra pequeña que solo sirve para que no se cierren las puertas. Y sólo sueño con que se obturen como un diafragma fotográfico y quede intacta una instantánea en que vienen a darnos pasto los caballos mientras nosotros tigres de nosotros mismos y en nosotros mismos encerrados sólo cubiertos de cabellos y melodías y versos y palabras con perfil de beso y besos como jauría de ciervos rotos, torrentes de masa cefalorraquídea embadurnando sus astas cuando ansían las alturas, en plena berrea, y comprenden que <i>más alto que nosotros sólo el cielo</i>.<br /><br /><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><iframe allowfullscreen="" class="BLOG_video_class" height="266" src="https://www.youtube.com/embed/1mBjkYIs8VY" width="320" youtube-src-id="1mBjkYIs8VY"></iframe></div><br /><p></p>el joven Cerezalhttp://www.blogger.com/profile/05043539648348620408noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7535695145773176803.post-45031953490799929602023-04-23T21:43:00.002+02:002023-04-23T22:02:50.285+02:00viajar y leer<p style="text-align: justify;">Hay en Lisboa una librería que no aparece en los mapas ni guías con que se guían el tiempo a consumir los turistas del consumo. Que hoy, ahora, ya es lo mismo una ciudad que una prenda <i>made in Bangladesh</i> de un solo uso durante el <i>selfie </i>en un restaurante caro de un país barato. Hoy ya todo se consume, incluidas las ciudades, con todos sus habitantes incluidos y consumidos a sí mismos en ansias de acumular las propinas del turismo. Una ciudad, ya digo, Lisboa, por ejemplo, que tiene librerías para los turistas que no saben leer y bacalao a bras para esos otros que agasajan la paella precocinada. Una ciudad que entre sus calles esconde una librería que no aparece en las guías. Me la quisiste enseñar. Tenías la firme intención, al menos. Pero la perdiste en el interior de un avión que perseguía el sol como deseando salvarle de su ocaso en mareas atlánticas que ya rugían tu nombre.</p><p style="text-align: justify;">Uno, ha perdido media vida viajando y más de la mitad de la misma leyendo. En los viajes, siempre, como obedeciendo un decreto ley aún no sancionado, buscaba las librerías escondidas, los recónditos lugares de recogimiento entre párrafos y polvo acumulado. Hasta de Varanasi me traje un volumen de fotografías torpes pero deliciosamente editado. De Berlín un catálogo de ignominias en blanco y negro. De Perú numerosos libros que más parecían fanzines de los que, cuando joven y simpático, robaba en los bares de Malasaña para mejor acunar los excesos del fin de semana. De Marruecos librillos artesanales con poesía en <i>tamazigh </i>y de Estambul un <b>Pamuk </b>que no sé leer porque ni me gusta ni entiendo el turco. De Roma aquel volumen en que <b>William S. Burroughs </b>habla de sus gatos, comprado a saldo, pero también sin comprender por estar traducido al italiano. De París volúmenes de <b>Camus</b>, <b>Baudelaire</b>, <b>Rimbaud </b>y <b>Celan</b>, junto a uno de <b>Henry Miller</b> que, como el resto, poco tenía que ver con <i>la France</i>, pero hacía más evidente el desaire. Hasta de Bolivia, que apenas tiene librerías, me traje al hermano <b>Ferrufino </b>empaquetado, porque sabía que ni él tenía sus propios libros. Media vida viajando, ya digo, y de esta, su mitad o más, leyendo. </p><p style="text-align: justify;">Porque leer es viajar, y aunque mis pupilas son ya dos llagas que supuran una ordalía de párrafos viajeros y viajados, llegué a Lisboa por enésima vez buscando una librería que no aparece en las guías y encontré mis lacrimales ordenando tantas lecturas sólo para conjugar los múltiples verbos que esconde tu nombre. ¿Vamos a ir a la librería esa?, te pregunté. Tu lengua pronunció el silencio y acabamos recitándonos versos ebrios como veleros de nuestra propia carne, exhibida sobre unas sábanas que jugaban a mostrador de carnicería vieja y bien trabajada. </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhPXrlb0e_27Cnk1PZJ56KLGpbYzOrLnXnSRhyf-9kCRShOLTE-kYRVI9TYYJ0-7xbd30DAE1MsqFIQWnZchEU9m-gOQ1KcwgNkpmPaZs_EZ9a4Qesu-X50djnUgL7yWSPiKYeyOtbkvsrz__AA6ig4W6O2PO4hqIOM9A5GfpAqoDwaleFjvRcU85nfTw/s3012/1682278384541.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1582" data-original-width="3012" height="210" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhPXrlb0e_27Cnk1PZJ56KLGpbYzOrLnXnSRhyf-9kCRShOLTE-kYRVI9TYYJ0-7xbd30DAE1MsqFIQWnZchEU9m-gOQ1KcwgNkpmPaZs_EZ9a4Qesu-X50djnUgL7yWSPiKYeyOtbkvsrz__AA6ig4W6O2PO4hqIOM9A5GfpAqoDwaleFjvRcU85nfTw/w400-h210/1682278384541.jpg" width="400" /></a></div><p></p><p style="text-align: justify;">¿Qué librería?... y encorvas las corvas y la vida es poesía sin más verso que el de un tropel de nervios acunados en el vaivén de mis músculos isquios mientras reconozco, para conocer por vez primera, París y Clichy, la Place des Vosgues y algún que otro libro robado al paso. La librería esa que me dijiste... y vertebras una danza en que se buscan las letras como barahúnda de prosa por hacer acorralándote la cintura en que se desangra <b>Lorca </b>muslos abajo. Después degollamos la mañana como quien lucha por derrotar un árbol. Y tus dedos teclean mi piel como dios redacta los milagros. Y mi torso hecho de tajos en que puedan pastar tus uñas con el alevoso ánimo de engañarte las pupilas. Floreces y es luz y eres párpado y es diente, y Lisboa se queda huérfana de tus pasos en una librería en que rellenan fichas de volúmenes no vendidos como las medidas y el color de los ojos de <b>Genet </b>en el primer orfanato. Y el machete entre los dientes y la mirada ciega a lo <b>Borges </b>mientras <b>Quique González</b> susurra no sé qué falsedad de amores vencidos. Y mis dedos ensalivados pasándote las páginas del deseo y comprendiendo que eres el libro que nunca llegaré a escribir, pero también el que siempre desearé seguir leyendo. Releer, ya lo dijo <b>Goytisolo</b>. Palabra de dios, te adoramos óyenos, decían los pederastas con alzacuellos de mi infancia de colegio de pago. Palabra de dios.</p><p style="text-align: justify;">Hay una librería en Lisboa que no es tan famosa como la <i>Lello </i>de Oporto y que no sale en las guías ni es visitada por los turistas. Nosotros, al final, tampoco la visitamos. Pero yo, que he gastado media vida viajando y, de esta, más de la mitad leyendo, me pregunto cuántos verbos te habitan. Al no dar con respuesta cierta me animo diciéndome que aún me queda otra media vida, aunque sea mentira, para viajar y leer. Otra media vida para desertar de la consumida entre viajes sin norte y lecturas al trote, para viajarte y leerte. Porque la sabiduría que pretendía hallar en los viajes, en los libros, al fin, solo entre tus páginas la comprendo. Y si no es sabiduría, al menos es vida, y es la que amo. El resto, mejor, se lo dejo a los turistas y a los que se regalan páginas para celebrar el día del libro. </p>el joven Cerezalhttp://www.blogger.com/profile/05043539648348620408noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7535695145773176803.post-4845363161779979602023-03-25T22:42:00.002+01:002023-03-25T23:13:37.519+01:00desde el epicentro del ruido<div style="text-align: justify;"><div style="text-align: right;"><i>Mi memoria conserva todavía el recuerdo de las horas apasionadas </i></div><div style="text-align: right;"><i>de nuestra enclaustración amorosa, las imágenes de nuestros abrazos orgíacos, </i></div><div style="text-align: right;"><i>animales pero perfectos y bellos en su desmesura.</i></div><div style="text-align: right;">Salvador Dalí</div></div><p style="text-align: justify;">La realidad grita, ahí afuera, y todo me ensordece mientras <b>Munch </b>serigrafía camisetas que me miran y, sordas, se ríen. A los cuadros no les duele el grito, tan solo la pintura con que alguien aquejado de ruido decidió erigirles rasgos que hoy nos asustan. Piénsalo bien, parece un fantasma, me dice <b>Munay</b>. Yo no le respondo, la sirena de un coche patrulla pone banda sonora a mi desconcierto.</p><p style="text-align: justify;">Gritan las calles, grita la gente, gritan los labios borbotón de cebada en las terrazas de los bares que nos hacen sentir libres cada fin de semana. Todo grita a mi alrededor. La ciudad es un único y feroz aullido que me nubla y me obliga a abrir la boca hasta desencajar la mandíbula en un grito sordo que nadie escucha. La sirena del coche patrulla, sin ir más lejos, me pregunto por qué, si hasta donde alcanzo a comprender no hay conductores ciegos, y el mismo coche patrulla tiene luces con que advertir al resto de conductores de su vertiginosa búsqueda del criminal que tal vez sea el partido de fútbol al que no llegan, de seguir patrullando las calles, los agentes de la autoridad.</p><p style="text-align: justify;">Gritan las excavadoras que no entienden de días festivos y gritan las vecinas del quinto izquierda con ventanal al abismo. Gritan los niños y hasta grita la hierba del último parque del sábado tarde. Todo me grita y todo es ruido en mis oídos que, de nuevo, se atrincheran en un eco que minimiza el clamor pero me despierta un pitido allá en lo más hondo, donde habita el olvido. De nuevo esta sensación, que no es nueva. De nuevo este hueco de sonido del que decido acusar a un resfriado mal curado, tal vez por no asimilar que solo se trata del fragor que me rodea. El ruido que me grita. La realidad, me guste o no, me grita, me chilla, hace de mis tímpanos cascabeles y me duele. Supongo que mi cuerpo se defiende. Lo hace mal, pero lo intenta. Intenta defenderme de una realidad que vocifera verdades que me niego a aceptar. Por eso juega a inventarme esta mínima sordera. Chakras y cuestiones orientales, me digo, que por algo son más longevos por aquellas tierras, no solo por el condumio escaso y el harapo de gleba.</p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjMqoiF518Q_A_yKBuHyYRSOEexuZZ27mP0AJCnF9TdiVr2K0qDuHAnv-k36jty7tp0nYVCy8oZxsvJ_g6_P8LFBz3U2DBNpnT95sGSZ6U4acjdFXv1lco08zjt6Du50Jx-7tcWFv3lrKRqgEmyhB1ZkN7rct7Nsors_HVBvtBCboKw5p9QRq4N3ZyDoQ/s1477/india78.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="792" data-original-width="1477" height="215" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjMqoiF518Q_A_yKBuHyYRSOEexuZZ27mP0AJCnF9TdiVr2K0qDuHAnv-k36jty7tp0nYVCy8oZxsvJ_g6_P8LFBz3U2DBNpnT95sGSZ6U4acjdFXv1lco08zjt6Du50Jx-7tcWFv3lrKRqgEmyhB1ZkN7rct7Nsors_HVBvtBCboKw5p9QRq4N3ZyDoQ/w400-h215/india78.jpg" width="400" /></a></div><p style="text-align: justify;">Pasear la ciudad en sábado tarde inaugurado de primavera tierna y ternuras como precipicios esculpidos en los besos fugaces que solo conocen las frondas de los parques. Pasear la ciudad en deambular de gritos que batallan unos con otros por alcanzar la cota máxima de este himalaya de estridencia en que hemos decidido quedarnos a vivir para no oírnos, para no escucharnos más allá de las pantallas que carecen de dicción y juegan, con su inteligencia artificial, a imaginarnos el temblor de la existencia. Me duelen los oídos, me los habita un ruido sordo y una memoria de saliva que ya no me humedece a mí y en estos instantes habita otros silencios distintos a estos en que yo me incendio. Munay dice cantemos, papá, y damos un nuevo paso, él ciego de lírica, yo sordo de lirismo, hacia ese vórtice al que ansiamos pertenecernos. Mientras, aúlla otro coche patrulla y recuerdo que las sirenas ya no me regalan su humedad, que nunca tuvieron piernas. La ciudad me lo grita y mis oídos prefieren la sordera soñándola consecuencia de un alarido de saliva que ahora no mía.</p><p style="text-align: justify;">Cuervos gritan a lo <b>Poe </b>y mis oídos les ofrecen nido en que guarecerse del frío en que arde un campo de espigas pergeñado por <b>Van Gogh</b>, tan parecido a ese ciudadano con que me cruzo hasta que comprendo que lo que le afea la mejilla no es oreja segada sino terrible tumor. La sordera, por mínima que sea, desorienta. Quebrado el sentido del equilibrio tomo más fuerte la mano de Munay, que abre la boca pero no grita, mientras asomo mis dioptrías a un paso de cebra en que <b>Turner </b>ha aposentado el caballete para escarbarle cabellos a lóbregos paisajes que, desde el fondo de un espejo o a través de un catalejo, me observan y reclaman como un garfio a su pellejo. No los paisajes ni las tormentas, no, ya lo dije, el tormento de saliva de las sirenas. <b>Dalí </b>se masturba y, ayudado por <b>Gauguin</b>,<b> </b>humedece muslos impúberes, breves, esteparios y polinesios con el tumor del paseante que comprendí no era Vincent, hace un instante, para traquetear melodías que me desmayan los hombros como poema excavado con los dientes de lo hondo. Fortuna de mantener la mirada, no para enfrentar a nadie sino para afrontar la escapada y caminar más aprisa deseando llegar pronto a casa, por más que no sea hogar, todo lo más redil en que esconderse del aullido ciudadano que ni cesa ni descansa. Por desgracia, ya entre estas cuatro paredes, sigue gritándome la realidad y, jugando al «rescate» con Munay, salto sobre la sordera y grito: ¡casa! </p><p style="text-align: justify;"><br /></p>el joven Cerezalhttp://www.blogger.com/profile/05043539648348620408noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7535695145773176803.post-59494417686144916842023-01-08T19:32:00.000+01:002023-01-08T19:32:39.228+01:00era Berlín (revisited)<p style="text-align: justify;"><b>Bowie </b>ha nacido, un año más, y tú has parido el silencio cerrando, ya no recuerdo cuándo, la puerta de este hogar en que se ha desvestido tantas veces nuestro amor, para solaz de los relojes y escándalo de las vecinas. Entre ambos habéis inaugurado una nueva temporada de huecos sin más nombre que el de ese dolor que me aúlla contrariando a los doctores que no saben recetarle farmacias porque le desconocen el nombre. Me entrego a una escucha compulsiva de «Heroes» y el hogar que ya no es naufraga en azul. No sé si lloro por ti, por Bowie, o por aquel día que fuimos héroes en Berlín, hace ya casi dos ciclos de calendario.</p><p style="text-align: justify;">¿Recuerdas?</p><p style="text-align: justify;">Berlín era un desastre de memorias bolcheviques, melancolías de saldo y carnaval de página en blanco. Berlín era una ciudad que me robabas para mejor mostrármela. Berlín era una partitura inconclusa entre las manos de un mendigo invidente, y sus calles llovían inviernos de esos que ya no se recuerdan. <b>Egon Schiele</b> desnudaba hembras de nieve contra los muros del pasado, tú te hacías hembra en mi tráquea tallándole tu nombre a mis labios, y la ciudad balbuceaba acordes como recién escrita por <b>Döblin</b>.</p><p style="text-align: justify;">Tú me llegabas desde un oriente de salitre y verano. Yo te soñaba desde un occidente crudo hecho pedazos.</p><p style="text-align: justify;"><table cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="float: right; margin-left: 1em; text-align: right;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEix66NSrFEZ3XER41gKM7Phq75Z1C8tolvrkcoDM1f-KN9DdjYyj50fVK7rgOW1cw-FjIX2h2Rvo61VNyLI7o5ioym0-CtEmNWbO1lTqjBRNOodSdilodZVliKRyQVW3Xol2lP-jgdtrWv47YhxzwjOmt0nWmjMOZY8AM8lYQCS44T-tYZKTOtUSdbi5g/s900/bowie_photo_collage1.