Parece ser que los responsables de organización de los Juegos Olímpicos que se celebrarán el presente año en la ciudad de Londres, contactaron con el manager de The Who solicitando su participación en un evento ha celebrar con motivo del citado acontecimiento deportivo. Hasta aquí nada raro (aunque ya debiera). Lo curioso es que los susodichos organizadores, todos ellos personas de gran cultura y conocimientos, suponemos, citaban expresamente su interés en que formara parte del grupo, en el supuesto evento, el baterista Keith Moon, fallecido allá por el año 1978.
Muy acertado el interés de dichos coordinadores por tener a The Who en las celebraciones. Al fin y al cabo son uno de los grupos de rock más populares y célebres que han dado las británicas islas. Pero lamentablemente, el bueno de Keith murió a los 32 años, haciendo lo que mejor se le daba después de aporrear exhuberante e innovadoramente la batería. Bueno, en justicia, digamos que murió intentando dejar de hacer lo que en segundo lugar mejor sabía: ingerir ingentes cantidades de alcohol. El músico devoró 32 pastillas de Clometiazol, droga anuladora de la conciencia que tenía suscrita para sortear los peligros del ayuno de bebidas alcohólicas al que hacia frente para mejor poder permanecer entre los vivos.
Es lo que tiene el rock'n'roll. O lo que tenía. Antes las estrellas de rock entregaban sus cuerpos, y no pocos sus almas, al abrazo múltiple y demoníaco del exceso, abandonándose al festival de drogas, alcochol, sexo extremo, violencia y paranoia que sus réditos monetarios les permitiesen. Ya saben: "Vive rápido, muere joven y deja un bonito cadáver". Así lo hicieron Jimi, Janis, Jim, Brian Jones y Keit Moon, entre otros.
Hoy en día las celebridades musicales son muy otras, en su mayoría simpáticos jovenzuelos anodinos comprometidos con causas sociales, que ni beben ni fuman ni salen con más mujer que su correspondiente esposas, y cuyo exceso no va más allá del público apoyo a un partido político, por ejemplo.
Son los políticos de hoy las auténticas estrellas de rock de nuestros tiempos. Ellos y todo su séquito de banqueros, ideólogos, asesores...sólo han cambiado las lentejuelas por el traje y la corbata de reputada rúbrica comercial. Respecto al exceso son ellos, ya digo, quienes han tomado el testigo. No hay más que verlos pasear por los escenarios de sus actuaciones, ya sean estos estrambóticos estrados circulares que ya quisieran para sí los mismísimos U2, o enmoquetados y mullidos salones de reuniones en la cumbre decorados con artísticas y originales obras de gran valía. Se mueven con soltura y hacen reír, cuando quieren, a su público, y vociferar, cuando desean al mismo séquito de seguidores que está dispuesto a dejar de lado un concierto de rock'n'roll con tal de asistir a estos otros recitales. En las cumbres de mandatarios se mueven con idéntico desparpajo y trasiegan, entre bastidores, ingentes cantidades de caro licor y vianda fusión. El exceso, ya digo.
Keith Moon, en el backstage (cortesía de "la red") |
Entre estas nuevas celebridades populares imagino a los responsables de organización de los citados Juegos Olímpicos, egregios publicistas y estrategas, con sus trajes cruzados de cifra bursátil y sus corbatas almidonadas en beneficio fiscal. El caso es que existe la probabilidad de que hayan decidido, estos personajes, beber todo el alcohol y consumir todas las drogas que ya no toman los verdaderos ídolos musicales y, en pleno subidote, imagino, se vieron invadidos por la melancolía, recordaron cuando eran jóvenes rebeldes y decidieron invitar a The Who a los olímpicos eventos. El alcohol, ya sabemos, exalta gratos valores como el de la amistad y la euforia, pero también genera lagunas mentales, agujeros negros de la memoria. Es en uno de esos agujeros negros donde debió caer Keith Moon. Los citados organizadores, en plena melopea, decidieron invitarle a él también, olvidando que ya nos había dejado hace tiempo.
Aunque quizás peque yo de perspicaz y no sean los citados publicistas tan torpes como imagino. Tal vez sólo sea una de esas curiosas campañas de mercadotecnia con la que pretendan traer a la memoria colectiva tan gloriosas épocas musicales y conseguir que pasen por caja muchos que, de otra forma, hubiesen olvidado por siempre a The Who y jamás se hubiesen sentido interesados por los Juegos Olímpicos. Quién sabe.
Quien sabe, quizá tras el rotundo SI de John Entwistle decidieron seguir probando suerte jejeje...
ResponderEliminarEstoy muy de acuerdo con tu post de hoy, desde que ahora los políticos son las nuevas estrellas de rock hasta que es posible que sea una acción de marketing como otra cualquiera. Yo creo que no, pero también es verdad que muchas veces peco de ingenua en estas cosas (y mira que mi trabajo está relacionado con la publicidad y el marketing, eh?)
ResponderEliminarBesos!
Que papelón el que hicieron... pero ya puedo yo imaginarlo también tal y como lo relatas.
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