lunes, 2 de julio de 2012

sociedad del bienestar

A poco tiempo de retornar a Madrid comienzo a añorar ya la coherencia de la cotidianía magrebí que muchos, en mi lugar de nacimiento, considerarían caos o abandono. Y recuerdo que, en la ciudad que me espera, tuvieron la suerte todos aquellos que acarician las horas y rellenan los minutos ociosos haciéndose acompañar por una mascota, de poder conocer de primera mano todos los avances actuales para el cuidado y agasajo de los animalitos de compañía. Resulta que en uno de esos recintos mastodónticos y pretendidamente modernos en su nudosidad de esbeltas vigas metálicas y lúgubres vidrios reflectantes dedicados a la celebración de eventos mercantiles, se reunieron todos los fabricantes e ideólogos de la comodidad animal. Centenares de metros dedicados en exclusiva a mostrar a la clientela los diversos modos de entretener las horas de tedio de sus animales de compañía. 

Entre los avances mostrados destacan los nuevos hoteles de cuatro estrellas para mascotas, habilitados con salas de masajes, hidroterapia, acupuntura y un largo etecé de prósperos metodos de confort tendentes a evitar el estrés traumático que suele acometer a los animales cuando sus propietarios deciden tomarse unas vacaciones lejos de casa y sólo en compañía de humanos. Cierto, antes quedaban numerosos canes y no pocos felinos, abandonados, junto al patriarca familiar, en alguna gasolinera perdida en cierto páramo polvoriento en que la orientación se antojaba sumamente improbable, cuando llegaban las vacaciones estivales. Afortunadamente pueden hoy disfrutar, los animalillos, de todo tipo de comodidades durante la ausencia de aquellos que les suministran alimento (también los abuelos, sí, aunque es tal otro cantar). Traumático debe resultarles reintegrarse a la cotidianidad de hueso roído y cestito de arena en que hacer sus necesidades.

En Socabaya, una barriada amordazada a los peñascos de la sierra de Arequipa, en Perú, los niños emplean no pocas horas ayudando a sus padres en la confección de ladrillos. En ocasiones tienen la suerte de poder pisotear el polvo del camino en busca de aventuras, o esconderse del fisgoneo festivo entre los cerros cercanos. Juegan a bandidos y policías, corretean entre los riscos y, de tanto en tanto, acercan sus labios de juguete al único caño al que el desastroso entramado urbanístico de sus calles permite expulsar agua (contaminada, pero agua), sólo por refrescarse, no más. Conocen los chavales la peligrosidad de ingerir el líquido elemento que la oxidada tubería proporciona y, a pesar de la sed apremiante provocada por el zascandileo del juego y la refriega, no llegan a beber de tan envenenado cáliz. Sí lo hacen, por contra, los numerosos perros callejeros.

Aparte este nubarrón amable de canes oxidados por el mordisco de la sarna, no hay mucho más animal en Socabaya al que los niños puedan dedicar sus carantoñas y jugeteos, salvo, quizás, la joven alpaca que, escapada de la invernal esquila y el mal de altura del cercano Cañón del Colca, ha finalizado el corretear libertino de sus zancadas en los vertederos de la gran ciudad para servir de reclamo a los pocos turistas que por la zona deciden internarse. Una foto con la alpaca a cambio de un par de soles peruanos. Nada que objetar.

Ignoro el motivo por el que un perro dispone de un organismo mejor preparado para la ingesta de contaminantes que un humano. El caso es que los cachorros, en Socabaya, suelen alcanzar la edad adulta sin dejar de lamer el caño oxidado del que mana, infectada, el agua a borbotones. Claro, si pudiesen hablar y quisiesen responder a nuestra pregunta seguro que preferirían que el mismo agua sirviese para proporcionarles cálidos baños de espuma. Y esto deben haberlo indagado y descubierto los adalides de la liberación animal. Es por ello que han organizado y puesto en pie toda una serie de medidas tendentes a equiparar el bienestar de nuestras mascotas al mismo del que nosotros pretendemos gozar, en esta sociedad benevolente.

Los habrá que critiquen estos avances argumentando el hambre en el mundo y que, cada tres segundos, en este contenedor esférico en que se relamen nuestras miserias, un niño fallece por carencia alimenticia. Quién sabe. Quizás sólo es que beben del caño equivocado.

A la vista de estas primorosas novedades en el cuidado de aquellos que hacen menos miserables nuestras horas de soledad (perros, gatos, canarios, reptiles), estoy pensando seriamente en adoptar un cachorro que pueda acudir a baños de espuma cuando yo me ausente del domicilio. Quizás, a mi regreso al hogar, pueda beneficiarme de los conocimientos que el animalillo haya adquirido, y recibir un canino masaje en mi subyugada columna vertebral. Lástima que a día de hoy carezco de domicilio fijo, y sería incómodo para mi supuesta mascota andar de acá para allá de continuo.

3 comentarios:

  1. Uno de los signos de la absoluta decadencia de la sociedad occidental es el tema de las "mascotas"...En un mundo donde la vida es como es y los niños viven como viven, es una obscenidad dar de comer dulces y bañar en espuma, aparte de ponerles mantitas y darles besitos de buenas noches, a los perritos de "compañía". Son "regalitos" que los padres hacen a los nenes para que se entretengan. Los paseen, los mimen, los bajen cada noche a hacer pis y caca a la calle, en fin, una sociedad del bienestar y la idiotez, en la que la culpa no la tienen los animales...sino sus dueños. Es un tema controvertido y alguna buena amiga pensará que soy un bruto...pero odio el tema de las mascotas en los pisos y las ciudades. Es uno de los signos de estúpidez humana más palpable que nos podemos encontrar. En el campo, un perro, es otra cosa. Puede correr libremente. Vivir. Y hay perros...y hay "mascotas". Bichitos acicalados para pasear la soledad y entretener a una sociedad completamente imbécil. Pido disculpas a algunos compañeros/as que tienen perros. Mi propia hija los ha tenido siempre. Perros y gatos, su mamá los tuvo...y ella convivió con ellos. Y nadie puede dudar que adoro a mi niña...que, además, es superinteligente y buena. Como digo la culpa la tienen, al principio, los padres. "Mira que mono...vamos a regalárselo a la nena...". No fui yo, ya estábamos separados. Y lo curioso es que hay mucha gente estupenda co estas debilidades. Mi propia ex. Aunque he de reconocer que lo suyo no era "mascotas" sino pastores alemanes. Yo, ni eso. En fin.

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  2. yo es que bebo los vientos por comprarme un contable: también darle de comer dulces y bañarlo en espuma, su mantita decorada con pasivos, activos circulantes y darle un besito de buenas noches mientras le acaricio su pelo rubio con raya a un lado.

    eso sí, me considero un ciudadano cívico y le sacaría con correa por supuesto, además de recoger sus caquitas. que no se diga!

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  3. yo no me voy a poner serio... me ha dado la risa....
    El tema de las mascotas me deja perplejo... no doy para más...

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soy todo oídos...