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; margin-bottom: 1em; margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="900" data-original-width="665" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEix66NSrFEZ3XER41gKM7Phq75Z1C8tolvrkcoDM1f-KN9DdjYyj50fVK7rgOW1cw-FjIX2h2Rvo61VNyLI7o5ioym0-CtEmNWbO1lTqjBRNOodSdilodZVliKRyQVW3Xol2lP-jgdtrWv47YhxzwjOmt0nWmjMOZY8AM8lYQCS44T-tYZKTOtUSdbi5g/w295-h400/bowie_photo_collage1.jpg" width="295" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">David Bowie, cortesía de <i>la red</i></td></tr></tbody></table>Los rostros ciudadanos te hurtaban la mirada bajo antifaces de historia repetida, y espolvoreaba tu piel toda una constelación de migas de pan negro de certezas que aún no se han rendido. Tu voz era un vendaval de dicciones certeras que desvestía a los muros de todas sus vergüenzas. Me narrabas, enfervorecida, cómo fue, cómo durante tanto tiempo, cómo se hizo posible aquella ciudad hecha a destiempo... y yo solo sabía responderte acribillando el muro de la distancia con la avanzadilla torpe de mis falanges ya casi cuerdas con que tañerte las entrañas. Y contra tal muro estos puños ensangrentados cada vez que no amasan la hogaza con que tu vientre se desayuna las mañanas. Porque la ciudad comenzaba a recriminar nuestra ausencia, esta errónea manera de no dejarnos naufragar en ella, esta ráfaga de salvas tristes cantada desde la trinchera. Trinchera de hormigón, oleaje incierto, dudas, pánico y silencio llorado, a lo <i>Blade Runner</i>, contra todas las lluvias del invierno. La duda como una bala silbándome el tímpano y silenciándome el entendimiento mientras tarareo <i>and the shame was on the other side oh we can beat them forever and ever</i>.</p><p style="text-align: justify;">Me recostaste contra las paredes de Schöneberg sorprendiendo a las esquinas con besos que venían buscando guarida desde el inicio de los tiempos. El encefalograma plano del turismo espolvoreaba retazos de vida alienígena bajo el alcantarillado y tu voz era una advertencia de incendio reclamando el crepitar de mis manos. Mientras yo recordaba el portal de la vivienda que habitase Bowie tú eras una premonición de milagros desordenándome el cabello. <i>And we kissed as though nothing could fall </i>se adelantó mi memoria. Después me llevaste de paseo mientras sierpes de luz me reptaban las pupilas y tu voz escandalizaba el poema mudo de todos los charcos. Así me paseaste por Berlín, como quien pasea un crucigrama de sorpresa, futuro, aeropuertos, altura, música y mareas. Ignoraste Checkpoint Charlie pero yo no ignoro que allí me atraganté de tus labios reescribiendo los libros de historia y dando inicio a la que rebanaría mi piel para reescribirme la memoria. Porque hablabas y yo caminaba y hasta el silencio susurraba <i>I will be king and you will be queen </i>mientras nos preparábamos para derrocar, con revueltas de arrullo y saliva, la monarquía del tiempo. Después Neukölln en mi febril dactilografía, delicias turcas de Estambul y una fiebre de centígrados videntes empañando tu dicción de colores políglotas. Y habitaciones de hotel en que nuestros cuerpos ejercían reinado de sudor, mordisco y melodía una y otra vez repetida y siempre nueva en cada embestida. Esquirlas de cerveza mendigando fados por las esquinas, aromas de vino mexicano ejercitando gimnasias pasivas y un batallón de letras ansioso por fusilarnos las pupilas. Mi sexo tallando en tu vientre estigmas como <i>altamiras</i> ante los que se habrían de asombrar todos los viandantes de esta capital del ruido que por timidez, costumbre o pasado nunca hace acto de presencia. Tus cabellos galopándome la vida. Una orquídea en mi garganta y tus labios silenciando al servil séquito de nuestro reinado disfuncional. </p><p style="text-align: justify;">Era Berlín y era ya y era futuro y nos besamos <i>just for one day</i> que sería un eterno, ojalá, proyectando contra las paredes de cada habitación vacía cópulas chinescas y regalando a los espejos instantes como fotografías que después surcan los cielos para recordarme qué cosa es la vida.</p><p style="text-align: justify;">Bowie le canta a Berlín sin dejar de pasearlo, y Berlín, hoy, como Bowie, es pasearte la voz cual funambulista que, más que el murmullo del público, lo que teme es el silencio.</p>el joven Cerezalhttp://www.blogger.com/profile/05043539648348620408noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7535695145773176803.post-41998163380284986242022-10-02T22:24:00.004+02:002022-10-02T22:52:08.867+02:00trilciana<div style="text-align: justify;"><div style="text-align: right;"><i>¡Odumodneurtse!</i></div><div style="text-align: right;">César Vallejo</div></div><p style="text-align: justify;">Hay un ay ahí al fondo en lo hondo jondo seminal anal lodoso lloroso y loco como cascabel rotura caderas de isla en verso aceituna antes hembra y siempre por para siempre vértebra de sutura en la cabeza más alta al filo salitre y tinto de la resaca.</p><p style="text-align: justify;">Hay un ay y ahí comienza la Poesía (<b>Claudio Ferrufino-Coqueugniot</b> <i>dixit</i>).</p><p style="text-align: justify;">Hay cien años atrás que se publicó en Perú la fantasmagoría poética que congregaría todos los fantasmas de la grafía cuando se pretende emoción para quien, con sus pupilas, la amplía. <b>César Vallejo</b> penó sus penas de injusta condena en una cárcel de Lima y dio luz a esa lima que segaría todas los barrotes de la Poesía, hace cien años, octubre de 1922, ¿y quién se acuerda? Sorprende contemplar tanto autodenominado poeta haciendo alarde de haber leído a <b>Joyce </b>reinventando la odisea en su <i>Ulises</i>, este año también centenario de la novela que desgarró, por siempre, la prosa. Poetas hablando de prosa, eprosados y engolados de prosopopeyas a mayor gloria de la prosística de glorioso vertedero de Joyce, ese otro genio. Algunos, los menos, recuerdan que también en 1922 <b>T. S. Eliot</b> publicó <i>La tierra baldía</i> para despiezar pupilas con un desenfreno de imágenes henchidas del plasma que escabulle todas las bridas. </p><p style="text-align: justify;">Efemérides al son de los mercados. Que aunque no exista filtro Joyce en Instagram, a la sombra del centenario de su novela inmortal crecen como hongos los traductores bien adoctrinados eyaculando versiones que siempre son la definitiva dependiendo del medio que así lo diga. De Eliot y su vertiginosa floresta lírica, de celebrarla, quiero decir, con sinceridad, poco veo. Será que a él sí se ha admitido que el público no lo entiende, o que no portó rostro pirata, no daba bien en las fotos, tal vez que no entró en los adoctrinamientos académicos a sueldo. Luego, después, allá, allende los mares que tanto surcamos para regalarnos vacaciones caribes entre piernas vomitadas por caderas henchidas de sal, hambre y bajo precio, desestabilizó la imprenta un peruano, de nombre César y de apellido Vallejo, al parir sin epidural, y sin dárselas de moderno, ese <i>Trilce </i>que también cumple ya 100 años y es piedra angular de todos los ismos que después llegaron a hacerse hueco con la sana intención de perdurar.</p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjYQiLSQWGYQ6ZPM7ljLKFguQ0GL4XTqDRYMoyVDlBpg7t7IEo-ujgH5Ehtr1xBzJUpymGD0F0c1gfaxnddPTvZ7324X7VnAJLA8O0VVMaAfls4-4O35ykszKUsnJQ1r7tJA1avG8cb9gKdhb4ifJy8dHfC2pvEcumsLJ5xrAzsowuAV63hGrxPMZ5O1Q/s420/vallejo_cesar.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="367" data-original-width="420" height="350" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjYQiLSQWGYQ6ZPM7ljLKFguQ0GL4XTqDRYMoyVDlBpg7t7IEo-ujgH5Ehtr1xBzJUpymGD0F0c1gfaxnddPTvZ7324X7VnAJLA8O0VVMaAfls4-4O35ykszKUsnJQ1r7tJA1avG8cb9gKdhb4ifJy8dHfC2pvEcumsLJ5xrAzsowuAV63hGrxPMZ5O1Q/w400-h350/vallejo_cesar.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">César Vallejo, cortesía de <i>la red</i></td></tr></tbody></table><p style="text-align: justify;">Acomete la luna cuna malévola nana ñaña ñaca qué luna sin brevedad en la frasca tinta de tus labios lejanos de silbo y melodía alacrán entre los besos de quien no desea despejar la incógnita de tus versos... o así, en ese plan, desbrozando la gramática y destrozando la aritmética del idioma cuando solo se aborda desde el plano plano del comunicarse sin decir nada o a través de una pantalla (y la realidad, ¿cuándo?). Así lo hizo Vallejo en <i>Trilce</i>, hace ya cien años.<i> </i>Y, después, vinieron los estudiosos que nada estudian o todo lo pierden jugándose la vida y el sueldo a ser Nostradamus reversos intentando descifrar los versos que desbarataron por siempre esas normas que aún nadie le supo edificar a la verdadera Poesía. Late o muere. Y si no lates, tira el libro a la piscina, como <b>Umbral</b>, y apúntate al disparate de eso que otros llaman vida.</p><p style="text-align: justify;">Cien años, dulce trino dulce y triste de tu latido, Vallejo, en la sangre que vierto cuando me secciona el papel los dedos entre las páginas de tu <i>Trilce</i>. Cien años y aún el dispendio de labios inconexos y besos que en su verticalidad marchan beodos desbordando los anaqueles, emplumando los calendarios de alas que tal vez quieran (ojalá) aprender a volar y desquiciando a quienes, en la noche, acudimos a ti para mejor desorientarnos: una mano entre tus páginas y en el corazón la que aún quiere soñar.</p>el joven Cerezalhttp://www.blogger.com/profile/05043539648348620408noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7535695145773176803.post-44129843805171800722022-09-07T22:50:00.001+02:002022-09-08T07:31:05.277+02:00bebiendo vinho branco de las manos de Nick Cave<p style="text-align: justify;">¿Es Lisboa la ciudad donde mueren todos los ríos? ¿O la urbe en que desgarran ubres todos los racimos del vino más amargo? Eso me preguntaba, apurando un vinho branco: dulce en la primera estocada, furioso en el retrogusto que dispara los teclados del alma, que ya vibraban en augur del milagro. Escribir para ahuyentar los fantasmas. Hay otras vías. Hay músicas y letras y, aun así, me cuestionaba para qué sirven las cosas que no sirven para nada. La música, la poesía, cosas así. No hay respuesta o no la conozco, pero la seguiré buscando. Hay, también, un gruñido de la edad de piedra que afila dardos mientras escudriña dianas en eso que imaginabas alma. Hay un poeta que canta bizarro dispuesto a arrasar cosechas para revelar a los mortales el ritmo de la palabra exacta y la dicción impoluta del barro. </p><p style="text-align: justify;">Y se hizo carne el milagro. Y un mesías de cavernas como claustros maternos pisó el escenario trayendo a Lisboa la noche que nunca acaba. Esa que, más que resucitar, regurgita el alma.</p><p style="text-align: justify;"><i>Get Ready for Love!!!</i> el aullido como tatuaje contra la piel de la fiebre desatada en las cuencas oculares de los asistentes al concierto de <b>Nick Cave</b>: 3 de septiembre, 2022, para más <i>inri</i>: licencia carente de poética para afirmar que mucho de crucifixión tuvo la epopeya que el nigromante australiano decidió ofrendarnos. Porque de ofrendas iba la cosa, y de no saber bien quién era el oferente y quién el dios iluminado. Ora el público, ora el bardo. Nick Cave desató en Lisboa una tormenta de proporciones bíblicas, por muy manida que sea esta expresión tan poco comprendida. Una tormenta de llantos lacerantes como las despedidas en aeropuertos perdidos en los mapas del extrarradio: <i>cry, cry, cry</i>: llora toda la noche porque es lo que te queda <i>all night long</i>, frases escupidas como mantras contra el muro de las lamentaciones de todo aquel que ha rozado, aunque sea por un instante, la mortal belleza de saberse animal y sentirse humano. <i>Cry, cry, cry</i>, aullaba, una y otra vez, Cave abismando con pupilas pánicas las pupilas de un público milagrosamente animalizado. Porque lo que Cave logró, sobre el escenario, fue sacar de lo más hondo de esta gruta en que hemos convertido nuestra vida la llama sagrada del daño: reconciliarnos con lo más oscuro de eso que anida bajo nuestra piel de bestia antropo.</p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhcCQpPG1CXqjySYAeGRzIwjiInixI7V9UhKfmmJX7Vsx41P1bPtCB-lRWsBWGiJxFAvxb9XMK9DIs5qltrUqFzmPMac9F75VXt-BE_QwVUkhYss5GOaskp9qfAJWHbdn1n6kMcgsWg2dIf7Tho8lpxD6qKQYu7TRqVxS4183XG7IqaoriTH0Rk0EWeQA/s773/crycrycry.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="358" data-original-width="773" height="185" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhcCQpPG1CXqjySYAeGRzIwjiInixI7V9UhKfmmJX7Vsx41P1bPtCB-lRWsBWGiJxFAvxb9XMK9DIs5qltrUqFzmPMac9F75VXt-BE_QwVUkhYss5GOaskp9qfAJWHbdn1n6kMcgsWg2dIf7Tho8lpxD6qKQYu7TRqVxS4183XG7IqaoriTH0Rk0EWeQA/w400-h185/crycrycry.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Nick Cave, 3 de septiembre de 2022, Lisboa</td></tr></tbody></table><p style="text-align: justify;">La cadena evolutiva se quebró y Nick Cave acaeció, como eslabón perdido, para susurrarnos con aullidos y aullarnos con lamentos casi callados que no hay más cadena en que dejarse enredar que la del latido que enfurece atlánticos para recordarnos que estamos hechos de marea, ternura, violencia, caricia y daño. Somos barro y una costilla fisurada. Somos un empellón contra todas las empalizadas. Tenemos la voz y tenemos el corazón de <b>Rimbaud </b>entre nuestras manos ensangrentadas. </p><p style="text-align: justify;"><i>There She goes My Beautiful World </i>y el cielo tan lejos y retumbando neuronas un gospel cavernícola de pantano que lame las riberas donde murió el rock'n'roll, años ha, en <i>Tupelo</i>. <i>Bright Horses</i> mascando los pastos del reino de los cielos al ritmo sonajero de pianos mascados por infantes infartados. Percusión de amianto líquido en la faz oscura del milagro. Violines masticados con cuerdas de bondage bizarro inaugurando noche americana contra el perfil portentoso del milagro. <i>The Mercy Seat</i> sentando a la mesa de todas las nochebuenas la misericordia que ignoramos. Una mirada, una mano, un puño en el esternón y un presagio del espanto: la esperanza es la red agrietada con que jugamos a pescarnos el alma. Y Cave, todo esperanza, a pesar del dolor y el espanto: <i>step into the vortex where you belong,</i> ¿aún no lo entiendes? Hablo de AMOR, de saber que perteneces a un lugar que tiene nombre de persona, y que no es tan castrante ni tan malo como nos han hecho creer los agoreros de la felicidad vacua consumiendo todo menos años en la hoguera de un hogar hecho de vicio y paso de los años. Castra la insensibilidad y el pasar el rato asomado a una pantalla con maneras de rebaño.</p><p style="text-align: justify;">De la rabia al desaliento, navegamos melodías ebrias como barcos al filo de una <i>Ship Song</i> que sangra charcos chapoteados de caricia en la mirada de Cave, abocados al naufragio apologético de sus milagros. De la esperanza y la fe al desconcierto cuando todo es noche sin ventanas <i>Waiting For You</i>. Y entre sus manos otra copa de vinho branco tiznada de víscera y religión profana, manchadas de esperma y barro, o al menos una sola mano: henchida de tu voz violeta, de tu <i>Red Right Hand</i>, cuando discurre placeres como mapas sobre tu regazo. </p><p style="text-align: justify;">Pareciese que Nick Cave permitió a sus fieles lamerle los dedos para electrizarse de una noche que no acaba por más que nos talle la espalda con uñas que devoraron la ansiedad y la rabia. Somos humanos porque somos animales, y nos perdimos en algún lugar del camino. No seguimos la correcta senda de la evolución, y entre nuestros dígitos florecieron digitales inventos que nos desorientaron. La correcta evolución del ser humano es un señor australiano vestido con elegancia inglesa de antepasado carcelario, un cavernícola que talla ternuras al calor de alguna lumbre recién descubierta tras frotar entre los dedos varios palos. La correcta evolución del ser humano es un poeta llamado Nick Cave, que se atreve a exhibir ante el público la autopsia de sus pérdidas sin perder por el camino el aullido del animal primigenio. Un poeta que se permite el lujo de exhibir sus miserias para acariciar las ajenas y comulgar con la raíz de eso que llamamos ser humano y viste dientes de sable cuando cae la noche en <i>Jubilee Street</i>.