domingo, 29 de enero de 2012

tocata y fuga

Duele comprobar cómo los encargados de proporcionarnos información ignoran con tremenda celeridad aquello que tan sólo ayer era noticia. Intentamos retomar el hilo de una cuestión que nos resulta interesante y nos perdemos en una marea insomne de datos y estadísticas en que, a duras penas, y con notable esfuerzo, daremos con la continuidad del hecho que nos importa. Que la vida va deprisa, parece.
En charlas y espaciadas comidas opinamos sobre este hecho, y acabamos resumiendo que estamos manipulados. Nos manipulan los medios informativos, nos manipulan los jerifaltes de la noticia, nos manipulan los gobiernos y los mercados, nos manipulan los amos del mundo. De esta manera consiguen que cualquier hecho por mínimo o grave que sea, que pueda llamarnos la atención, comience a borarse en nuestra memoria ante la ausencia de continuidad. La tragedia de ayer (devastadora inundación en una recóndita provincia china, por ejemplo) es hoy ignorada y no podemos, a pesar de intentarlo, recordar la magnitud de la misma, el dolor que produjo. Sólo queda el recuerdo inexacto de que ocurrió una catástrofe en algún rincón perdido del mapamundi.

Regresado al hogar, acomodado en el silencio de las horas venideras, las que anteceden al sueño, reflexiono y me pregunto si no será que la información, simplemente, es fiel reflejo de nuestros días. Es copia, sí, lo que escuchamos en televisión, lo que leemos en la prensa, de nuestras propias vidas.

¿Acaso recuerdas el rostro de aquella persona que abrazaste una noche, al amparo tibio de la madrugada? Sí, esa aventura, ese fugaz encuentro aderezado de alcohol y promesas de goce insensato. Aquella suave caricia de piel de luna, aquél lúbrico suspiro de eternidad coagulada. Recuerdas, ¿cómo no?, que fue bello, intenso, sucio o sabroso, pero eres ya incapaz de recordar su rostro, e incluso dudas si no será la malévola intención de la memoria trocar en plena dicha algo que no fue más que un momentáneo desorden de los sentidos, un encuentro no esperado, un atropellado desahogo del deseo. El caso es que no recuerdas su rostro y, mientras miras las noticias, tomas conciencia de que mañana habrás olvidado, también, la feroz hambruna africana, o el imprevisto terremoto que, en un lejano país, ha cauterizado miles de futuros, dejándolos inservibles, rotos.

Es la fugacidad, que se nos instala en la vida como un invitado no deseado. Y al fin y al cabo, los noticiarios, sólo son reflejo de nuestra propia existencia: fugaz e inconsciente, por mucho que esto nos duela. 

Como con aquella persona que vino a enredarte el deseo una noche en que los vampiros ocultaban su mordisco de daño y soledad, quieres pensar que prestas atención a los sucesos que sacuden las vidas ajenas: las noticias. Quizás sólo lo hagas por evitar que te hieran tu despreocupación y tu olvido.

2 comentarios:

  1. Muy cierto tu escrito Pablo... Hace unos años leí un libro titulado el Shock del futuro, hablaba de lo acelerado de la vida y como iba a llegar un momentos en que ni siquiera seriamos capaces de asimilar los cambios. Uno intenta tratar de disfrutar la intensidad del momento, de no olvidar el pasado y pensar en el futuro con expectativa, pero aveces nos perdemos entre el ayer, el ir y en lo que ha de venir. ... Cariños, Carolina

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  2. Y qué razón tienes...vivimos en una vorágine d exaltación d las percepciones..no importa la noticia..sino q lleguemos a mantenerla en vivo el mayor tiemp posible simplemnt x el hecho en sí..no x el contenido de la misma..y vivimos un irrealidad de hipocresía...d sentimientos robados al mejor postor..intentando mantenernos n un hilo de dignidad..d iluso equilibrio y de metas "fugaces" q desaparecen cn el nuevo amanecer..y, mientras, la vida...sigue pasando... Marta ;)

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soy todo oídos...