</p><p style="text-align: justify;">Nick Cave fundó una religión en Lisboa, hace unos días, 3 de septiembre, ya lo he dicho, y allá quién pudiendo no quiso asistir al milagro. Trajo el fuego de la cueva para iluminarnos con promesas de reinos en los cielos G<i>hosteen Speaks</i>. Para recordarnos que la música, como cualquier otra creación del alma, puede ser hoguera frente a la cual reconciliarnos con el animal que nos anima a no doblegarnos bajo los dictados de lo humano. Nick Cave extendió sus manos y nos dio a beber de ellas vinho branco. Luego, después, cada uno hicimos lo que buenamente pudimos con la resaca del llanto. ¿Moldeamos belleza o hicimos daño? Tal vez todo esté mezclado, susurraba el australiano con su mirada austrolopiteca y su voz de terciopelo bravo.</p><p style="text-align: justify;">Así se funda una religión, me dijiste sin decirlo. Así se funda una religión, te dije tatuándote Tajos hechos de húmedo nido en la zona intercostal que reprime el llanto. Y cantamos al amor como lo cantan los animales heridos de zarpazo por la espalda y sin aviso: <i>cry, cry, cry</i>. Pero estuve en Lisboa y comulgué con Nick Cave y ya no puedo evadir la certeza de que tan solo es un mesías hecho de barro que muge <i>just breathe</i> ante la desbaratada evolución del ser humano. </p><p style="text-align: justify;">Pasa un avión como un trueno hecho de pasajeros ansiosos por tomar tierra para encender sus teléfonos móviles. Cave mira a <b>Warren Ellis</b>, sonríe, despierta el trueno de la rotura y ya solo me añoro, de nuevo, bebiendo vinho branco de sus manos. Porque ya comprendo que tenías razón y así se funda una religión. Será inevitable la resaca, como la de las mareas y el cáliz ensalivado y, tal vez, hoy aquí, dejaré que Nick tome mi mano y me acaricie para convencerme de que <i>From Her to Eternity</i>.</p><p style="text-align: justify;">¿Es Lisboa la ciudad donde mueren todos los ríos? ¿O tan solo mi lengua bebiendo vinho branco de las manos de Nick Cave y lamiendo la sal del rasguño atlántico?</p><p style="text-align: justify;">Encore</p><p style="text-align: justify;"><br /></p>el joven Cerezalhttp://www.blogger.com/profile/05043539648348620408noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7535695145773176803.post-15992765092749038242022-07-26T22:15:00.006+02:002022-07-27T08:18:19.940+02:00rubores veraniegos<div style="text-align: justify;"><div style="text-align: right;"><i>Sentí que me sentías</i></div><div style="text-align: right;"><i>meciéndote por dentro.</i></div><div style="text-align: right;"><i>Las olas eran ritmos</i></div><div style="text-align: right;"><i>del mismo movimiento.</i></div><div style="text-align: right;">Luis Eduardo Aute</div></div><p style="text-align: justify;">Enciendo la televisión para llevarme la contraria, que ya iba siendo hora: la contradicción como motor del latido y el sentirse aún vivo y con camino por delante... o como augurio del desastre, a saber. El caso es que hoy decido que el arroz con pollo y cilantro y albahaca y azafrán y cebolla, mucho ajo, sal isleña y cariño a destajo puede condimentarse con exabruptos de noticiarios que pueden mandar todo al carajo. Pero no: llegó el verano, por si no se habían dado cuenta, las temperaturas no cuentan, solo los fondeos playeros de frondosas carnes en plena exhibición de su belleza cual deterioro, o viceversa.</p><p style="text-align: justify;">Y es que, aparte guerras, incendios, lágrimas, desgracias en <i>stand-by </i>y crímenes en barbecho, lo que prima, hoy, en las noticias, son los jolgorios enfebrecidos en cerveza y tapa recalentada del veraneo. Al menos eso podría parecer, de inicio, porque de repente un puñal se clava en la espalda de los asalariados del chiringuito playero para asegurar que un estudio certifica que a 8 de cada 10 españoles les avergüenza calzarse el bañador, llegadas estas horas del eterno tedio al sol de la sombrilla en las tumbonas del mediterráneo asueto. </p><p style="text-align: justify;">A 8 de cada 10 españoles les avergüenza ponerse en bañador: así dicen que dice un estudio comandado por científicos que de la ciencia hacen arte del que se cuelga en las paredes de todos los museos vacíos. </p><p style="text-align: justify;">Comprenderán que apague la televisión y preste prestancia a mis dientes mientras aniquilan en amarillo azafrán los granos de arroz del guiso preparado rápido y a destiempo. Y es que a mí, este verano de oleadas de calor se me antoja pronóstico reservado de un largo invierno que se autoinvita a una fiesta otoñal en que crujen los crótalos como vértebras necesitadas de masaje y fiebre en que se desenvuelve tu aliento, amor, qué le vamos a hacer.</p><p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgNh87-cT1tTROWbmNtTuWbTzg6vofNDaL-3QsWGvbgxmKwqrrTpEK-b12-m9AcZ3N1Q5zV6X0ZwYKwgoXdqXCIMXqndWN13R7qV6byFDY_GMT0gbC1PAYQdTV479RBoQ126yHYbsihONKFr6Zmg4AgXAxGIVW-4MsrxGu0rM4ZLk1iNA5WZ8TSpGR19g/s3840/IMG_20220726_220849.jpg" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" data-original-height="2160" data-original-width="3840" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgNh87-cT1tTROWbmNtTuWbTzg6vofNDaL-3QsWGvbgxmKwqrrTpEK-b12-m9AcZ3N1Q5zV6X0ZwYKwgoXdqXCIMXqndWN13R7qV6byFDY_GMT0gbC1PAYQdTV479RBoQ126yHYbsihONKFr6Zmg4AgXAxGIVW-4MsrxGu0rM4ZLk1iNA5WZ8TSpGR19g/w400-h225/IMG_20220726_220849.jpg" width="400" /></a></div><div style="text-align: justify;">A mí este verano sin playa me lleva a soñarme mojado en las aguas en que se despeña el Tajo, allá lejos, en el territorio vecino, mientras me alimento del tajo en que se quiebra el territorio voluble de tu cuerpo, cuando entre mis dientes, para mejor saborearlo, como bacalao al horno desesperado, sin salpimentar ni hornear lo despedazo. </div><p></p><p style="text-align: justify;">A mí este verano de centígrados locos, cervezas sin ribera y riberas de tu ausencia, tantas noches, entre mis manos, me lleva a entonar canciones huérfanas de acordes como una plegaria que entone ámame despacio descolgando de mi cuerpo las molduras de lo incierto, incrustándome las escarpias de lo que tu verbo y tu sexo tienen de eterno y, de nuevo, implorar que me ames despacio, pensando que no te querrás ir mañana, susurrándote ámame despacio en la tarde y por la noche igual que lo haces en la madrugada, cosas así, retazos del desguace del desconcierto, virutas del calor en que se me incinera este mirar desquiciado que hoy asoma a la televisión para escuchar que no hace bueno, a muchos españoles, ponerse el bañador. Y yo, ya ves, los comprendo, porque del bañador solo deseo la sal que se impregna en sus adentros.</p><p style="text-align: justify;">Si alguien me lee ya sabe que tiendo al desvarío, pero es que me ha extrañado esto del estudio televisado. Un estudio (¿quiénes serán los estudiantes? ¿quiénes los que les paguen sus análisis certeros?) que, al fin, culpa a las redes sociales y a ese afán ciudadano de salir bien en la foto. Uno, para qué mentir, piensa que las redes no tienen culpa de que alguien quiera pasar el veraneo en una foto para mostrar a todos aquellos a quienes la playa queda tan lejos cómo luce la holgura de su sueldo. </p><p style="text-align: justify;">Pero pienso que habrá otros, como yo, que ni tienen bañador y aun así cometerían delito por poder veranerar entre las piernas amadas, como yo deseo desnudar sin bañador entre las tuyas mi sinfín de carnes escuetas y cuchillos como huesos con que sajarte un aullido en lo más profundo de un verano que es incendio.</p>el joven Cerezalhttp://www.blogger.com/profile/05043539648348620408noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7535695145773176803.post-53613518536840956442022-07-16T09:14:00.000+02:002022-07-16T09:14:43.442+02:00Yemanjá en la puerta de embarque del veraneo<div style="text-align: justify;"><div style="text-align: right;"><i>Te esperaré</i></div><div style="text-align: right;"><i>en la puerta de embarque del amor eterno</i></div><div style="text-align: right;"><i>hasta el último momento.</i></div><div style="text-align: right;">Diego Vasallo</div></div><p style="text-align: justify;">Ya llegó el verano y, con él, una nueva ola de calor que los entrevistados por cadenas televisivas surfean a golpe de aire acondicionado y cerveza fría en terracitas de barrio. Reconforta ver a tanto conciudadano disfrutando de sus merecidas vacaciones estivales. Por mi parte, hace años que no salgo de Madrid, al menos tres años que navego Europa y uno en que aprendo a recorrer, despacio, el universo todo. ¿Contradictorio? No, no crean, carecer de capital para desplazarse y andar sobrado de imaginación tiene sus ventajas. </p><div style="text-align: justify;">El caso es que hoy me ha dado por recordar períodos vacacionales de antaño y he naufragado en la negra percusión de los tambores en Salvador de Bahía, en sus negras aguas de piel negra celebrando el sudor y la sal en coyunda de exceso y humedad. Aquel perderme por los oscuros vericuetos de tan luminosa ciudad ocurrió hace años, vidas tal vez, ya digo que llevo demasiado sin viajar. Pero hoy ha retornado a mi memoria esa incandescencia del poco dinero y la mucha gana de dilapidar latido que se gastan los bahianos. Hoy, justamente, día de la Virgen del Carmen, patrona del mar, que en el sincretismo candomblé se asocia, en ocasiones, a Yemanjá, madre de todos los orishas enviados a los humanos por la divinidad suprema de los yorubas del África occidental. Sí, hablo de religión, yo, tan descreído. Porque las religiones, cuanto más exóticas e incomprensibles mejor. Pregúntenles, si no, a todos los adeptos al yoga de franquicia occidental, que siguen creyendo que el budismo es paz, amor e igualdad. Así que, lo confieso: creo en Yemanjá, esa divinidad que humedece las mareas para regresarnos, a sus fieles, henchidos de milagro y sudor sano a eso que consideramos hogar y nada tiene que ver con el chapuzón mediterráneo permitido por las divinidades del capital. Tampoco con lo que espera al regreso del asueto vacacional. </div><div style="text-align: justify;"><br /><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhr19nOnj5LVumQ9X5-0T16KNzFnYF13PSQ5cuytOifqoSvTpuIrZf6vRYttoREVlPEbpKY-ODvAP0xLhQ-WeTU_pxqqKs-wdpwt10FXswv0Ywfs6-QLPDqVrchWwjVWYxgCTL9cN6t_gxVZv_NrrCJYi5nTlPXhU3PduKDzuormYZuda5PvJJVRQUGhQ/s708/fusionaeropuerto.jpg" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="708" data-original-width="434" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhr19nOnj5LVumQ9X5-0T16KNzFnYF13PSQ5cuytOifqoSvTpuIrZf6vRYttoREVlPEbpKY-ODvAP0xLhQ-WeTU_pxqqKs-wdpwt10FXswv0Ywfs6-QLPDqVrchWwjVWYxgCTL9cN6t_gxVZv_NrrCJYi5nTlPXhU3PduKDzuormYZuda5PvJJVRQUGhQ/w245-h400/fusionaeropuerto.jpg" width="245" /></a></div></div><div style="text-align: justify;">Así que hoy, húmedo de sudores bastardos, solo pienso en la fértil humedad de la patrona de las aguas, y me abandono a la memoria de un año de viajes sin salir de casa rememorando su piel con el pánico de un mapache descolorido y agreste que solo pretende hacer nido en lo más profundo de su vientre. Y pienso en el sincretismo bahiano, y en piel negra por incinerada de amor, y en amores negros por oscuros, y en oscuros negros lorquianos, y en la negritud del café tenso y la tensión de un vino vivaz que rompe contra los muelles en que mastican salitre las encías para florecerse de extrañas y húmedas orquídeas. Cosas así, que nadie entiende y a nadie importan y por eso las escribo de gratis, con la misma gratuidad que ofrendo todo mi sudor a Yemanjá para que pueda esculpirlo en sal de mirada vuelta hacia atrás para mejor verla llegar.</div><p></p><p style="text-align: justify;">Me enredo. Quería hablar de vacaciones y calor, de mares adocenados en la calma chicha y oleaginosa de los bronceadores, de aviones que vuelan obligados y de puertas de embarque en que espera Yemanjá, dispuesta como la Virgen del Carmen a florecer entre las mareas del miedo sus labios de infinito hecho humedad. Ellas bendicen a marineros que navegan porque de otra manera no saben hacerlo, también a otros a quienes no queda más remedio, sea por alimentar a la prole pescando jureles de cuerpo desierto como por alimentar a la prole que nació muerta en el epicentro del miedo: Sahel y más allá.</p><p style="text-align: justify;">Hoy, en las costas hispanas, la Virgen del Carmen surcará las aguas rodeada de argonautas que, por un día, para rendirle pleitesía, truecan en floridas guirnaldas sus feroces tatuajes de anclas. Igual Yemanjá, y nada me gustaría más que lanzarme a las aguas para lamer su estela de delfín lánguido y voraz. Pero está en Brasil, y ya digo que llevo años sin poder permitirme viaje alguno. Podría venir ella, pero la imagino en el aeropuerto retenida por las autoridades migratorias, que le preguntarían qué se le ha perdido en Madrid. Además, Yemanjá es negra. Así que, rechazadas sus pretensiones, la veo rodeada de maletas con ruedas que no desplazan ningún peso, de viajeros sin gana de viajar más que a un fotograma incierto. Yemanjá en la puerta de embarque del veraneo, arracimando entre sus muslos el ansia por desovar un tsumani que recomponga las mareas y, de paso, la brevedad insomne de mi pecho. Dentro de este, sí: el corazón y la arritmia fresca. Más allá, salitre en los párpados y plegarias que tartamudean. De <i>yapita</i>: soñar con un veraneo en que poder tomar un vuelo hasta Bahía para entregarme a su chapoteo en las mareas negras del exceso. O esperar que a ella le salgan alas. Pero dejaría de ser la oscura diosa de la humedad, y así no. </p><div style="text-align: justify;"><i>Sous le pavés, la plage! </i>Reordenando el oleaje, Yemanjá. Bajo la marea, los muertos que nunca quisieron viajar...</div>el joven Cerezalhttp://www.blogger.com/profile/05043539648348620408noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7535695145773176803.post-62874561629530972312022-06-02T21:28:00.006+02:002022-06-02T22:51:44.570+02:00nunca estuviste en Berlín<div style="text-align: justify;"><div style="text-align: right;"><i>solo pienso en alcanzar</i></div><div style="text-align: right;"><i>la mejor versión de mí,</i></div><div style="text-align: right;"><i>será mi ofrenda para ti</i></div><div style="text-align: right;">Enrique Bunbury</div></div><p style="text-align: justify;">Recuerdo Berlín y el verano elucubrando estrategias erróneas para usurparle oscuridad a sus antros y lágrima a sus esquinas. Recuerdo haber tomado fotografías con mucho grano y haber hecho algo con ellas, tal vez enviárselas a alguien que pudiese abrazar las distorsiones y desgarros ocultas tras tanto grano. Fotogramas en blanco y negro, fríos y atroces y feos y grises y en las antípodas de la postal de turismo y falsa efigie. Fotogramas impregnados del blanco y negro de un verano roto tras los pasos de una hembra que dibuja grafitis de sombra en paredes desconchadas por puños de hierro locos por enredarse en cabellos y recuerdos. Recuerdo Berlín, y decadencia hermosa y un verano apócrifo y una hembra que bebe cerveza lejana y recorre con su voz de incendio las voces incineradas en Kreuzberg o Neuköln. Una hembra que me guía por suburbios, garitos, ínfimos milagros e inaugurales tragos, por tatuajes en pies descalzos y pálpitos feroces que desovan en cualquier habitación vacía de todo menos de mis dedos hechos dados. Recuerdo Berlín, un verano y un puñado de fotogramas que guardé para alguien, ya digo.</p><p style="text-align: justify;">Ya estamos chapoteando pies y estragos en el lodazal del tan ansiado verano. Ya comienza a abrumar la capacidad de un buen porcentaje de congéneres para deshilvanar las redes sociales multiplicando su presencia en una infinidad de lugares que al resto de congéneres se les antojan demasiado lejanos u onerosos para visitarlos. Una foto degustando ese cóctel de color tan insano como impronunciable su nombre, en la terraza de moda de alguna ciudad costera; otra paseando las junglas que amenazan devorar los templos de Angkor Wat; una más que despedaza la cámara con la luz filtrada bajo las cristalinas aguas que bañan las Maldivas; aquella otra que reta el vértigo del espectador asomándole a una vertiginosa bacanal de comida sin nombre ni origen a la mesa del restaurante más <i>cool</i> de New York. </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhfUDAvGXFFtgYvW4ZtLci61bknm_2AEr43yXINrurM10m6PzFEWlKs5MOybpCI9utOtuXVshXoGC_JKitrsWg6YErCpJu9du783SW518RMjSpkf1UqIGR7JILG2VjNoucDGw0-5OY3cxmCW7CR9VpJdyseP-gCLVAeLv8H0z4iQiWslQnVEqW3CAtZGA/s3840/IMG_20220602_124738.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2160" data-original-width="3840" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhfUDAvGXFFtgYvW4ZtLci61bknm_2AEr43yXINrurM10m6PzFEWlKs5MOybpCI9utOtuXVshXoGC_JKitrsWg6YErCpJu9du783SW518RMjSpkf1UqIGR7JILG2VjNoucDGw0-5OY3cxmCW7CR9VpJdyseP-gCLVAeLv8H0z4iQiWslQnVEqW3CAtZGA/w400-h225/IMG_20220602_124738.jpg" width="400" /></a></div><p style="text-align: justify;">La cuestión es que provoca sensación de irrealidad, tanto exhibicionismo, sensación de que, realmente, todas las personas que aparecen en esas fotos tomadas en lugares ni están ni han estado en los mismos. Están en la foto, y me pregunto si realmente han viajado. Tal vez solo hayan viajado a una foto. </p><p style="text-align: justify;">Hubo un tiempo en que viajar era un riesgo, y no se hacía únicamente para gastar lo ahorrado durante el año. Viajaban pocos y eran considerados, por el resto, algo así como demasiado intrépidos o, directamente, tarados. ¿Para qué largarse tan lejos cuando esta España mía esta España nuestra lo contiene todo y es puro festejo? Comían en bares infames y dormían en hostales lúgubres porque su capital se había invertido, mayormente, en el vuelo que les alejase lo más posible de su lugar de residencia. Hoy, viajar es tan necesario como colocarse la soga del puesto de trabajo. Hoy, viajar no comporta más riesgo que el de salir bien en la foto. </p><p style="text-align: justify;">Que los viajes, como la fotografía, se han democratizado, y ya cualquiera puede viajar a una imagen tipo <b>Jonás </b>en el vientre de una ballena que es chip de <i>smartphone </i>último modelo y máxima moneda. Y está bien, porque además nos permite, a quienes ya no viajamos, comprobar que el mundo sigue en movimiento y genera a cada instante novísimas y fascinantes ficciones como esa de aparentar estar en lugares cuando solo se está en una foto. De hecho, yo, hoy, recuerdo el día que comprendí que todo lo escrito en el primer párrafo de este texto es falso. Porque nunca estuve en Berlín, lo confieso.</p><p style="text-align: justify;">Y es que hace un ciclo litúrgico que sé que una chamana (la Alquimia, siempre, es hembra... disculpen la incorrección ¿política?) me creó la ilusión falsa, con carácter retroactivo, de que pasé un verano en Berlín. No recuerdo si me dio a beber ayahuasca o solo me prometió beber de sus labios, pero alguna droga hubo de por medio y aún necesito más, que esto de viajar es necesario, a día de hoy, si deseo ser un hombre de mi tiempo. La chamana lo sabía (por algo es chamana) y quiso regalarme Berlín consciente de que yo necesitaría una foto. Después se llevó la ciudad, cierto, pero siempre me quedará la foto.</p><p style="text-align: justify;">A todos los que no podrán viajar, este verano, para regalarnos fotos de los lugares visitados, en las redes sociales, les recomendaría una visita a la chamana que comento. Pero si les facilito su dirección les estaría engañando. A veces pienso que vive conmigo para seguirme drogando y regalarme fotos de lugares en los que nunca he estado. Será solo un sueño, es lo que tienen las drogas.</p><p style="text-align: justify;">Inmenso el concierto de los <b>Stones</b>, por cierto... ¿estuviste?</p>el joven Cerezalhttp://www.blogger.com/profile/05043539648348620408noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7535695145773176803.post-57494768521779872682022-05-17T07:03:00.003+02:002022-05-17T12:32:03.157+02:00cuando éramos reyes<p style="text-align: justify;">Según <i>Wikipedia</i>, el 17 de mayo de 1952 <b>Rocky Marciano</b>, el único campeón del mundo de los pesos pesados que se retiró sin haber sido derrotado, alcanzaba su primer título tras abatir por nocaut a <b>Joe Walcott</b>. Eso, al menos, asegura la página de efemérides de <i>Wikipedia</i> si busco la fecha 17 de mayo. Y busco esa fecha porque un día como hoy, hace 50 años, mi madre cometió la insensatez de empujarme al mundo exterior para regalarme eso que llamamos vida. </p><p style="text-align: justify;">Buscar y celebrar efemérides, hoy en día, es deporte más practicado que el propio boxeo en su época dorada, aunque los que de ello se pretendan campeones dudo que puedan ostentar idéntica fortaleza que la de Marciano. Cada día desfila ante nuestra mirada, en las redes sociales, un tropel de memoriales y recordatorios de nacimientos o fallecimientos de personajes memorables o dignos de recordar, de acontecimientos clave en el devenir de esta historia que vivimos ya como si asistiéramos a su seguro deceso. Así que hoy, que cumplo medio siglo, he decidido buscar efemérides, por simular el espíritu social identitario del que carezco. Y al descubrir esa fecha y ese nocaut, pienso que 50 años no son pocos para permanecer imbatido en el ring de los tiempos vividos, a pesar de haberme desollado unas cuantas veces contra sus cuerdas de alambre de espino y haber encajado no pocos golpes con maneras de caricia, y que por bien vividos los doy, y que podría ponerme melancólico diciendo que cualquier tiempo pasado fue mejor y cantar con <b>Quique González</b> aquello de «cuando éramos reyes» que tanta relación guarda con el boxeo. Pero resulta que de melancolía por lo vivido poco, qué le vamos a hacer. Lo vivido, a día de hoy, no puedo más que celebrarlo.</p><p style="text-align: justify;">Celebremos los días, diría más de uno. Los días pasados, sí, esos sí, que cualquier excusa es buena para embriagarse. Pero los venideros no, lo lamento. Yo no quiero celebrar los días que me resten: necesito morderlos, roerlos y raerlos, desgarrarlos y devorarlos hasta el paroxismo como si fuese esa piel que hoy, a mis 50 años, tengo la animal necesidad de acariciar más allá de la superficie, centrifugarme en ese caudal de carne y saliva que nada tiene que ver con los centrifugados en busca de emociones fuertes en prostíbulos, centros comerciales y otros parques de atracciones. Que no quiero más centrifugado que el del sudor que hierve en aromas no inventados, y la mirada que tritura la voz, la calla, la estrangula, no la necesita para decirlo todo, y el pliegue de la sonrisa que pliega a sus pies falsas fortalezas, y la voracidad de la mente hecha poesía de la que duele, de la de verdad, y la voz de dicción sublime que dicta con sus sílabas como acequias el caudal que desequilibra los planetas situándolos en el justo lugar en que, ahora lo comprendo, los imaginé desde el primer aullido, recién salido del naufragio de vísceras en que me acunaba mi madre, recién comprendido que necesitaría naufragar en unas vísceras aun más hermosas si quería darme por realmente nacido. Porque de la carne nacemos y en carne nos convertiremos. Lo del polvo no me lo creo, ni como consigna bíblica ni como chiste palurdo. Hoy quiero la carne y me reconozco caníbal y me duelo y retuerzo si no mastico antes de que mis dientes decidan hacer las maletas y emprender el camino del exilio. Claro, al final, como en mi primer nacimiento necesité de mi madre, en este nuevo en que me guiña sus ojos de curva fémina un reloj de arena entregado al vértigo, necesito de ese otro vientre que me desee seguir naciendo. Yo, al fin, quiero devorar los días venideros naciendo hacia dentro. Y no es huida, es salida.</p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgu-jVfqYIdFUkQVOm5fwgYSHPgY51d4LssSmCYjEO8pDUyuVTdtNHmy5LLG_Y5P3esXrK_jefbWuuZqIpKTkYT1FeAX08lyz6n9k7asNJCMJLr2eu8bRzWREW-fzBZjQitNBHwIWNaKTveXUhJgHukZrqs4fwIsjTJ-qWdtAnUMXwqGBx4IHFfUKPbbA/s768/marcianowalcott.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="432" data-original-width="768" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgu-jVfqYIdFUkQVOm5fwgYSHPgY51d4LssSmCYjEO8pDUyuVTdtNHmy5LLG_Y5P3esXrK_jefbWuuZqIpKTkYT1FeAX08lyz6n9k7asNJCMJLr2eu8bRzWREW-fzBZjQitNBHwIWNaKTveXUhJgHukZrqs4fwIsjTJ-qWdtAnUMXwqGBx4IHFfUKPbbA/w400-h225/marcianowalcott.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Rocky Marciano golpea a Joe Walcott (cortesía de <i>la red</i>)</td></tr></tbody></table><p style="text-align: justify;">Pero, regresemos a las efemérides, y hagámoslo con el mismo espíritu selectivo con que se hace a día de hoy: eligiendo únicamente lo que nos interesa. Porque un 17 de mayo también nacieron <b>Dennis Hopper</b> y <b>Trent Reznor</b> que, cada uno a su modo, mucho bueno me han regalado. Quiero decir que yo también he usado las efemérides, mayormente por cuestiones económicas, ya saben: artículos de encargo y demás. Pero las efemérides, como las volátiles avalanchas de <i>likes </i>en redes sociales, son engañosas, si no, directamente, una estafa ataviada con las roñosas telas de la impostura. Y me explico: lo de Rocky Marciano es falso. Tumbó a Joe Walcott para alzarse con el título de campeón del mundo en 1952, sí, pero no el 17 de mayo, sino el 23 de septiembre. Un error de esta enciclopedia global que hubiese dejado sin empleo ni subsidio a <b>Diderot</b>, <b>D'Alembert</b>, <b>Rousseau</b>, <b>Montesquieu </b>y compañía. Tal vez solo sea una disrupción de la realidad, como esa en que mi propia realidad, la única verdadera, hace que <b>David Bowie</b> estremeciese a los televidentes británicos interpretando «Starman» en <i>Top of the Pops</i> el día en que yo nací, en vez del 5 de julio del mismo año. Sí, creo haberlo dejado claro, no soy acólito de las efemérides, pero los 50 son buena edad para cambiar de opinión y nacer de nuevo, ya lo he dicho, así que lo mismo un día troco esa fecha en <i>Wikipedia</i>, que al fin y al cabo es una enciclopedia libre y popular, ¿no?</p><p style="text-align: justify;">Disrupciones, decía, pero ahora comprendo que solo son excusas para escribir esta retahíla y agradecer con ella a cada una de las personas que ha logrado que los 50 años que ya he vivido hayan merecido la pena y, sobre todo, a las que harán que merezcan más la pena los que me queden por delante. A estas últimas, eso sí, les aviso: muerdo. </p><p style="text-align: justify;">Así que: gracias, siempre, y cuidado con el perro.</p>el joven Cerezalhttp://www.blogger.com/profile/05043539648348620408noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-7535695145773176803.post-2216896703207330662022-04-13T22:31:00.003+02:002022-04-14T09:08:39.590+02:00la soledad del poeta<p style="text-align: justify;">Merodeo, cada vez con menor y más desinteresada frecuencia, eso que hemos dado en llamar redes sociales. Lo hago, mayormente, por compartir mis desvaríos, como el resto. Pero ese menguar de mi merodeo, comprendo, tiene sus motivos. El principal, tal vez, sea comprobar cómo florece la poesía, como invade, feroz cual jungla desorientada, las citadas redes sociales. Que todos somos poetas, parece, que ya lo hemos logrado, que atrás quedaron <b>Whitman </b>y <b>Lorca</b>, <b>Lautreamont </b>y <b>Breton</b>, <b>Rimbaud</b>, <b>Grande</b>, <b>Nijinsky</b>, <b>Vallejo </b>y <b>Aragon</b>, por citar tan solo a un puñado de desequilibrados que desequilibraron mis días cuando pensaba que la vida iba en serio y desorientaron, de paso, millones de pasos ciudadanos de esta aldea global en que ya únicamente globalizamos el ego y los monederos falsos.</p><p style="text-align: justify;">Los poetas, decía, tantos y tan variados (y variadas, disculpen la incorrección) que se permiten la osadía de insultarse entre ellos como púgiles sonados, futbolistas tatuados o políticos que solo hacen piña en el bar del congreso de los diputados. Que uno es mejor poeta porque el de enfrente es muy malo y mejor le agasaja diosa Fortuna vestida de certámenes caducos, conferencias rancias y premios apalabrados. </p><p style="text-align: justify;">Y sí, que muchos con poca valía lírica se lucran, pero no seré yo quien les critique, más me gustaría que mi tarjeta bancaria me permitiese idénticas alegrías que a los citados bardos. Mejor: más me gustaría no tener que depender de una tarjeta, ni de un banco distinto de ese en que sueñan las posaderas de los desheredados cuando la noche se hace día porque los gatos ya no son pardos: la libertad, o sea.</p><p style="text-align: justify;">El pasado 9 de abril (escribo, para variar, con retraso) tuve la fortuna de poder permitirme un dispendio que me acercase hasta la madrileña Sala Clamores a degustar el güisqui añejo que escancia en cada verso e inflexión vocal un poeta de los de verdad, uno que no precisa ningunear a otros para edificar su imperio de emociones gato negro, domingos erizados y rasguños afilados. El pasado 9 de abril tuve la fortuna de asistir a un recital de <b>Diego Vasallo</b> llevado de la mano de la poesía verdadera, esa que se excava en la piel rimándote estrofas en el costado. Y sobre el escenario un poeta desgranando sus versos a ritmo de vino viejo, amor masticado y músicos bien engrasados, poetas ellos también. Un poeta que se atreve a decir su nombre de reloj deteriorado porque no precisa criticar para arañar con sus cuerdas vocales versos como arpegios que hurtan vísceras a las rutinas del daño. Un poeta que se acompaña de otros para mejor recordar al respetable el origen de la grieta y los confines del barro.</p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhOtRBQGpdOQxbiiw22T58ZhbsZ3Fkqb0ilrdUWSl5gMQmizdz6LCWk6BtFL7YfIPnKsH_0Rj-Z9sYiRybhT_FbA9LW203YRTp3yqjHzBApamDb1opvceZ0egUDvsV7oFsnqn_5AuCcKa_d3JzABuSP9oCgyf0JqFQNZOSZPRORPg4QIk9pW08Zp-CBKA/s1982/WhatsApp%20Image%202022-04-13%20at%2010.14.10%20PM.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="802" data-original-width="1982" height="161" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhOtRBQGpdOQxbiiw22T58ZhbsZ3Fkqb0ilrdUWSl5gMQmizdz6LCWk6BtFL7YfIPnKsH_0Rj-Z9sYiRybhT_FbA9LW203YRTp3yqjHzBApamDb1opvceZ0egUDvsV7oFsnqn_5AuCcKa_d3JzABuSP9oCgyf0JqFQNZOSZPRORPg4QIk9pW08Zp-CBKA/w400-h161/WhatsApp%20Image%202022-04-13%20at%2010.14.10%20PM.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">de «El porvenir no llega, el pasado no importa» (Diego Vasallo)</td></tr></tbody></table><br /><p style="text-align: justify;">Y es que la poesía se esculpe en la soledad de un puñal hecho de labios tatuados en la clavícula, en la sutura silente de unos dientes marcando el pecho con mordida de tequila, que no de soborno. Pero, parece ser, lo olvidamos. Olvidamos que la poesía no es tal si no nos la inflige otro, ella, él, un extraño. Y solo deseamos la cercanía de otro poeta cuando no nos hace daño: me gustas porque te gusto y te abrillanto el fondo de armario y aplaudo tus agasajos solo si me ayudas a enriquecerme a destajo. </p><p style="text-align: justify;">Vamos por libre y no nos enteramos de que la poesía solo lo es cuando permite la coyunda de versos y voces, cuando se rodea de iguales para ser más fuerte y seguir soñando que puede cambiar el ritmo de los tiempos. </p><p style="text-align: justify;">Luego, están los poetas que se engalanan de ritmos y escarchas para regalarnos melodías de un otoño que nos fue dado para jugar a soñar y no apostarlo todo a una partida de dados. Luego, están las poetas que te llevan de la mano al jardín de las delicias de un <b>Bosco </b>travestido en faquir despreocupado. </p><p style="text-align: justify;">Que sí, que la Poesía es un alfarero solitario, pero ¡ay cuando entre sus manos brotan otras igual de ansiosas por dar forma al barro de una existencia que nos mira con gafas de sol de extrarradio!</p><p style="text-align: justify;">Poesía, sí, en la voz y los versos de Vasallo. Poesía, sí, entre tus dedos como dardos. Poesía compartida, y allá aquellos del mejor solo que mal acompañado.</p><p style="text-align: justify;"><br /></p>el joven Cerezalhttp://www.blogger.com/profile/05043539648348620408noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7535695145773176803.post-10154607171485348462022-03-14T22:13:00.002+01:002022-03-14T22:22:54.672+01:00todas las guerras<div style="text-align: justify;"><div style="text-align: right;"><i>... pero no me hagas caso,</i></div><div style="text-align: right;"><i>lo que me pasa es que este mundo no lo entiendo</i></div><div style="text-align: right;">Luis Eduardo Aute</div></div><p style="text-align: justify;">Los tambores de guerra ondean a modo de bandera el recalcitrante fulgir de falanges en que se destrozan, ensangrentados, los tamborileros de uno y otro y aquel otro bando. Europa se aburre y reorganiza a las masas del sueldo bien ganado para que agiten su ajedrez de mesa puesta y abrazo tan falso como desbocado. África es un cocodrilo (¿o era América?) que no necesita careta más que para desordenar lo fúlgido de dientes cariados por el hambre de McDonalds payasos y grafitis desahuciados de todos los extrarradios. Ya no es que suenen, es que atronan y vuelan en desbandada de ataque aéreo, los tambores de guerra, mientras nosotros les marcamos el compás, desde el sofá del salón, ya está tardando en llegar la cena, ¡mujer!, con feligresía de tertuliano.</p><p style="text-align: justify;">Hay una guerra civil en Burkina Fasso, esa pequeña nación mordida por Costa de Marfil, Ghana, Togo, Níger y Benín, África o por ahí, dicen, en que desde 2015 miles de cuerpos negros de rabia y miedo son la sintonía en negro de las noticias que no leo. Hay una guerra en Myanmar, Asia y ojos rasgados y hambre y sumisión al eco hueco de los noticiarios. Hay una guerra en Etiopía (y vuelta con los negros) en que los casi dos millones de «desplazados» nunca alcanzarán el estatus de refugiado porque no ubican en la definición de quienes son merecedores de sentir en sus carnes los Derechos Humanos. Hay una guerra en Yemen y millones de dólares esparcidos entre las sábanas blancas de fantasmas que esparcen aromas de mil y una noches para mejor servirnos el petróleo que ahora añoramos y que desde hace demasiados minutos eso que llaman la ONU viene «denunciando» como la peor crisis humanitaria de este globo terráqueo en que nos englobamos inflamados en las noches de aplausos en Facebook y gintonic en Serrano. Hay, todavía, sí, una guerra en Siria y más de 13 millones de ciudadanos que perdieron la ciudad y devoraron el espanto. Hay una guerra en Palestina. ¿Hay Palestina?</p><p style="text-align: justify;">Hay una guerra en Ucrania y hay que levantar, enhiesta como erección mal dispuesta, la bandera de lo solidario entre la población que hace procesión frente al supermercado temerosa de verse privada de los bienes esenciales que para muchos son esencia de trabajo mal sudado y peor pagado. Que nos quedamos sin aceite, aunque sea mentira, y que el granero de Europa era una tierra de ojos rubios y niños acribillados, cierto, ahora lo comprendemos, pero déjennos encender el móvil para proceder al pago de todas estas cervezas que lo mismo mañana ya no degustamos.</p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiOT-aGzLp99M0FCVtRuUuX5pX-XofGKXbQ6gqfy663fUyGvozpeQHioRTJDNtxru6rX_L7_5u7fl3I2XDph6MZjrbCitirIQyZZiHTmORy7jkDr3REJ7C3644dVQoL1Fv_Na5ucvQcw5qw4bYiiqvZUNVzZt3YCiaOUqGDKuQILN_9mF6neMHsCD4xIw=s1532" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1024" data-original-width="1532" height="268" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiOT-aGzLp99M0FCVtRuUuX5pX-XofGKXbQ6gqfy663fUyGvozpeQHioRTJDNtxru6rX_L7_5u7fl3I2XDph6MZjrbCitirIQyZZiHTmORy7jkDr3REJ7C3644dVQoL1Fv_Na5ucvQcw5qw4bYiiqvZUNVzZt3YCiaOUqGDKuQILN_9mF6neMHsCD4xIw=w400-h268" width="400" /></a></div><br /><p style="text-align: justify;">Sé que no se me entiende, y tampoco sé si lo pretendo, ni si, caso de hacerlo, me haría bueno. Solo sé que ni yo mismo me entiendo porque me duelen todas las guerras, pero, aun a riesgo de parecer frívolo, ya que la población global arrecia con sus tormentas de ausencia y fin de mes mal pagado hoy solo entiendo la guerra que deseo librar entre tus brazos, pedazos de tu piel tallados en mordisco como Altamiras borrachos y el milagro de tu carne entre las sábanas, ensangrentado como una sirena varada que olvidó al apuntador y solo apunta mi aorta con maneras de pistola infantil en medio del escenario. </p><p style="text-align: justify;">Y si arrecian todas las guerras te espero en Ollantaytambo, subiendo y bajando entre rocas como un Sísifo ajeno a derrotas, falta de oxígeno y clamor de diccionarios que hablan de amor con palabras gastadas y envueltas en páginas de enciclopedias del todo es gratis o mucho más barato que si enciendes la televisión pero no la calefacción porque el gas y la electricidad y la guerra en Ucrania y tantos miles de niños rotos de miedo y, entre nuestros brazos, flácidos pero llorados.</p><p style="text-align: justify;">Hay una guerra en Ucrania y nos faltan foros y redes sociales para mostrar nuestra solidaridad y ya casi somos capaces de asumir que hay una guerra silenciosa con el vecino de al lado y que miles de sub, sobre o simplemente saharianos nunca podrán ser abrazados porque vienen a robarnos el pan y a asesinar nuestro futuro ocupando nuestros hogares o simplemente a quedarse con las ayudas con que nos agasaja papá Estado.</p><p style="text-align: justify;">Hay una guerra en Ucrania y me duele la carne en el dolor de tanto miembro despiezado, pero cerraré este absurdo texto con frivolidad, afirmando mi más firme solidaridad con el recorrido lácteo desde el que tu piel me desgarra el tacto, y confiando, como el resto de conciudadanos, en que no desaparezcan las cervezas de los supermercados.</p>el joven Cerezalhttp://www.blogger.com/profile/05043539648348620408noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7535695145773176803.post-60159950585459615252022-02-22T22:17:00.005+01:002022-02-23T20:19:15.821+01:00la voz y el daño<p style="text-align: justify;">Hacía tiempo que Luis y yo no acudíamos a un concierto. No soy capaz, en estos momentos, de recordar el motivo, tal vez ni siquiera hubiese motivo, tal vez solamente andábamos perdidos en encontrar el fin de mes o sacar a paseo el perro de la rabia por la vida no apurada. El caso es que hacía tiempo, ya digo, que no afelpábamos nuestras gargantas en oropel de aullido desatado y güisqui adulterado, rodeados de almas gemelas en el sudor y el anonimato.<br /><br />The Gutter Twins, los gemelos de la cuneta, los chicos del arroyo en plan <b>Pasolini</b> pasado por los pantanos de esa tierra americana harta de sembrar revólveres macho, los dos ladridos del extrarradio hecho licor y llanto, <b>Greg Dulli</b> y <b>Mark Lanegan</b>, en una infecta sala de Madrid con nombre de cerveza mala, 2008 o así, ya ha llovido, pero aún llueve la cascada eléctrica de aquellas dos gargantas copulando sobre el escenario, Dulli descosiendo los perfiles más remotos de su cuerpo inabarcable y desatado de espasmos, Lanegan impertérrito de talla griega arrancando huecos cavernarios al perfil de su garganta: un puto delirio.<br /><br />Hacía tiempo que cada uno de los dos artistas no sacaban a pasear a sus perros de lluvia, rabia y quimera. No soy capaz, en estos momentos, de recordar el motivo, y dudo que fuese que andaban perdidos en encontrar el fin de mes, tal vez solo andaban perdidos buscando una salida a tanto y tan manifiesto desastre en que se enjalbegaba la música popular, camino ya del cementerio.</p><p style="text-align: justify;">Hoy, amor, justo hoy, justo cuando sin hablarme te escuchaba, se nos ha ido Lanegan, justo hoy cuando habíamos hablado de comenzar a enderezar el sendero que le indica a la Poesía el camino del cementerio. Y hace tiempo que no acudimos, juntos, a un concierto. No soy capaz, en estos momentos, de recordar el motivo. Solo sé que nada de lo que ocurre a nuestro alrededor puede ser cierto, porque la realidad la inventamos nosotros y Lanegan sigue aullando junto a Dulli y a<b> P.J.</b> para recordarnos que ni él ni nosotros estamos muertos.</p><p style="text-align: justify;">Que la tierra le sea leve... y que a nosotros solo nos sirva para invadirnos la piel de sudor y barro tierno.</p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgZM5w9-G-XBF2Z_id57F4isKOUH9T9kn0hTL4Psou6V0yzejWK9tOLITqRac_En-AaZ1Z7tks8l5wtCjj0sGKVtEpfj6eXvwvwuQR0SMRe4JWtfqjPvYrWDGRwmvueKll1d1HPPdqsT5f03wDt6i1nPIMlGXEEV8gSuBLGERDLuX17YTxIGJVPbKP4qQ=s1200" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="494" data-original-width="1200" height="165" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgZM5w9-G-XBF2Z_id57F4isKOUH9T9kn0hTL4Psou6V0yzejWK9tOLITqRac_En-AaZ1Z7tks8l5wtCjj0sGKVtEpfj6eXvwvwuQR0SMRe4JWtfqjPvYrWDGRwmvueKll1d1HPPdqsT5f03wDt6i1nPIMlGXEEV8gSuBLGERDLuX17YTxIGJVPbKP4qQ=w400-h165" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Mark Lanegan (1964-2022), cortesía de la red</td></tr></tbody></table><br /><p style="text-align: justify;"><br /></p>el joven Cerezalhttp://www.blogger.com/profile/05043539648348620408noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7535695145773176803.post-39374807733522809092022-01-27T21:41:00.003+01:002022-01-28T08:20:45.275+01:00una experiencia inmersiva<p style="text-align: justify;">Me costó mucho, tras varios periplos por Ámsterdam, encontrarme en la situación idónea para visitar el Museo <b>Van Gogh</b>, hace ya años, demasiados. Digo me costó porque, efectivamente, mucho he frecuentado la ciudad de los canales feroces, los tulipanes crepitantes y las bicicletas homicidas, pero casi siempre que lo hacía me dejaba llevar por los efluvios del cannabis, y luego cualquiera estaba para visitar un museo. Ahora, a la vista de los derroteros o declives por los que se despeña la actividad museística o de contemplación estética que debe implicar eso que llaman arte, me pregunto por qué no acudí, en serio estado de fiebre cannábica, a recorrer los corredores en que se exponían los óleos del genio neerlandés. <br /><br />Salgo de una reciente experiencia inmersiva en tus taumaturgias rosa y salitre, amor, y aún me saben los dedos, cuando los muerdo hasta el daño, a vientre y saliva. Recién salgo de ti y aún me desordena el cabello una orquesta de dedos beodos como ardillas recién rescatadas de un incendio forestal: el tuyo, el de tus labios y la selva centrípeta de tus pupilas, siempre pródigas en propiciar cambios climáticos que solo a nosotros nos licúan los árticos para mejor humedecernos en trópicos de cáncer, capricornio y el resto que los demás ignoran. Y recuerdo aquella visita lúcida y libre de cannabis al Museo Van Gogh, donde repté ensoñaciones que ni el mejor de los porros me hubiese sabido regalar.</p><p style="text-align: justify;">Salgo de ti, ya digo, y no encuentro mejor manera de permanecer amarrado a tus pestañas que destrozar las mías contra la realidad circundante tal cual se vierte en los titulares de la prensa cibernética. Y me sorprende el festival de experiencias inmersivas en que hoy ha trocado eso que antaño llamábamos arte. Van Gogh: experiencia inmersiva; <b>Frida Kahlo</b>: experiencia inmersiva; <b>Gustav Klimt</b>: experiencia inmersiva. Sí, está muy bien esto de sumergirse en un lienzo que no existe y acercar el arte al pueblo para eliminar todo rastro de esnobismo que aún pudiese portar en su rostro maltrecho, algo así como el teatro bajo la arena lorquiano, ¡bravo por los comisarios de arte actual! Pero a mí, perdónenme los adalides de la cultura popular, todo esto me recuerda al fascio y sus espectáculos de conjuntos arquitectónicos más grandes que la propia ciudad que los albergaba, y sus desfiles de luz estruendosa y música estridente. Ya que no nos hemos preocupado por educar en lo sensible, eduquemos en lo apabullante, desordenemos los sentidos del vulgo pero sin ningún <b>Rimbaud </b>rabioso que pueda hacerlos subversivos o revolucionarios. </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhpkUUBu0S7pGX5jjKKGlw2eUXkS-bQExSddzIVG0VLp89w3x3kZ5jUt0e08yilcvUcelCURPbIhD9WJfmIQoiHc0EefX9WaKYbLUoZFFz2qWPWoB27Mgc00TlU20s5snVHKrZk6F4iZcB0XmWG5_mkJG4EclxvA93dcSlE74OWVqQ2aFQTY1Vdu4fXWQ=s2389" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2389" data-original-width="2160" height="400" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhpkUUBu0S7pGX5jjKKGlw2eUXkS-bQExSddzIVG0VLp89w3x3kZ5jUt0e08yilcvUcelCURPbIhD9WJfmIQoiHc0EefX9WaKYbLUoZFFz2qWPWoB27Mgc00TlU20s5snVHKrZk6F4iZcB0XmWG5_mkJG4EclxvA93dcSlE74OWVqQ2aFQTY1Vdu4fXWQ=w361-h400" width="361" /></a></div><br /><p style="text-align: justify;">Cuestión de educación. Al final todo acaba en lo mismo, y la educación, hoy día, la dictan los mercaderes del móvil y las nuevas tecnologías, esas que nos permiten entrar en un cuadro de Frida Kahlo pero que nunca nos permitirán visitar su habitación en la Casa Azul porque puestos a viajar hasta México mejor será hacerlo para acumular experiencias inmersivas en el Caribe hortera, la pulsera de todo incluido y el tequila de saldo con mariachis que nunca lo fueron vestidos como si hubiesen nacido con las charreteras festivas insertas en los hombros. </p><p style="text-align: justify;">A pesar de todo, he de decir que yo, hoy que salpico con el fragor de tu ausencia los huecos que en mi pecho esculpe una osamenta que tú ayer mordías, aplaudo este renacer de lo museístico a través de la inmersión, tanto como los musicales sin música ni Broadway y la caña de después en el 100 Montaditos. Porque adherido a ti he cabalgado madrugadas en que Van Gogh me susurraba como <b>Nietzsche </b>al maltratado caballo turinés, y eso sí es inmersivo. Y eso sí (lo tuyo, claro) es arte. Ahora, para mejorar la inmersión, antes de irme a dormir, me entregaré al THC y recordaré a Van Gogh en Ámsterdam y a ti entre mis huesos. La mujer serpiente de Klimt me susurrará tus maneras de diosa persa, y mañana, si alguien me paga la entrada para la experiencia inmersiva que ni en sueños puedo sufragar, me uno a las huestes ciudadanas ahítas de arte que hoy pueblan esta capital de frío, escaparate y moneda.</p>el joven Cerezalhttp://www.blogger.com/profile/05043539648348620408noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7535695145773176803.post-69222519268003561722021-12-26T19:51:00.002+01:002021-12-27T07:52:20.592+01:00otra noche americana<p style="text-align: justify;">La lluvia ensaya polifonías de acequia torpe contra el tejado de las alcantarillas: triquiñuelas con que la ciudad pretende evadirnos de lo cierto. </p><p style="text-align: justify;">Esquivar las alcantarillas, en día de lluvia, es creerse capaz de caminar los tejados, algo así como sentirse etéreo y por encima del bien y del mal a pesar de las evidencias en contra. Esto no es más que suposición, que llevo casi una semana encerrado en casa (ya imaginan el motivo), y acostumbro asomarme a la ventana por comprobar si todo sigue igual, ahí afuera. Y eso veo: lluvia y pocos viandantes intentando esquivar charcos y alcantarillas, evadir sus cantos de sirena suburbana y subnormal. </p><p style="text-align: justify;">Llueve profuso y las nubes simulan un mar inverso sin mayor ebriedad que la de los veleros rimbaudianos que lo surcan desde el fondo de mis pupilas. Me pregunto a dónde llevarán, esos barcos. Llueve profuso, ya digo, casi hasta el límite de inaugurar traje de noche por más que aún sea de día. Efecto de <i>noche americana</i>, en las calles. Sí, ya saben, esa técnica cinematográfica hoy en desuso que permitía simular noche mientras se rodaba a plena luz del día. Una farsa, o sea. Como la que representan los miles de bocas como ventanas que rodean la mía clamando falsas carcajadas de resaca mal dispuesta, tras otra festividad navideña tirada al cubo de la basura junto a ojos de crustáceos suicidas y bocados de pan sin diente que los marque para que al menos se duela, del mordisco o de su ausencia. </p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjCKMQx6FC7nYdAgVXdSxRYJqYziU5OQsPGXYVc5MxNJhhDPtngKkN1_YDCL6luc4vNR0UuXSpJo9giufVkldfwPa5lZxgECR-HKr8iSH90nPGgYQjGD_UsTARilHSDrfV_2SSO8Rc0vWL_seqfiljH0CjWemLpKEmNp7rYZvQ2XLZbNiDQp-tfMmvZmg=s2485" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1842" data-original-width="2485" height="296" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjCKMQx6FC7nYdAgVXdSxRYJqYziU5OQsPGXYVc5MxNJhhDPtngKkN1_YDCL6luc4vNR0UuXSpJo9giufVkldfwPa5lZxgECR-HKr8iSH90nPGgYQjGD_UsTARilHSDrfV_2SSO8Rc0vWL_seqfiljH0CjWemLpKEmNp7rYZvQ2XLZbNiDQp-tfMmvZmg=w400-h296" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Detalle de la funda troquelada que oculta el <i>Physical Graffiti</i> de <b>Led Zeppelin</b></td></tr></tbody></table><p style="text-align: justify;">Ha pasado la Nochebuena y la Navidad dejó ya atrás su fecha de caducidad redundante y beata. Contra las alcantarillas, la lluvia salpimenta los restos de un banquete en que muchos anduvieron ayer, anteayer, simulando lo que no era, como en la <i>noche americana</i> de las películas añejas. De la felicidad más explosiva al más voraz de los llantos, todos, más o menos, simulamos durante estas fiestas y miramos hacia otro lado cuando nos mentan a la anciana desahuciada o el obrero sin andamio. También si refieren al ganador de la lotería, el caso es simular algo: alegría o desdicha, pero simular a toda costa, por eso de simularnos un pedazo de carne tierna anidado bajo el pecho, que es lo que toca en estas fechas. </p><p style="text-align: justify;">Yo no he podido simular, durante estos días. Soy lo que soy: alguien asomado a la ventana por ver cómo se amplía el plano de la <i>noche americana</i>. A una hora incierta de la Nochebuena, sí, es cierto, <b>Mr. Scrooge</b> llamó a mi puerta. No sé cuál de sus fantasmas lo acompañaba, pero preferí no abrir, estuve seguro de que no venía solo. Preferí, ya digo, ni siquiera contestar, y mascullé un «paparruchas» mientras afirmaba que yo ya tengo un pequeño fantasma en casa, un fantasma que asusta al miedo, a lo oscuro y a la noche, también a la americana. Es un fantasma simpático, sí, ya ven, como ese de los dibujos animados. Luego, claro, están los otros fantasmas. Esos están henchidos de navidades futuras, presentes y pasadas, pero tienen a bien acompañarme durante cada uno de los trayectos en que se hacen adultos los calendarios. A veces logro evadirlos como evaden impuestos los acaudalados, como evade la luz la técnica cinematográfica de la <i>noche americana</i>. Pero cuando regresan portan voracidad de alimaña, porque comprendo que todo estaba amañado, que solo estaba imaginando, como hoy, ahora, asomado a la ventana y dando santa sepultura a la Navidad y al penúltimo cigarro debidamente aderezado con THC y llanto.</p><p style="text-align: justify;">Pongo música y dejo pasear a mis fantasmas por el salón. Les permito pasear y pastar el forraje lento de tu ausencia antes de que lo inunde todo, como la lluvia, ahí afuera. Han pasado las fiestas y aún muchos siguen simulando felicidad o extravío, tanto da cuando lo que importa es que no deje de ser todo falso.</p><p style="text-align: justify;">Además, es domingo. Y domingo rima con abismo.</p><p style="text-align: justify;">Subo el volumen y escucho a mi querido <b>Chencho Fernández</b> dar la bienvenida a otra <i>noche americana...<br /></i></p><p style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><iframe allowfullscreen="" class="BLOG_video_class" height="266" src="https://www.youtube.com/embed/mmOm_ePRv5A" width="320" youtube-src-id="mmOm_ePRv5A"></iframe></div><br /><i><br /></i><p></p><p style="text-align: justify;"><i><br /></i></p>el joven Cerezalhttp://www.blogger.com/profile/05043539648348620408noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7535695145773176803.post-75225376487492093752021-11-24T21:40:00.002+01:002021-11-25T10:13:06.680+01:00contra la filosofía<p><span style="text-align: justify;">389 cumpleaños de</span><span style="text-align: justify;"> </span><b style="text-align: justify;">Spinoza</b><span style="text-align: justify;">, el filósofo, ya ven, ahora que han decidido ubicar la filosofía entre los estantes de almacén oculto de</span><span style="text-align: justify;"> </span><i style="text-align: justify;">La Casa del Libro</i><span style="text-align: justify;"> </span><span style="text-align: justify;">y sucedáneos, a la par que entre los estantes mugrientos del cerebro occidental a quien nadie acude para acudirse a sí mismo y regalarse un pedazo de realidad plagada de mentiras. Resulta que la filosofía, hoy, ya es ayer y causa de nuestros males, porque no nos dejaba pensar y nos enredaba con su vocabulario agrio de epistemologías sin cauce más allá del conformarse un criterio propio, cosas de esas. </span></p><p style="text-align: justify;">Spinoza, decía, que hace vidas planteó un panteísmo poco acorde con sus tiempos, a la hora de hablar de ese dios que puede ser el diablo, o viceversa. Sí, le acribillaron (¡faltaría más!), pero no entendieron que era tan beato como los secuaces del clero y los feligreses del sacrificio y el esfuerzo, como tantos hoy, adocenados en busca de empleo... el que escribe entre ellos. Porque algo o alguien nos habrá de alimentar, digo yo, y para eso están los pensadores actuales del algoritmo y la mano de obra barata y el sueldo como pan sin miga y cerviz ungida por la glosa insomne de eso que llaman los mercados y que, hoy, ahora, ya, es poesía de los tiempos presentes y venideros. No, lo siento, la poesía del <i>enter </i>y el fielato corporativo no va más allá del horizonte que dibujan eso que hemos dado en llamar los mercados.</p><p style="text-align: justify;">El caso es que Spinoza, muy de su tiempo, sin negar a dios su longitud (como <b>Nietzsche)</b>, dio en considerarlo una sustancia de la que todo brotaba cual semilla en guerrilla de vergeles selváticos. Y hasta aquí todo bien. El problema, claro, llegaba cuando el bueno de <b>Baruch </b>(así se llamaba, aunque les suene a islamista radical) aseguraba que todo aquello que existe produce un efecto porque tiene un por qué de existir, y que su esencia, por tanto, es potencia de algo superior. Un galimatías, lo sé, para las generaciones venideras y las ahora moribundas en aras del comercio. Pero yo lo tengo claro, y comprendo que existes porque me produces efectos, amor, que de alguna manera, te convierten en dios (perdón: diosa) y, en potencia, de lo superior que me acomete cuando desgarro mis vísceras en la necesidad de recorrerte hasta sangrarme los pulmones, de aprender tus esquirlas hasta desgarrarme las pupilas, de conocer tus intestinos como el íncubo a su víctima, de derrotar todas tus guerras con tiroteos de brisa, de dentellearte la risa, desvestirte el ocaso, incinerarte el miedo y fecundarte los cabellos con este fragor en que hoy pierden tacto mis dedos hechos de distancia y hierba para poder saber, al fin, quién con actitud sutil me despierta y enhebra la vida.</p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjV6RomGVqhgCVIuBkYNt3X9irBKG309M7-5RyCBp7_LholIMkaAEuhv4605eg53cYbnQxOQjcG7Bs4s5Ahcx1zyj4SyQ9VSIxclBkIRuH_nKYXlpwPb6uKkGWxW3o7dGp5umeA-7KFNi4/s2801/DSC_1155.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1123" data-original-width="2801" height="160" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjV6RomGVqhgCVIuBkYNt3X9irBKG309M7-5RyCBp7_LholIMkaAEuhv4605eg53cYbnQxOQjcG7Bs4s5Ahcx1zyj4SyQ9VSIxclBkIRuH_nKYXlpwPb6uKkGWxW3o7dGp5umeA-7KFNi4/w400-h160/DSC_1155.jpg" width="400" /></a></div><br /><p style="text-align: justify;">Ya ven, la filosofía, esa cosa, y Spinoza, aquel hereje alienado, no sirven para nada más allá de celebrar una onomástica como quien celebra los bordes de esperma de una sábana oxidada en el vergel de tu memoria. </p><p style="text-align: justify;">Larga vida y feliz olvido al filosofo, como larga mi mano cuando ya te siente reptar sus falanges de caricia y dios aún vivo a pesar de Nietzsche y la distancia.</p>el joven Cerezalhttp://www.blogger.com/profile/05043539648348620408noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7535695145773176803.post-19901073208295544842021-11-06T20:35:00.000+01:002021-11-06T20:35:13.400+01:00minutos de media hora<div style="text-align: justify;">Nos pasábamos el porro con tiento y premura, como queriendo ahuyentar la amenaza con que las aguas del Estrecho pretendían transmutar el elixir marrón en leve fardo de patera cargada de sueños truncos en navegación hacia las costas gaditanas. Era el Hafa y era el hasch y eran las pupilas en danza giróvaga de intimidad compartida y eran los minutos que desatendían su nombre para inventar un nuevo vocabulario y, de paso, sí, otra manera de medir el tiempo. Eran las puestas de sol al frente del acantilado Magreb y las dictaduras del silencio henchido de música que no hacía acto de presencia más que en el <i>kindergarten </i>en que, obnubiladas, jugueteaban nuestras neuronas. Quiero decir que fumábamos hachís en las terrazas del Hafa mientras el horizonte arropaba el desnudo hembra morena del Estrecho de Gibraltar con la claridad de una piel aun más morena, a pesar de vestirse sol y lunares para jugar al universo. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Los minutos, creo que ya lo he dicho, no eran redil de los habituales sesenta segundos. Juanfri siempre lo decía: acabamos de entrar en el minuto de media hora. Pistoletazo de salida y... a navegar los cielos de la menta y el THC.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Relojes añejos, a pesar de todo, al recordar las fumadas en el Hafa, en Tánger, pero siempre esa piel morena incendiada de luz y constelada de pupilas como lunares persiguiéndome con la plena consciencia de la victoria... de ir a darme caza. Soy un ciervo anciano inserto en una película <i>survival</i>. Un nadador sin musculatura ni piscina. Un recluso con una lima labial como toda certidumbre de escape. Un habitante inconcluso de la memoria expandida, hoy, y desde aquellos tiempos, pero más hoy que me repliego en la memoria inmediata para reverdercer la jungla de mi latido recordando el demoledor concierto de los <b>Derby Motoreta's Burrito Kachimba</b> al que tuve el placer de asistir hace ya no sé cuánto (ya saben, escribo con retraso). Segovia: peñascos de antaño y acueductos sin más ojo que el que pierde la adolescencia tras las faldas y braguetas de una madrugada que no ha de llegar más que mordida de centígrados con categoría de cabo primera, o lo que sea eso que supone relevancia entre las huestes de la patria y el sueldo asegurado.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Uno acudía a muchos conciertos y recitales de esos que la pandemia nos ha descubierto nocivos para la salud física, mental y mundial, y se embarraba en tragos compartidos de labios como botellas con maneras de mujer henchida de amor. Bailaba y saltaba y aullaba y olvidaba el mundo alrededor con la conciencia certera del que se ausentó del planeta tras fumarse un petardo, atragantarse de un tropel de güisqui garrafón y propinar un manotazo al reloj de arena para dejarlo en esa posición que le impide nombrar el paso del tiempo. El minuto de media hora, sí, ya lo he dicho, por el hachís, pero también, y más, por la música... y por la hembra morena que la danza con la indolencia que proporciona saberse contenedora de vida, de la Vida. A uno, hoy, la pandemia y las fuerzas del orden le han enseñado que es mejor bailar solo en la hembra y dejar la música para los negacionistas y esos otros que no tienen miedo a morir. Bueno, eso, en realidad, debería ser lo aprendido, pero a mí esta pandemia solo me ha enseñado a bailar más y con más ímpetu la música y, por supuesto, la hembra de piel morena disfrazada de sol y luna. Bailar la hembra, casi, podría asegurar, es lo que hacen los Burrito (de los varios nombres que componen el nombre de este grupo de músicos tocados por la divinidad horaria, me quedo con este, por abreviar, pero con todo el respeto, que luego dicen que escribo largo y espeso y barroco y no cabe en un <i>tweet </i>ni en una entradilla de prensa). </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhqvo6k8gS0kfKMYSAeA_i1eEYfS9aV__SnHOLGqiEPxyUJNmKzLbmCYWEIJ6gW3sVxrNjeC5wTODLav9SEngfc2_lvDYDL6VObv3cmf4oEGSIzLTsiKR9DBf9pSLGH6KBGK_0socr9OgPa/s864/WhatsApp+Image+2021-10-033.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="434" data-original-width="864" height="201" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhqvo6k8gS0kfKMYSAeA_i1eEYfS9aV__SnHOLGqiEPxyUJNmKzLbmCYWEIJ6gW3sVxrNjeC5wTODLav9SEngfc2_lvDYDL6VObv3cmf4oEGSIzLTsiKR9DBf9pSLGH6KBGK_0socr9OgPa/w400-h201/WhatsApp+Image+2021-10-033.jpg" width="400" /></a></div><div style="text-align: justify;">Bailar la hembra, insisto, es lo que hacen los Burrito. Eso, y desencadenar los fantasmas del tiempo para dejarles corretear, libres de cadenas Canterville, cuando anclan al escenario su regio vendaval de acordes, armonía, musculatura y latido. Mientras, el público, aun silenciado por la dictadura del patio de butacas, comienza a perder los estribos y a destrozar los relojes con dentelladas de aullido musitado en falsete. Las largas hileras del patio de butacas, cierto, tardaron poco tiempo en levantar el vuelo, como llevadas en alas de una música hecha para volarle la tapa de los sesos al clima. La maquinaria de timbres y escalofrío de los Burrito, perfectamente engrasada para acometer cualquier destino sensorial que el oyente pueda elucubrar, acelera y suaviza su ferocidad etérea al ritmo de esas caderas hembra que hoy me reptan el vientre, mientras recuerdo: el concierto y a ti, amor, claro, vestida de lunares calé y sur sin nombre, desnuda de prisiones y gramáticas, moliendo aceitunas con tus pupilas y amamantada por una ordalía de acordes épicos como cantar de gesta de un futuro en que exhibiremos el músculo de nuestro amor como los Burrito engrasan el músculo de sus melodías de ensueño, ayer y alquimia: correteando correteabas mis arterias mientras ellos despedazaban, con mordiscos como besos, las normativas no escritas del ritmo y el compás e incendiaban ese patio de butacas para florecer un teatro bajo la arena en las pupilas, neuronas y dermis de un público hecho parroquia de éxtasis. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Sí, disculpen el desvarío, no hay hachís en esta ocasión, solo es que me cuesta recordar el minuto en que un concierto se había tatuado, con tan feroz exactitud, en mi piel de reloj sin manecillas. Un concierto de los Burrito no es tal, es una experiencia en las antípodas de todo eso que hoy intentan vendernos como tal. Y se acercan con peligro a tu manera de bailar fulgores y astros hermanos de lo universal en expansión. Un concierto de los Burrito es húmedo como tu voz y luminoso como el envés de tu vientre. Algo así como una revelación... algo así como la música de este amor hecho de vicio y ternura en que nos acunamos para mejor permanecer despiertos.</div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">Ignoro cuántos minutos duró el concierto, imposible e innecesario contabilizar el fragor de medias horas en que me permitió naufragar sin perder la respiración aunque casi. Segovia, a la salida, permanecía ciega de temperatura y audaz de vino peleón. Parranderos tropezaban charcos y tu perfil más pudoroso doblaba las esquinas de mi cordura mientras el viento silbaba que <i>el camino ha sido largo...</i></div><div style="text-align: justify;"><i><br /></i></div><div style="text-align: justify;"><i>pero he de llegar, vive dios</i></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;">aunque me cueste una eternidad hecha de hachís y relojes sin norma... la música de los Burrito, por favor, de fondo, pintando de luz esa piel morena que vistes, amor, cada vez que me derrotas entre tus brazos.</div>el joven Cerezalhttp://www.blogger.com/profile/05043539648348620408noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7535695145773176803.post-84715560286643162622021-10-06T20:51:00.001+02:002021-10-06T22:04:34.826+02:00la piel bajo el volcán<h3 style="line-height: normal; margin-bottom: 0.0001pt; text-align: left;"><div style="text-align: right;"><br /></div></h3><p style="text-align: right;">
</p><p style="text-align: justify;">Parece que la piel del planeta se agita y revienta sus costuras para regalarnos un vergel de vísceras feroces dispuestas a devorarlo todo... o al menos eso ocurría hace unos días, ya saben que escribo con retraso y que las noticias vuelan más alto y veloz que las nubes de humo tóxico vomitadas por el volcán de la isla de La Palma. De hecho, circulan con tanta prisa, que no he visto ninguna foto de perfil en Facebook enmarcando caras compungidas sobre un compungido <i>Je suis La Palma</i>. El caso es que el volcán y su piel vuelta hacia fuera han sido, durante unos días, nueva carga de leña con que atizar la hoguera del miedo ciudadano, más ahora que las cifras de la COVID-19 van dejando sin argumento a los tertulianos televisivos y científicos de medio pelo que nos han estado advirtiendo de que el fin del mundo, como el milenarismo, iba a llegar.</p><p style="text-align: justify;">A mí, la erupción del volcán me ha servido para comprender que bajo una piel de respiración desapercibida y aparente calma late la verdadera piel, esa que se incinera por salir al exterior mostrando su verdadero rostro, por más que este parezca un semblante en cuya sonrisa haya más promesa de mordisco animal que alegato pacifista. Es lo que tiene la piel, de tan superficial como parece acabamos pensando que no tiene nada que decirnos más allá de su exabrupto de reloj suizo e imparable. Yo, últimamente, ando desentendido de la actualidad, porque corre demasiado aprisa y porque, aun habiendo deglutido los pertinentes minutos de eclosión volcánica (disculpen que no utilice esos términos que tan bien usamos todos ahora: boca, colada, piroclastos y demás), solo pienso en cómo hacer para no eclosionar de igual manera y que se me acabe desbocando la piel en el deseo de otra piel, aunque sea de volcán e incendio, que lo es. </p><p style="text-align: justify;">No hace mucho, tuve la fortuna de habitar durante unos memorables minutos el estudio de la artista <a href="https://www.luciegeffre.com/" target="_blank"><b>Lucie Geffré</b></a>, francesa (lo especifico por el <i>je suis</i> que tanto gusta) afincada en nuestro territorio y en su encarnizada lucha contra la piel entendida como escaparate solo por darle vuelta y mostrar su desnudo de vísceras implacables que amenazan con devorarlo todo, como el volcán. Lucie batalla a diario contra la superficialidad de la piel, armada de pinceles y tegumentos, de colores como estallidos, grises con maneras de herida y deflagraciones de color. Lucie sabe bien que la piel no es tan superficial como la pintan. Por eso ella la pinta de verdad, le saca los colores abochornándola con verdades incuestionables y nos regala a los afortunados espectadores un espectáculo más rabioso que la más rabiosa actualidad del volcán de marras: el de la piel cuando se mira los adentros retorciéndose al ritmo de las vísceras que la animan a la par que la aniquilan. Y es que la piel, cuando conoce su destino, tiende a dejarse llevar y fluye como una colada de magma, o una colada recién colgada por las madres del domingo para recordar a la familia que la dermis ajada de sus manos les viste a diario con más calor del que merecen.</p><table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><tbody><tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhab1laxEQs2SomyJd6lQVa4NyobhDMPfwlkE0Gr2kIbyBDmGM66Wz8uZmbVRsIK6czyOT88W9wjr8dhB0EbCPehmz12OWD8TiPNbo2Mq3-eYR2X1-HsntQbPAnlltqpXX4BayuLbLqPJOw/s2048/1-IMG_20210704_173510.jpg" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" data-original-height="1153" data-original-width="2048" height="225" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhab1laxEQs2SomyJd6lQVa4NyobhDMPfwlkE0Gr2kIbyBDmGM66Wz8uZmbVRsIK6czyOT88W9wjr8dhB0EbCPehmz12OWD8TiPNbo2Mq3-eYR2X1-HsntQbPAnlltqpXX4BayuLbLqPJOw/w400-h225/1-IMG_20210704_173510.jpg" width="400" /></a></td></tr><tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">La artista Lucie Geffré en su estudio</td></tr></tbody></table><p style="text-align: justify;">Lucie sabe que su pintura, su arte, como la vida, son cuestión de piel. Pero no de esa piel en que decidimos depositar los vasos de vino que nos ansía verter el tiempo, sino de la piel vuelta hacia dentro en lo más cenital del murmullo, en las miradas que se pierden en un cosmos digno de <b>Carl Sagan</b> cuando se asoman a la piel del otro o, simplemente, la recuerdan. La piel que ella retrata con perseverancia y paciencia de camarógrafo es la de nuestros latidos cuando se saben presos de un latido ajeno: en este caso el de su mirada. Y es que, como los grandes fotógrafos saben retratar al humano que habita bajo la piel del retratado, Geffré sabe retratar las inquietudes de quienes abandonan su mirada al maniobrar exacto de sus pinceles y se acomodan por un instante en los magmas de su piel interior. Todo un ejemplo de maestría pictórica y un regalo para los sentidos de quienes creemos que la verdadera piel, como las procesiones, va por dentro y no tiene nada de superficial.</p><p style="text-align: justify;">Creo que el volcán sigue exhibiendo sus vísceras omnívoras, pero prefiero apagar la televisión y contemplar la obra de Lucie Geffré. Después, llegará la noche y, una vez más, saborearé el inminente momento en que mi piel vuelta hacia afuera se dejará recorrer por unas manos de lumbre que nada saben de superficies. </p><p style="text-align: justify;">Comprender, al fin, que nada de superficial tiene la piel cuando le prestamos la debida atención, ni siquiera la que habita bajo un volcán... que se lo digan a <b>Malcolm Lowry</b>.</p>el joven Cerezalhttp://www.blogger.com/profile/05043539648348620408noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7535695145773176803.post-79134914321256416002021-08-18T16:53:00.009+02:002021-08-18T20:36:26.447+02:00ola de calor<div style="text-align: left;"><div style="text-align: right;"><i>Mi casa se estaba quemando y solo podía salvar una cosa.</i></div><div style="text-align: right;"><i>Decidí salvar el fuego.</i></div></div><p style="text-align: right;">Jean Cocteau</p><p style="text-align: right;"><br /></p><p style="text-align: justify;">Imágenes típicas del verano regresan a los noticiarios: costa levantina, profusión de sombrillas y desnudos afortunadamente a medio hacer, sonrisas al viento que no existe y 15 segundos de fama televisiva (lo lamento, querido <b>Warhol</b>, equivocaste la medida del tiempo) en que proclamar, sonriente y victorioso, ese <i>aquí disfrutando de la playita y la familia, que ya era hora</i> súbitamente mutado en un <i>esto es irrespirable, imposible dormir, pero nada que no solucione la playa y la cervecita</i>. Y es que hemos sufrido una ola de calor (sí, ya ha pasado, pero quien aún me siga leyendo sabe que escribo con retraso): viento del Sahara y silbidos subsaharianos que amenazan atracar en nuestras costas sin ánimo de que nadie les invite a refrescar su gaznate cercenado de hambre y miedo en el primer chiringuito playero.</p><p style="text-align: justify;">No quiero ser agorero, pero me parece, tanta celebración, paso previo antes de un nuevo encierro propiciado por el fin del verano y, tal vez, por el terror a ese virus que amenaza arrebatarnos el turismo, la cerveza y nuestra sempiterna «gana de vivir». Quiero imaginar que es por ello que me adelanto, olvidando las playas patrias, amor, y me encierro entre cuatro paredes contigo: para celebrar a mi modo este largo y cálido verano, ola de calor incluida, y compartirte cerveza sin aperitivo y sudor sin Mediterráneo que lo aquiete. </p><p style="text-align: justify;">Algunos enfrentan la ola de calor proclamando su ansia por liberar del burka a las mujeres afganas que hasta hace unos días vivían tan libres que ni siquiera existían; otros exclamando que solo faltaba que tuviésemos que acoger a más extranjeros ahora que salíamos del agujero; los hay que clamando por el reinicio de la jornada futbolera con público en las gradas, extranjeros en el césped e improperios en los tímpanos; no pocos que vendiendo a los circundantes sus proezas laborales mientras se quejan de que otros extranjeros cuya única proeza es haber cruzado a nado kilómetros de arena y marea vienen a robarles el dinero que les permitiría extrarradiarse, el próximo verano, a uno de esos paraísos del lujo <i>low cost</i> en que no hay calor y sí daiquiris y pitanza a ritmo de orquesta de pueblo puesta al día y derroche todo incluido; una multitud, al fin, acribillando, con sus rostros de beatitud recién alcanzada al pisar el veraneo, a ese vulgo que no pudo pagarse unas vacaciones y que pulula las redes sociales con resentimiento de parado o asalariado sin medios.</p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFOa1xhDC86kmuOiVM8AYcGbFxbP58rHoeI9dDvHAGMuf-I6NsJE_HVqeJpZHK2hFfkHcgtKRCCz9fZor3DkhaXq0HRRKRgz2Opr3D5rmndFA8djuGYpZEMWQzXU2AyHCJSw9qdFeqwhMB/s2048/1-IMG_20210817_151151.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1314" data-original-width="2048" height="256" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhFOa1xhDC86kmuOiVM8AYcGbFxbP58rHoeI9dDvHAGMuf-I6NsJE_HVqeJpZHK2hFfkHcgtKRCCz9fZor3DkhaXq0HRRKRgz2Opr3D5rmndFA8djuGYpZEMWQzXU2AyHCJSw9qdFeqwhMB/w400-h256/1-IMG_20210817_151151.jpg" width="400" /></a></div><p style="text-align: justify;">A mí, ya ves, lo único que me cura el calor es sudar, profusa y profundamente, y empaparme de otro sudor: sí, el tuyo, ya sabes. Y es que mientras los veraneantes hacen del sudor bandera de fastidio y clamor contra esa meteorología que animan, diariamente, a que torne más inestable, yo hago de este bandera apátrida y la extiendo sobre la cama o el sofá para que tú la ondees cual pirata cegada por la promesa de un botín de músculos rebeldes y labios que pierden el norte en las mareas de tu sur salitre e isleño. Afuera, la fiebre del sol increpando a la ciudadanía, y aquí, dentro, entre estas cuatro paredes que gotean nuestros nombres, la fiebre quirúrgica del sudor dibujando garabatos alrededor de tus venas como niño que sabe que el lienzo es solo el comienzo y que, ignorando fronteras, culmina esa obra de arte en que da, más bello y violento que un <b>Basquiat</b>, nuestro amor.</p><p style="text-align: justify;">Y el sudor tronando. Y nosotros, hechos de saliva, enmudeciéndolo. Y espesos de exceso rompiendo los márgenes porque nunca agua estancada, haciendo estanque de nuestro sudor y ramoneándonos la humedad calmos, feroces y eternos como bisontes de fiebre sobre la pradera de nuestros cuerpos.</p><p style="text-align: justify;">Muchos rompen las normas de la distancia social en los bares, con algarabía de vidrios y espumas de soflama ebria que reconduce las normas de la política, el fútbol, la moda y el trabajo que todos increpan antes de, ya finalizado agosto, calzarse sumisos el yugo del fin de mes y el ahorro para el siguiente veraneo. Mientras, nosotros nos rompemos distancias, miedos y ropas con estruendo de respiraciones sin tedio para rompernos la piel, afilando los colmillos en el giro canicular de nuestras articulaciones, haciendo yugo de eternidad con nuestros labios y dilapidando jugos sin pensar en el verano próximo, anclados en el presente, anclados uno en el otro y con la mirada extraviada en los secretos de nuestra carne hecha pulpa y en el misterio de nuestras pupilas sudando lágrimas inversas que nos recuerdan que es verano y nos azota una ola de calor y que, a pesar de todo, solo nosotros, cuando nos amamos, encendemos el fuego que incendia todos los termómetros.</p><p style="text-align: justify;">Cuando llegue el verano próximo, la población habrá dilapidado el plástico necesario para generar nuevas olas de calor, y los grifos aullarán promesas rubias y victorias de la tarjeta de crédito.</p><p style="text-align: justify;">Yo, cuando llegue el próximo verano, amor, sólo espero haberte sudado entre los dedos y haberme sudado de tu vientre y tu cabello con la intensidad suficiente para avivar el incendio que nos sobreviva al largo y frío invierno. </p>el joven Cerezalhttp://www.blogger.com/profile/05043539648348620408noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-7535695145773176803.post-11298854153370458752021-04-27T20:55:00.001+02:002021-04-27T20:55:39.252+02:00Brian Jones y la costumbre de lo exótico<p><span style="font-family: Arial, sans-serif; text-align: justify;">Salgo
de la piel que te he zurcido por dentro, laborioso y tenaz, con el desdeñable afán
de descoser jirones de cuero nuevo y exótico. Viajo, por poner tierra de por
medio y socavar con arena de olvido el acomodo muelle de tu matriz y tu beso.
Vago las veredas huecas y los andenes vacíos en busca del labio que sepa
pronunciar mi nombre como si fuese el de un recién nacido. Hoy, así, desde la
distancia, lejanos tu pulso y tu palabra, te siento costumbre que pretendo
desordenar con el zascandileo ágil de mis botas de viaje. Me acerco al Rif.</span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">Vagabundear
las faldas de vegetal mermado y aguacero futuro de la cordillera del Rif, allí
donde sus tobillos agrestes se exponen a la mirada procaz del Sur. Enfrentar el
deambular hospitalario de campesinos y la verbena de juego y carcajada de
chiquillos. Llegas a pensar que es la salida de clase. Los habitantes todos, de
pueblos y aldeas, no sólo los niños, salen de clase para enfrentar el bofetón
del sol y la caricia del ocio.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">Senderos
de paseo calmo y abandono sin nostalgia, travesías de la fiebre. El Rif no es
sólo estancia en que se recuestan acunadas por el canturreo del viento
plantaciones de marihuana y enredaderas de indolencia. El Rif puede mostrar, al
caminante, la senda hacia esos sueños que nos habitan con intención de
consumarse. Vagabundear, ya digo, las faldas de calma y tierra roturada de la
cordillera del Rif, allí donde quieren hacerse turbulencia sureña. Sigo un
camino sin norte ni señales de dirección prohibida para mejor olvidar lo
consuetudinario de tus brazos en abandono de orgasmos que hicieron nido en mi
regazo. Caminar en busca de nuevos recorridos por evadir la celda del día a
día. Así <b>Brian Jones</b>, hace años, cuando los <b>Stones </b>que había ayudado a fundar
se le antojaban presidio en que languidecían pentagramas y melodías. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">Pensamos,
siempre, que lo exótico existe sólo para salvarnos de la rutina, ya lo sugería
al inicio. No comprendemos que de nosotros depende el colgar el cartel de
exótico a la puerta del primer pueblo aislado que profanan nuestras botas de
caminante extraño, del primer cuerpo que horadan nuestras gimnasias de amante
extranjero. Así se acercó Brian Jones hasta Jajouka, en busca de exotismos que
le ahorrasen la rutina rítmica en que creía amodorrados a sus compañeros de
filas.<o:p></o:p></span></p><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjuhqdvQJf_wQQNTTGHnkGWIElv2zc0aCy_1JI80A68LesrfQEAC6-qtVDh_Aown-05DelJRndP6qy1jWMFjV8DqvuCn2oUZzY58R7Ji5pKDjoDjscpD8FEsEL_54SFGHGbM-Xg-NwRjdsV/s640/BrianJones2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="452" data-original-width="640" height="283" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjuhqdvQJf_wQQNTTGHnkGWIElv2zc0aCy_1JI80A68LesrfQEAC6-qtVDh_Aown-05DelJRndP6qy1jWMFjV8DqvuCn2oUZzY58R7Ji5pKDjoDjscpD8FEsEL_54SFGHGbM-Xg-NwRjdsV/w400-h283/BrianJones2.jpg" title="Brian Jones, cortesía de «la red»" width="400" /></a></div><br /><p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">Yo
me acerco, hoy, hasta dicho poblado, tras haber abandonado la geometría
desordenada de Alcazarquivir, el Gran Alcázar, Ksar el Kebir: caotizada por el
gremio no sindicado de la migración rural, a años luz del vendaval tallado en salitre
del cercano Larache, me acerco, decía, a Jajouka, para recostar en sus laderas
de polifonía y pastoreo el falso ensueño del exotismo. Junto a mí camina Brian
Jones. Me habla de música, drogas, sexo y abrigos de piel de cabra. Me habla
del éxtasis grandilocuente que provee la música de los <b>Maestros Músicos de
Jajouka</b> y yo escuchó al viento silbando melodías de éxodo y derrota. Cuántos de
los herederos de tan egregia dinastía filarmónica no habrán ya perdido sus
huellas en el camino hacia Ksar el Kebir, en busca del progreso, queriendo
olvidar el hambre atrasada y la ruleta rusa de los días idénticos, sepultar su
rutina en el exótico sarcófago de la gran ciudad.<o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">Brian
Jones llegó a Jajouka, de la mano de <b>Brion Gysin</b>, para perderse en los
pentagramas de ritmo y césped de sus laderas. Olvidó su sitar: fermento de herrumbre
a la sombra de la rutina. Ya cualquiera toca el sitar, incluso <b>George Harrison</b>,
el Beatle iluminado, el sitar viene de lejos, porta hedores de Calcuta y
desperdicios del Ganges en la danza portátil de sus cuerdas, exotismos ya rutinarios
para los viajeros del <i>rock’n’roll</i>, el hábito ha pervertido el sexo insólito del
sitar, así que… marchemos a Jajouka, donde la música es aún pura, honesta, y el
hachís despedaza sus notas para que pierdas el norte de tu cuerpo tumbado a la
sombra de un arbusto merodeado por mordida de cabras y orín de chicuelos. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">Mis
pies desordenan un charco de basura en que un chaval escupe su desprecio. Mujeres
de edad irreconocible reprenden al chiquillo y me ofrecen dátiles forzosos. El
viento acaricia un murmullo que semeja música. Música. Seguro. Eso buscaba
Brian Jones. Música inédita, novedosa, temperamental, exótica. Aquí la
encontró, y se vistió la piel de cabra del Dios Pan al ritmo de darbukas,
gimbris, kamanjas que enredaban el aire con su telaraña de polifonías
discordantes. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">Lo
exótico, ¿dónde se encuentra? Lejos, se dijo el bueno de Brian Jones. Lejos,
después, hasta su tierra natal, se llevó enlatados los ritos melódicos de los
músicos de Jajouka, desprendiéndoles por siempre de su religiosidad profana al
permitir que fuesen profanados por el consuetudinario oído occidental. <o:p></o:p></span></p>
<p class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-family: "Arial","sans-serif";">Hoy,
Jajouka me recibe con una lasitud de siesta y una musicalidad de moscardón
veraniego. No encuentro lo exótico en sus callejas, se me antojan iguales a las
de cualquier pueblo de la meseta castellana, y me pregunto dónde la costumbre,
si en tu piel de laguna quieta o en la musculatura de marejada de esa joven
magrebí que me contempla con la incertidumbre agazapada en su mirada. Recuerdo
que Brian Jones no sólo perdió la cordura en estas tierras, también la locura
mirífica en la mirada de <b>Anita Pallenberg</b>, que adoptó desde entonces el regazo
de <b>Keith Richards</b>. Y lo exótico, desde ya, se me antoja costumbre.<o:p></o:p></span></p>el joven Cerezalhttp://www.blogger.com/profile/05043539648348620408noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-7535695145773176803.post-52229463414414936452020-12-30T17:54:00.002+01:002020-12-30T17:54:53.010+01:00el año de la peste y la sonrisa de la Binoche<p style="text-align: justify;">Tumbado en el sofá, los cojines milimétricamente dispuestos para acoger la ordalía de osario venidero en que se transforma mi cuerpo, mi latido, mi dolor... porque me duele el estómago, mucho, y no es por excesos festivos de festividades que no estoy celebrando como desearía. No es por eso y prefiero no conocer el origen (o fin) de este tartamudeo que mi sistema digestivo ha decidido como algo parecido al sufrimiento previo al perdón de los pecados.</p><p style="text-align: justify;">Porque la casa está vacía. Estoy solo. Me desentiendo de <i>La insoportable levedad del ser</i> (elegí mal día para revisitar dicho <i>filme</i>) y lanzo mis pupilas como dardos certeros contra las ramitas falsas de un falso árbol de navidad que, hace no mucho, erigimos Munay y yo en medio del salón: para que fuese más incómodo recorrer sus escasos metros cuadrados, sí, pero tal vez, también, para que no pudiésemos escabullir el recuerdo de haberlo montado juntos, entre risas y confetis de un ayer mal parido y un futuro siempre incierto mientras los abuelos, en casa, lloraban nuestra ausencia. Dardos mis pupilas, siguen sin acertar las ramitas del árbol, y le cosen espumillones falsos por ver si así ven mejor todo lo que en su ramificación <i>made in China</i> anida, ya libre de sangre y horas niñas de trabajo sabiamente remunerado con el celofán del mañana dios o <b>Lao-Tsé</b> dirán. Como dardos las monedas en la hipotermia de la cuenta corriente que me tirita de frío al comprobar que este mes tampoco llego. </p><p style="text-align: justify;">Apago la televisión, a pesar de que la mirada de <b>Juliette Binoche</b> invita a hacer hogar en ella y hogaza de su ternura de rebaño frío, promisorio y quieto. Como los rebaños de sacrificio que engordarán la ilusión de tantos, durante estas fiestas sin abrazo ni ebriedad aplaudida. La ebriedad, estos días, repta y silabea silbidos de sangre a tus espaldas, y no es políticamente correcta ni socialmente aceptada porque puedes contagiar al otro que no teme contagiarse ni contagiar mientras le sustente una cuenta bancaria engordada a base de miedo y sudor frío sin dejar de denostarte por paria y portador de virus... salvo que te haya tocado la lotería, que ya sé que no... o tal vez sí, porque sigues con vida a pesar de entrar cada día en el estómago fragante del Metro para desplazarte hasta tu lugar de escarnio, o de trabajo, que tú del teletrabajo nada sabes más allá de esas leyendas que te cuentan los medios y hoy ya te suenan más a <b>Charles Dickens </b>que a derecho conquistado. </p><p style="text-align: justify;">Mientras, en esos allende los mares que siempre quisiste surcar, los hijos de la nada recolectan virus de sombra y marchitan pan duro al albur de una dentadura hecha de limón exacto. Mientras, allende los mares, en mi a pesar de todo añorada Bolivia, en mi a pesar de todo añorado Marruecos, en mi a pesar de todo añorada India, por ejemplo, la peste no hace acto de presencia simplemente porque los medios no nos lo cuentan. Pero igual es Bolivia que la residencia de ancianos ubicada en el mismo perímetro en que se encuentra el hogar de fin de semana de más de uno que no quiere saberlo o no se entera o cualquier día levantará barricada para que desahucien a los ancianos como si fueran los nuevos <i>menas </i>o menores no acompañados nunca para la siguiente entrega, a domicilio, de comida recién hecha y bisutería <i>low cost</i> adquirida vía <i>amazon </i>que, de paso, te entrega libros que nunca cobrarán los escribas que en ellos se dejaron la vida porque hoy todo es producto y consumo mientras se consumen aquellos que regalan canciones que tú aplaudes en las redes pero que ni por asomo te atreverías a comprar porque es mucho más valioso un <i>like </i>y un aplauso en emoticono.</p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg9hV_eEbKWDdQ9_Okm5e2POELZt1rB1wkBC8eAQshGDkhvH0puioUk65GSZaak7qPuRLjc3ZjlMY6Gh6SRqx4qS5VZ85WW8uFdtxWLuRkSLDVSqX1SCFgDVUPP4529X96qxOKMGb2NN1o3/s851/1-WhatsApp+Image+2020-12-30+at+14.54.29.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="820" data-original-width="851" height="385" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg9hV_eEbKWDdQ9_Okm5e2POELZt1rB1wkBC8eAQshGDkhvH0puioUk65GSZaak7qPuRLjc3ZjlMY6Gh6SRqx4qS5VZ85WW8uFdtxWLuRkSLDVSqX1SCFgDVUPP4529X96qxOKMGb2NN1o3/w400-h385/1-WhatsApp+Image+2020-12-30+at+14.54.29.jpg" width="400" /></a></div><p style="text-align: justify;">Enciendo de nuevo la televisión y naufrago mi mirada en la de la Binoche sólo por desprenderme de tanta herrumbre y machiembrarme falsamente a sus pupilas hechas de ayer y belleza. Los bares han cerrado, ya es hora del toque de queda, pero sus propietarios seguirán clamando por el pan que se les quita, arrancado de la barra del bar como se le arrancó la dentadura al último anciano al que escuché languidecer y proferir soflamas de infortunio frente a la tapa de callos reseca. Claman los propietarios: ayudas directas. Claman los autónomos: ayudas directas. Claman los gerentes de las estaciones de esquí: ayudas directas. Claman los dueños de hoteles y aerolíneas: ayudas directas. Claman los diputados: guerra abierta. La calles son un clamor a través de los telediarios, pero no escucho clamar a nadie por los que se dejaron la garganta clamando a un cielo abierto de jilgueros y nubosidades variables a las que no supieron poner nombre hasta que se puso de moda nombrar cada nueva borrasca como para darnos más miedo. Nadie clama por nadie más allá de ese sí mismo que languidece exhausto arrastrando sus cadenas de naufragio con maneras de fantasma de Canterville reutilizado. Todos damnificados, sí, pero cada damnificado en su mundo, como nos quieren, agradecidos por sus dádivas de <i>high couture</i> mientras deglutimos anuncios de <i>eau de toilette</i> plurilingües y denostamos el fin del idioma español como lengua vehicular escupiendo a quien habla un idioma no reconocido por los mercachifles del todo o nada, dígase este árabe o subsahariano. Las calles son un clamor, sí: un clamor de compraventas en que olvidamos el motivo por el cual ayer, antes de que llegase la navidad, tan necesaria, más incluso que la vida, llegase la ordalía del proletariado (<b>Marx </b><i>revisited</i>) para imponernos su dictadura de compraventas que cotizan al alza del clamor y la farsa. Y es que las calles son un clamor de sangre terciaria derramada a mayor gloria de las madres del mercado que no, no son la nuestra llorando los paños de limpiar por enésima vez la cocina en que mañana no podrá afanarse porque está sola y nadie la visita y si alguien lo hace será sólo para emborracharse y no para enjugar sus lágrimas en el lacrimal valiente de eso que dimos, erróneamente, en llamar ser humano.</p><p style="text-align: justify;">Regreso a la Binoche y lloro pensando en Munay porque hoy me siento madre y me duele este desbarajuste mental al que me amarro, limpiando fogones y adecentando cuartos, con las encías frescas de sangre de gaviotas que mordisqueo cuando me llegan de antaño a morder el vergel triste de una marejada hecha rebaño.</p><p style="text-align: justify;">Muchos escuchan ya tronar el campanario, como en la antigüedad, clamando a muertos. Pero es fin de año y sólo una fecha será capaz de cambiarlo todo a ritmo de campanas vacías y mesas puestas como esperando invitados que nunca llegarán porque les cambiaron el horario. Eso es la peste, para la mayor parte de nosotros: un cambio de horarios, un llegarán tiempos mejores, un volveremos a vernos y si no nos vemos es que no nos hemos acordado. Yo, por si acaso, regresaré a la Binoche y prepararé los cachivaches que hagan sonreír a Munay sin saber que le espera un mundo de disfraces sin sentido y clamores hechos trino de gorrión aniquilado.</p><p style="text-align: justify;">Ding-dong, ding-dong... qué triste la Puerta del Sol sin su rebaño... ding-dong, ding-dong, qué triste la madre huérfana de su sangre y de sus daños... ding-dong, ding-dong, qué triste la cobija tenue de los que sufren el frío sin contarlo en televisión para no estropear nuestro condumio hecho de siesta y ocaso. </p><p style="text-align: justify;">Ding-dong, ding-dong, qué suerte la mía de poder estar borracho y asomarme al patio de luces de mi hogar como quien lo hace al patio de butacas... arriba, pastoreando nubes y ensoñaciones, la sonrisa de la Binoche.</p>el joven Cerezalhttp://www.blogger.com/profile/05043539648348620408noreply@blogger.com1